Masiva afluencia e incierto resultado en las primeras elecciones uruguayas tras 11 años de dictadura militar
Más del 50% del electorado uruguayo había emitido su voto poco después de las doce de la mañana de ayer en las 7.870 mesas distribuidas en Montevideo (3.542) y en los 18 departamento del interior, en las primeras elecciones democráticas tras 11 años de dictadura militar. El orden público era casi total y el porcentaje de votantes se calculaba en el 90% del censo. Los colegios abrieron sus puertas a las ocho de la mañana y se cerraron a las 19.30 (0.30 de hoy, hora peninsular española). Las primeras proyecciones del Ministerio del Interior sobré un resultado que se presentaba incierto estaban previstas para tres horas más tarde.
Se presumían demoras en las primeras proyecciones solventes, ya que se esperaba que la votación fuera muy apretada entre las tres principales fuerzas políticas: Partido Colorado, Partido Nacional o Blanco y Frente Amplio.Unos 200 periodistas de todo el mundo, excepto África, esperan en Montevideo el comienzo del fin de otra dictadura en el Cono Sur americano. Numerosos observadores políticos han llegado también al país, entre ellos, Elena Flores, secretaria de Relaciones Internacionales del Partido Socialista Obrero Español.
La votación temprana no habrá sorprendido a nadie que haya observado la noche montevideana del sábado. A 13 años de las últimas elecciones nacionales, y tras más de 11 años de dictadura militar, eran palpables las ganas de votar y de pasar la hoja de la malparada aventura castrense. El voto, además, es obligatorio, bajo severas penas de multa, y se estima que la abstención quedará reducida a los censados residentes en el exterior que no hayan podido regresar al país por razones políticas o económicas.
Todavía en la mañana del domingo, llegaban al aeropuerto internacional de Carrasco vuelos fletados procedentes de Venezuela y Brasil, y caravanas de autocares y vehículos particulares convergían sobre Montevideo tras cruzar, desde territorio argentino. los puentes fronterizos sobre las riberas del río Uruguay.
La jornada de reflexión del sábado no fue tal. Suspendida la propaganda política de los diferentes grupos políticos, los montevideanos se echaron a las calles agitando sus emblemas y banderas partidarias y repartiendo las diferentes candidaturas.
A las cuatro de la madrugada del domingo, la avenida Dieciocho de Julio, principal arteria céntrica de la capital, se encontraba bloqueada por cientos de coches y miles de ciudadanos bailando, cantando y riendo, con mayoría visible de la muchachada frenteamplista.
En una radiante noche del final de la primavera austral, prácticamente veraniega, muchos optaron por esperar la apertura de los colegios y los cines electorales en los parques y en las plazas o en las playas de Pocitos y Carrasco, sobre la cornisa costera de la desembocadura del ría de la Plata.
Ni alcohol, ni policía
Desde las 19.30 del sábado, y por 24 horas. se suspendió la venta de alcohol y la policía prácticamente desapareció de las calles. La ley electoral de Uruguay impide la detención de ciudadanos durante las elecciones, salvo que sean encontrados en flagrante comisión de un delito.
De hecho, la vigilancia policial es nula y en las calles de Montevideo se juegan partidas prohibidas de juegos de azar, como el Seven eleven, y en el interior rural del país, apuestas ilícitas a la taba. Los vendedores de lotería instruyen a los jugadores sobre los números correspondientes a sus sueflos: el muerto que habla, la niña bonita, el matrimonio que se rompe o el amor adúltero, corresponden a determinadas terminaciones.
Pese a la festiva masiva afluencia callejera, lo incierto de los pronósticos y la dureza verbal de la campaña electoral, no se produjeron antes de la votación otros incidentes que agresiones y bravuconadas de seguidores del ex presidente Jorge Pacheco Areco -jefe de filas de la minoría colorada de extrema derecha y candidato presidencial- contra periodistas extranjeros y seguidores de otros partidos.
Las rencillas y conatos de peleas son inmediatamente reducidos por el pueblo en la calle, que garantiza su propio orden. En gran medida, la movilización popular del sábado estuvo motivada por el temor de que el Gobierno militar emitiera por televisión y radio un comunicado final de advertencia al electorado sobre los peligros de la subversión comunista. De haberse producido la intervención, los montevideanos se aprestaban a replicar con un monumental caceroleo.
La presencia física del Estado militar es inexistente. El presidente, teniente general Gregorio Goyo Álvarez, y su ministro del Interior, general Rapella, votaron vestidos de civil. Rapella guardó cola en su colegio electoral como los demás votantes, y Goyo Álvarez declaró a Radio El Espectador que, fueran cuales fueren los resultados electorales, no pensaba abandonar la presidencia hasta el 1 de marzo de 1985, derecho constitucional que le ampararía en el supuesto de que la Constitución de 1977 estuviera vigente.
Los últimos sondeos de opinión, históricamente infiables, continúan dando una apretada victoria al Partido Colorado, dirigido por el abogado Julio María Sanguinetti, gracias a los votos que le aportará el candidato derechista de su propio partido, Jorge Pacheco Areco. La intendencia (alcaldía) de Montevideo, según tales encuestas, se dirimiría entre colorados y frenteamplistas, con ligera ventaja para los últimos.
Aun así, un 14% de indecisos, dados los escasos márgenes interpartidarios, podría volcar el resultado por cualquiera de las tres grandes agrupaciones. Y, en cualquier caso, no puede descartarse un triunfo nacional del Partido Blanco, -tenido por improbable- , pese al encarcelamiento de su líder, Wilson Ferreira Aldunate, detenido a su llegada al país, el. pasado 16 de junio, tras 11 años de exilio.
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