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La manifestación contra la política educativa del Gobierno

Más protagonista que nadie

Las personas que presenciaban la manifestación desde los laterales del paseo de la Castellana rompían en aplausos cuando veían acercarse la cabecera de la marcha. De las 30 personas que presidían el acto -los maximos dirigentes de la enseñanza privada subvencionada-, 29 sonreían discretamente. Una saludaba a derecha e izquierda, levantaba los brazos al cielo formando con los dedos la uve de la victoria, y tenía una expresión tan triunfal en su rostro que recordaba a Ronald Reagan la noche que ganó las elecciones. Era Carmen Fernández, señora de Alvear, presidenta de Concapa, una de las cuatro organizaciones que convocaron la manifestación.Cuando la cabecera llegó al puente de Raimundo Femández Villaverde y vio la pancarta de dudoso contenido constitucional, 29 gritaron "Fuera, fuera", y miraban con cara de pocos amigos a los uniformados muchachos falangistas que la sostenían.

Una persona les miraba con franca simpatía -después manifestaría que la presencia de esa pancarta le había parecido muy bien: "Tienen todo el derecho del mundo a discrepar y a mostrar su punto de vista, tan legítimo como el que más"-, les saludaba con los brazos levantados y con una sonrisa que no podía ser más amplia. Era, también, Carmen de Alvear.

Al final del recorrido, en la plaza de Lima, los máximos dirigentes de la CECE, FERE y FSIE, convocantes al igual que la Concapa del acto de ayer, permanecieron mezclados entre la gente, debajo de la tarima donde un hombre y una mujer leían frases en favor de la libertad de enseñanza, y alguno, como el presidente de CECE, Ángel Martínez Fuertes, aprovechaba para dejar muy claro a los periodistas que la susodicha pancarta de los falangistas les había parecido "intolerable, fuera de contexto, un incidente desgraciado del que no habían sido en absoluto responsables". Carmen de Alvear, de nuevo, subió no menos de nueve veces a la tarima y, sin atender a los oradores, saludaba una y otra vez a los concentrados.

'Los Gavilanes'

Después de leer, radiante, el comunicado que se resume en esta misma página, los manifestantes iniciaron una ordenadada disolución del acto, -un acto que culminó, por cierto, coreando el mismo eslogan que se gritó en el último congreso de la Federación de Enseñanza de UGT: Enseñanza en Libertad-, los 29 dirigentes de la cabecera emprendieron tranquilamente el regreso a sus puntos de origen.

Carmen Alvear tomó entonces improvisadamente el megáfono e invitó a los manifestantes a cogerse las manos a modo de sardana y cantar lo que nadie sabía cantar: un fragmento de la zarzuela Los Gavilanes dedicado a la amistad.

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Fue su día y asumió un protagonismo avasallador. Es popular entre los suyos, y su pelo rubio platino destacaba, sin duda, entre las calvas de sus acompañantes, pero ningún grupo de espectadores, por pequeño que fuera, le aplaudía a ella en particular.

Muchos manifestantes habían llegado en autobuses desde lejos, sin apenas dormir, y tuvieron que aguantar a ratos una lluvia tan intensa que, como decían algunos graciosos, parecía haber sido pagada mismamente por el ministro Maravall. Desde los altavoces, los animadores del acto procuraban que no cundiera el desaliento. Al primer envite serio de la adversa climatología, dijeron: "No preocuparse, son cuatro gotas de nada".

Puede que esa fuera la sensación que se percibía dentro del coche de los altavoces, pero en la calle eran chuzos de punta. El megáfono apostilló: "Peores son las riadas y los torrentes que quieren quitamos la libertad de nuetros hijos".

Los manifestantes, entre tanto, procuraban cubrirse con las pancartas, una de las cuales decía: Maravall, LODE eres y en lodo te convertirás y contestaban a un sondeo improvisado: "Estamos aquí para mejorar la enseñanza"; "para que nos den becas a los que queremos ir a colegios privados"; 'para que los socialistas no nos cierren los colegios de nuestros hijos"; "Porque sin libertad de enseñanza no hay ninguna libertad", "para que no sigan quitanto subvencione".. ., las mismas frases que tantas veces le han oído a Carmen de Alvear.

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