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El pintor Ramón Gaya publica un ensayo dedicado a Velázquez y expone sus 'divertimenti'

Ramón Gaya (Murcia, 1910), pintor curtido ante estilos y escuelas de todo el mundo, que ha vivido en Francia, México, Italia, y ahora -desde hace ya 10 años- en Valencia, acaba de editar el ensayo Velazquez, pájaro solitario, en la editorial Trieste, de Madrid. Esta iniciativa coincide con la exposición que ofrece la galería Temple, de Valencia, de sus divertimenti. Se trata de apuntes en los que la rigidez del oficio se relaja para dar paso al juego, a la improvisación. El libro se añade a su ya larga bibliografía dedicada al estudio de la estética y creación.

"El ensayo lo que viene a decir" comenta Ramón Gaya, "es que todo lo que constituye la pintura, lo pictórico, en Velázquez está superado, queda atrás. Velázquez pintó como pocas veces se ha pintado en el mundo del arte". Tuvo una primera aproximación a la creación de Las meninas a través de reproducciones contempladas en Murcia, cuando con sólo 10 años Gaya participaba en su primera exposición. En aquel tiempo le impresionaba más Goya. "Con 17 años fui por primera vez a Madrid, y al con templar en directo los cuadros se me cambia la preferencia. Por que Velázquez se evapora en las reproducciones. Goya, en cambio, al tener tanta expresividad, ofrece en la estampa por lo menos gesticulación. Los bufones de Velázquez en directo no son retratos, sino poesía. Sólo en la realidad directa podemos percibir esa sustancia".Luego hubo nuevas visitas al Prado. Una de ellas fue decisiva a la vuelta del París hervidero de vanguardias que rompían en mil direcciones la obra plástica. "Se me quedó todo un poco endeble en París. Aquello no era continuidad; era afán de sustituir. Las exclamaciones de quemar obras clásicas pretendían sustituir unas cosas por otras. En los años veinte viví fascinado por los cambios, pero después me desilusioné al ver que las primeras vanguardias lo que hacen es empobrecer la creación", relata Ramón Gaya desde el escenario de su estudio, ubicado en una calle del ensanche de Valencia.

Retorno a París

Vuelve de París y la pintura velazqueña adquiere un valor inmenso. Ante Las meninas piensa que "ya no es del siglo XVII, ya no sé quién lo ha pintado; los personajes tampoco sé cómo están vestidos". Gaya pierde la noción de todo lo accidental en esta nueva visión tras el choque con las vanguardias. "Se me presenta la sustancia de la vida. Si una pintura está viva es necesariamente moderna porque está aquí. Y Velázquez vivía, mientras las vanguardias nacían muertas".Incluso ocupaba un espacio en su ser creador. "Una sensación que tuve otra vez con Las meninas", recuerda, "fue que yo desaparecía. Y me llegué a decir a mí mismo: son más que realidad hecha sustancia. Este cuadro es la verdad de la realidad, y yo, fuera del cuadro, soy la realidad únicamente". Después, en el destierro mexicano, pasar 15 años sin contemplar a Velázquez y Tiziano resultó ser su principal sufrimiento y acumulé algunas ganancias pictóricas para volver a Europa.

"Era tanta la nostalgia que llegué a pensar que tenía algo que ver con ellos. Pero luego, en realidad, creo que no me parezco en nada a estos dos temperamentos. Tengo más relación, sin que lo supiera antes, con ciertos pintores japoneses y chinos. No veo diferencia entre pintura japonesa y pintura occidental. Incluso, si no te vas a asustar, te diré que no creo que la creación tenga nada que ver con las culturas. La creación no se puede encerrar dentro de una cultura".

Ramón Gaya, 64 años pintando, amigo de infinidad de intelectuales y creadores desde la generación de 1927 hasta nuestros días, cree en definitiva que la modernidad no puede ser un valor. "La modernidad no puede ser más que un simple estado por el que pasan las más o menos pobres obras de arte nuestras".

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