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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cambio en Puerto Rico

HERNÁNDEZ COLÓN ha recobrado el puesto de gobernador de Puerto Rico, (que ya había ocupado entre 1972-1976), desplazando a Romero Barceló, y parece que la razón esencial del cambio de voto está en la política con respecto a Estados Unidos. Romero había propugnado, con su Partido Nuevo Progresista (PNP), el cambio de estatuto de Puerto Rico para convertirlo en el 51º Estado de la Unión, lo que produjo la separación del grupo de Hernán Padilla (Partido de Renovación Puertorriqueña) y la suma coyuntural de los independentistas a Hernández Colón y a su Partido Popular Democrático (PPD), que, al mantener el estatuto de Estado libre asociado, les parece más próximo a sus tesis: convertido Puerto Rico en Estado de la Unión, perdería definitivamente sus esperanzas de independencia. No es que ahora haya muchas, pero a partir de este estatuto pueden conseguirse algunas nuevas ventajas y el mantenimiento de una cierta distancia de Washington. Las elecciones han sido turbulentas, el escrutinio todavía es confuso, y Romero Barceló atribuye a irregularidades electorales su derrota.Hernández Colón ha resaltado durante toda su campaña el hispanismo de la isla. Hay un auge actual de algo que podría calificarse de mentalidad hispánica, en forma de reacción nacionalista a la fuerza de penetración y de absorción de los Estados Unidos. La pobreza y el caos económico se llevan a este país la mano de obra joven, que remite dólares, pero que vive en una perpetua situación de discriminación racial y salarial y está reducida a habitar guetos en las grandes ciudades; la mayor parte de los independentistas, que en algunos casos acuden al terrorismo, la producen esos puertorriqueños residentes en Estados Unidos.

El hispanismo en este caso es un punto de apoyo moral que entronca con la sensación actual de rebeldía de algunos países latinoamericanos y que supone la reivindicación de la cultura propia frente a la implantada. En otra medida, y sólo como término de comparación o de confirmación de una ley política, equivale a la profundización del catolicismo en Polonia o a la vuelta al integrismo coránico en los países de Oriente Próximo y de Asia. Dentro de ese sentido está no sólo la solidaridad ofrecida y buscada con las repúblicas latinoamericanas, sino también una idea de España como fuente de emanación de una forma de cultura y de civilización que está en su base de reivindicaciones: España debería estar atenta a esa llamada persistente.

Difícilmente va a resolver Hernández Colón el caos de la vida pública y puertorriqueña, la profundidad de sus problemas económicos y sociales, la fuerza de la corrupción y de las contradicciones entre la naturaleza puertorriqueña y su adscripción política: fue ya incapaz en el período anterior de su Gobierno. Pero tampoco lo ha sido Romero Barceló, y su oferta de que la integración absoluta en Estados Unidos podrá resolver definitivamente la situación de inferioridad y el estado semicolonial no ha sido aceptada; aunque tenga muchos partidarios y una buena representación en la Cámara.

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Se espera ahora un nuevo impulso de Hernández Colón en la revisión de las relaciones con Estados Unidos; parece que va a encargar de ellas, en Washington, al doctor Hernán Padilla. Los independentistas obtendrían algunos cargos en el nuevo equipo. Hay ahora un comité de transición preparando el cambio que se efectuará en el mes de enero, y se cree que habrá una lluvia de cesantes, quizá compensada por los partidarios del nuevo gobernador que obtendrán los cargos vacantes.

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