La financiación de los partidos
LA CREACIÓN de una comisión parlamentaria de encuesta para investigar tanto las eventuales salpicaduras españolas del caso Flick como la financiación de los partidos permitirá arrojar un mínimo de luz sobre los sótanos de nuestro sistema de democracia representativa. Ante todo, resulta necesario distinguir nítidamente el caso anecdótico de los dineros negros del consorcio alemán occidental, presuntamente vehiculados por el partido socialdemócrata alemán (SPD) hacia el PSOE, y la cuestión, más general, de los mecanismos de financíación -española o extranjera- de los partidos, incluidos -llegado el caso- la falta de transparencia de sus balances, la irregular asignación de los gastos y el origen ilegal de los ingresos.La rotunda negativa de Felipe González a las acusaciones de haber recibido directamente dinero negro de Flick era casi innecesaria. La hipótesis según la cual unos fondos eventualmente donados por el SPD al PSOE llevarían la marca de su sucio origen era insensata. Incluso si los socialistas alemanes occidentales ayudaran financieramente a los socialistas españoles, no tendría mayor sentido atribuir tales subvenciones a unos ingresos particularizados, manchados desde el origen por la corrupción. Felipe González y otros dirigentes socialistas han reconocido sin la menor dificultad que el PSOE recibió ayuda financiera de los socialistas alemanes occidentales -y seguramente de otros partidos europeos y americanos- durante su etapa de clan destinidad. Xabier Arzallus, dirigente del PNV, ha escrito, con una admirable sinceridad, qué si durante aquellos tiempos oscuros "nos hubiera venido un homólogo europeo con un maletín conteniendo 250 millones, sin condici6ñes, lo hubiéramos cogido, por muy ilegal que fuese". En la misma situación se encontraron todos los demócratas que se vieron obligados a improvisar de la noche a la mañana, y con la policía y los jueces pisán doles los talones, sus estructuras organizativas. Que esos problemas no se le plantearan a Manuel Fraga, mi nistro del Interior cuando la oposición democrática per manecía fuera de la ley y la calle era suya, es un fenóme no comprensible, pero no generalizable a quienes combatían por las libertades. A la vez, los líderes socia listas han afirmado que a partir de su legalización no han recibido ayuda alguna del exterior. En este punto, el PSOE aventaja, al menos, a Alianza Popular, cuyo líder se ha visto obligado a reconocer que la Democracia Cristiana de Baviera le ayudó monetariamente en 1977. En cualquier caso, las espadas siguen en alto. El sistema de financiación de los partidos, una vez restablecida la democracia y legalizadas sus organizaciones, ha sido materia reservada durante demasiados años y ha engendrado, a resultas de su opacidad y misterio, un cúmulo de conjeturas, rumores y fantasías desbordadas. Los ciudadanos, sobresaltados por el alboroto organizado en torno al asunto Flick por la derecha conservadora, tienen derecho a que la comisión parlamentaria promovida por el Grupo Socialista realice una labor de encuesta rigurosa sobre la financiación de los partidos (incluidas las denuncias sobre sus ingresos ilegales) y a que la información nacida de esos trabajos sea expuesta de forma exhaustiva y detallada ante la opinión pública. Dejando a un lado el caso del consorcio alemán occidental, recordemos que el PSOE ha sido acusado de graves irregularidades y de tráfico de influencias en las administraciones locales. La derecha, por su lado, tiene también asignaturas pendientes de esa misma disciplina en algunos de los territorios donde ejerce el poder. La designación como presidente de la comisión parlamentaria de una personalidad desvinculada de los dos grandes partidos, con experiencia de los asuntos públicos y de reconocida autoridad -señalemos, como ejemplo, que en los escaños del Congreso se sientan dos ex presidentes del Gobierno- aseguraría la neutralidad y la objetividad de los trabajos y disiparía cualquier duda acerca de las eventuales resistencias de los grandes partidos a sacar a plena luz, por el mecantismo de las mutuas compensaciones, las zonas oscuras de sus haciendas.
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