La violencia de los piquetes divide al movimiento sindical británico
La violencia sin precedentes registrada recientemente en las zonas mineras del Reino Unido, donde siglos de tradición liberal y democrática habían hecho olvidar durante lustros los enfrentamientos callejeros, ha sacudido la conciencia nacional británica, ha provocado un cisma de imprevisibles consecuencias en el movimiento sindical y ha abierto una brecha diricil de cerrar entre el Partido Laborisla y la actual dirección del Sindicato Nacional Minero (National Union of Miners, NUM).Las escenas de los choques violentos entre los piquetes y las fuer zas de policía han conmocionado a una opinión pública cuyo sistema de vida ha estado basado desde hace varias generaciones en el respeto al imperio de la ley y a la democracia parlamentaria. Estas escenas, que alcanzaron su punto de máxima intensidad a principios de semana, como consecuencia de un incremento de las reincorporaciones de trabajadores a las minas, son pasadas a diario por las cadenas de televisión y narradas con todo detalle por los periódicos.
Los informativos de las cadenas de televisión BBC e ITV y las crónicas de los enviados especiales de los periódicos a las cuencas mineras -medios calificados por el presidente del NUM, Arthur Seargill, como "hienas" - han tenido el efecto de distanciar a la opinión pública de la causa de los mineros. Como fuerza laboral, el minero ha tenido siempre la simpatía y la comprensión del público.
Y las simpatías siguen,con ellos. Pero el público objeta las tácticas y la intransigencia de la actual dirección del sindicato, encabezado por el trío más militante del sindicalismb británico: Arthur Scargill, Mick McGahey y Peter Heathfleld.
Evidentemente, el Partido Laborista no puede permanecer ajeno a ese distanciamiento de la opinión pública de las tácticas violentas empleadas por los piquetes mineros. Y su líder, Neil Kinnock, galés, minero e hijo de mineros, está tratando de marcar esas distancias. La pasada semana, Kinnock dio la pista de sus sentimientos al declarar en los Comunes que la huelga no podía convertirse en un Gallipolli para el Partido Labórista, en una clara referencia a la batalla de los Dardanelos, en la I Guerra Mundial, en la que las tropas lurcas aplastaron a las britáhicas.
En segundo lugar, Kinnock ha dejado claro que, mientras que el Partido Laborista apoya a los mineros, "no sólo por solidaridad sino porque su causa es justa", su rechazo por las tácticas empleadas por Scargill es total. Kinnock se ha negado a participar en cinco mítines organizados por el sindicato minero en apoyo de su causa, con la excusa de que tenía compromisos contraídos anteriormente, y en privado ha acusado a Scargill de "destruir él solito a la industria minera".
Por su parte, el Trade Union Congress no ha conseguido una solidaridad sindical en torno a los mineros. Sólo una rama del sindicato ferroviario está apoyando la huelga minera. El resultado es que el carbón y el petróleo siguen llegando a las centrales, por lo que no es previsible que se produzcan cortes de energía durante el resto del invierno.
Un grave incidente, registrado el martes por la noche en Gales durante la celebración de un mitín de apoyo a los mineros, entre una parte de los asistentes y el secretario, general de la Confederación Sindical Británica (TUC), Norman Willís, no va a contribuir precisaniente a serenar los ánimos ni a producir más apoyo sindical.
Casi silenciado por los gritos de "Fuera, esquirol", el secretario general del TUC manifesíó que cualquier minero que recurre a la violencia no sólo daña la causa de los mineros, sino que hace un favor a sus oponentes".
"La violencia sólo engendra violencia, y el lanzamiento de gasolina, de ladrillos y de tornillos de acero es absolutamente extraño a nuestra tradición sindical".
Willis no pudo seguir su alocución. En ese momento, tres asislentes al mitin que habían trepado hasta una viga del techo hicieron descender una soga con el nudo de ahorcado sobre su cabeza. El líder sindical abandonó la sala sin que Scargill, sentado en la presidencia, ofreciera la más mínima excusa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.