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Cambio estratégico en la Alianza Atlántica

La adopción de la nueva táctica defensiva de la OTAN amplía el eventual campo de batalla.

Andrés Ortega

La adopción del concepto del FOFA (Follow-On Forces Attack, o Ataque a las Fuerzas Subsiguientes) es el primer cambio importante producido en los últimos 15 años en las tácticas defensivas de la Alianza Atlántica y de hecho puede conducir a una modificación de su estrategia. Los progresos tecnológicos militares han permitido dar este paso difícil, cuya iniciativa correspondió en 1980 al general Bernard Rogers, comandante supremo aliado para Europa (Saceur). Las nuevas tecnologías permiten el ataque en profundidad de objetivos fijos y móviles con armas equipadas con explosivos convencionales, lo que en principio permitiría demorar el uso de armas nucleares. Pero con ello se ampliará el campo de batalla.

Después de aprobado en el Comité Militar de la OTAN, sobre la base de un estudio del Saceur, el acuerdo -se trata en realidad de principios generales a incluir en la planificación a largo plazo- fue ratificado por los embajadores de los países miembros del Comité de Planes de Defensa (DPC, que incluye a todos los miembros, excepto a Francia e Islandia), que se reunirá a nivel ministerial los días 4 y 5 de diciembre en Bruselas. España, según fuentes atlánticas, ha asistido a estos debates sin decir palabra.El FOFA está dirigido contra las fuerzas de explotación y reemplazo del Pacto de Varsovia. Este concepto prevé el tomar como objetivo de ataque concentraciones de blindados enemigos, bases aéreas o pasos estrechos, a distancias que pueden oscilar entre 25 y 400 km hacia el Este, más allá del FEBA, en sus siglas anglosajonas (límite adelantado de la zona de combate), que viene a corresponder con la frontera Este-Oeste en el frente central). Se trata así de desorganizar o destruir los escalones ofensivos de refuerzo del Pacto de Varsovia, que siguen a la primera oleada enemiga. Esas fuerzas subsiguientes enemigas se definen como aquellas que no han sido afectadas por el asalto inicial.

Según sus promotores, el FOFA consolida la doctrina de la defensa adelantada, en vigor desde la adhesión de la República Federal Alemana a la OTAN y que consiste en defender el territorio de la Alianza en su propia frontera, sin ceder terreno. El FOFA prevé el uso de armas convencionales.

El nuevo concepto responde a la doctrina soviética (vista desde la OTAN) de un ataque por parte del Pacto de Varsovia por escalones u oleadas bien sincronizadas, concentrando el ataque en capas múltiples, para hacer una brecha en la defensa atlántica. Con el FOFA, la OTAN intentaría contrarrestar su carencia de tropas desplegadas (sin aumentar su número, lo que sería otra alternativa) y su menor capacidad de movilización si el Pacto de Varsovia atacara en un período de movilización de 8 a 15 días.

El combate en primera línea

El FOFA, con nuevos medios en caso de guerra trataría, de neutralizar un 20% de las divisiones de refuerzo del Pacto de Varsovia y retrasar la progresión de las otras en 72 horas, según un informe de la Asamblea del Atlántico Norte, para mantener el combate en primera línea en unas dimensiones abordables para las fuerzas de la Alianza Atlántica. Algunos expertos han criticado esta postura como obsoleta antes de nacer, dada la aparente creciente tendencia soviética a utilizar sus llamados grupos operativos de maniobra, que se infiltrarían rapidísimamente en la retaguardia atlántica para destruir o sabotear sus principales centros de control, de comunicaciones y sus bases.

La idea del FOFA no es nueva, pero sí sus medios tecnológicos. Estos, y los que se avecinan, permiten, ahora, por medio de nuevos radares, comunicaciones y computadores la vigilancia en profundidad del territorio del enemigo en tiempo real. Es posible, ver en profundidad -por ejemplo con el nuevo sistema de radar norteamericano Pacer Mover- más allá de la línea de combate, mejorar la gestión del combate y fijar objetivos en territorio del enemigo.

Estos objetivos se alcanzarían con misiles balísticos de crucero (tierra-tierra o aire-tierra) que pueden soltar submuniciones inteligentes (que buscan sus objetivos individuales casi por si solas) contra concentraciones de carros de combate, blindados, tropas, areopuertos o centros de control, comunicación y mando. De hecho, siete países de la OTAN ya han decidido lanzarse en un estudio conjunto de misiles antiradar entre otros 11 proyectos de la OTAN de armas de tecnología emergente. Aunque algunos de estos sistemas de armas necesarios para el FOFA tardarán años en ser operativos, otros ya están casi aquí, como las municiones MWI alemanas o las británicas JP233 de destrucción de pistas de aviones.

El debate no ha sido fácil (algunos países, como la RFA, pensaban que había otras prioridades), y el FOFA es aún un concepto. Aunque en principio no tiene que llevar a mayores gastos militares, no todo el mundo comparte esta visión, con el temor añadido de que las nuevas tecnologías lleven de hecho a acentuar la dependencia tecnológica de Europa con EE UU. A ello, se añaden recelos de que, como indica el citado informe de la Asamblea del Atlántico Norte, la ampliación del campo de batalla lleve a una mayor escalada y a un menor control político de la situación.

No obstante, según el citado informe, los expertos consideran difícil el materializar contrataques con cargas no nucleares más allá de 40 o 50 km de profundidad en territorio enemigo más allá la primera línea. Existe también cierto temor de que se debilite la disuasión nuclear y sea así más fácil el conflicto (aunque Rogers opina todo lo contario). La doctrina del FOFA no está aislada de otros movimientos. Ni se para aquí. Desde 1982, las fuerzas norteamericanas disponen de la doctrina de la batalla aeroterrestre, para su uso universal, salvo en Europa. Esta doctrina no contempla un contraataque tan en profundidad como el del FOFA, pero sí una mayor flexibilidad en ofensivas y contraofensivas, en la cesión de terreno ante un primer ataque (lo que sería inaceptable para un país como la RFA) para ganar tiempo, atacar mientras tanto en segundo escalón, y contraatacar luego contra la primera línea.

La batalla aeroterrestre prevé un uso importante de armas químicas y nucleares que no se contempla en el FOFA. Pero este es en cierto modo la adaptación de la doctrina norteamericana a la OTAN. El Saceur es un general estadounidense.

De hecho, EE UU y la RFA están poniendo a punto desde marzo de 1983 una doctrina conjunta -la batalla aeroterrestre del año 2000- que sería válida entre 1995 y 2015. En elaboración está además la doctrina norteamericana Counter Air 90 por la cual, nada más empezado un conflicto, se atacaría con misiles balísticos con cargas convencionales los bases aéreas enemigas, lo que plantea, según opiniones europeas un problema de preservación de la estabilidad en caso de crisis.

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