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'Don BIas', funcionario de guante blanco

Es una sospecha general existente entre la ciudadanía que de cuando en cuando se ve confirmada por hechos probados: algunos funcionarios se aprovechan de su situación, de los entresijos de la Administración y de la ignorancia y del miedo del ciudadano a enfrentarse contra los que pretenden abusar de ellos. Es frecuente oír esto entre la gente que se dirige a las plantas altas del edificio municipal de la plaza de Sant Miquel, en Barcelona, apretujada en los ascensores: "Eso de andar de oficinas no es para mí". En algunas oficinas se hallan personajes como Enrique Blas Piquer.

El sueldo bruto mensual de un auxiliar administrativo del Ayuntamiento de Barcelona es de 76.139 pesetas. Si a esta cantidad se le suma el importe de ocho trienios (1.372 pesetas por trienio) se obtiene la nómina correspondiente a Enrique Blas Piquer, de 55 años, casado, padre de dos hijos, destinado en el mostrador de la planta séptima del novísimo edificio de la plaza de Sant Miquel (Unidad Operativa de Licencias de Obras y Actividades Industriales), hasta el momento en que fue separado provisionalmente del servicio por falta grave el pasado mes de enero. La Comisión Permanente aprobó el pasado viernes el pliego de cargos contra él por falta muy grave de probidad moral y material.De actitud ceremoniosa, su buena planta se agigantaba a los ojos de los humildes vecinos de las calles del doctor Bover y de Pardillo, en los límites del barrio del e, cuando descendía de su lujoso vehículo, elegantemente vestido, con guantes, y aprovechaba cualquier ocasión para dar detalles de sus "recientes vacaciones en la Costa Azul". "Don Blas, que necesito un vado". "Don Blas, que me han mandado un aviso de suspensión de las obras". Para todos ellos tenía una explicación, una consigna: "No se preocupen, todo tiene solución, todo es legalizable".

Para aquellas gentes, muchos de ellos de avanzada edad, de escasa cultura e invadidos de un irrefrenable temor a todo lo que suponga acercarse al ayuntamiento, recorrer los inacabables pasillos y enfrentarse a los funcionarios que se protegen detrás de los mostradores, no había ninguna duda de que don Blas hablaba con conocimiento de causa. Todos ellos sabían, porque las noticias corren rápidamente de boca en boca en aquellos lugares, que aquel señor trabajaba en el ayuntamiento".

Enrique Blas dio con la fórmula que le permitía redondear su sueldo (en su descargo manifestó que su mujer está enferma y su hija mayor sin trabajo) tras el mostrador al que había ido a parar después de su experiencia corno guardia urbano, su- reconversión en ordenanza y, finalmente, su recalificación, en el mandato del alcalde Socías, como auxiliar administrativo. Gestionaba, según queda reflejado en el expediente que fue presentado el pasado viernes a la Comisión Permanente, asuntos relacionados con su negociado: tramitación de obras. Era un gestor fantasma porque en muchos casos, ni siquiera llegaron a tramitarse.

La ignorancia ajena

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Al mostrador de, la séptima planta se llega por un corto pasillo de amplios ventanales. La visión de aquella dependencia es descorazonadora para los que llegan en busca de información. Los expedientes se amontonan por doquier. Algunos funcionarios desaparecen tras ellos cuando se sientan en sus mesas. En este mostrador, distribuido por tres carteles en Obras Mayores, Obras Menores e Industriales, trabajaba desde hacía unos ocho años Enrique Blas.

"Yo quería construir un muro de contención en un solar de la calle del doctor Bover", le explicó un día una señora al funcionario. "Vuelva usted mañana". Y cuando volvió no estaba resuelto, pero al despedirse de ella, amablementé, le dio la mano y deslizó entre sus dedos una tarjeta. El número de teléfono que figuraba en aquella tarjeta correspondía al domicilio de don Blas, que vive en un edificio del Patronato Municipal de la Vivienda, junto al parque de la Ciudadella. Las dificultades se evaporaron, y doña Dolores pronto pudo no sólo construir el muro, sino también, a propuesta de su nuevo asesor, construir un piso en una zona en la que no se pueden conceder licencias. Le costó 600.000 pesetas.

Otro día fue doña Felicitación la que, conocedora del éxito obtenido por su vecina, se dirigió a don Blas para que viera el modo de poder construir algo en su solar de la calle de Pardillo, también en zona de prohibición total para construir. "No hay problerna", dijo. Previo pago de medio millón de pesetas comenzaron las obras.

Tarifás variadasLa tarifa impuesta por don Blas para el permiso de construcción de una valla de separación de solares era de 10.000 pesetas. Un vado costaba 20.000. Una garage ilegal, 150.000 pesetas. En algunos casos la transacción se hacía en metálico; en otros, se conformaba con un talón. La inspección municipal no ha censar aún a los afectados por las iniciativas del ex guardia urbano, entre otras razones porque dice no conocer a ninguno. Sólo el paso del tiempo y la amenaza de la piqueta para las construcciones ilegales concretará, en su momento, la amplitud del número de personas a las que gestionó favores.

Durante algún tiempo capeó el temporal. "Don Blas, que quieren derribar el piso". "Que hablen conmigo, sólo quieren asustarla", respondía él. Y poco después la orden se paralizaba. "¿Una multa? Tráigamela al mostrador". Hasta que un día uno de sus clientes, extrañado por la tardanza en recibir el permiso del vado, descubrió que nunca se había solicitado.

La buena suerte abandonó a don Blas el día que el funcionario que se puso al teléfono, desde el domicilio de una de sus víctimas, dispuesto a cumplir una orden de derribo, no hizo caso a su súplicas ni a la invitación para verse en privado. O el día que insinuó a un ciudadano que la búsqueda de un expediente "le costaría algún dinero". Hasta aquel momento había elegido bien a sus clientes. El último fue a pedir explicaciones al jefe del negociado, y aquello fue el principio del fin. Hubo quien tuvo que pagar multas de 180.000 pesetas por construcción ilegal, o un recargo del 20% por el retraso en liquidar un recibo de plusvalía por valor de 130.000 pesetas cuyo pago había encomendado a don Blas y éste no había efectuado.

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