Ronald 'RTVE' Reagan
El esperado -y después de visto desesperante- despliegue informativo del Ente Público RTVE en el Especial elecciones U S A de la noche del martes y la madrugada del miércoles comenzó bien. Por un lado estaba, como de costumbre, Radio 1, que efectivamente sí hizo tal despliegue, como la SER y la COPE, entre otras, y tuvo, a quienes les interesara el endeble suspense de si ganaba Reagan o si perdía Mondale, con el transistor colgado noche y madrugada como un pendiente de la oreja.La bondad del asunto se prolongó en la pequeña pantalla con un documental realizado in situ por los corresponsales de TVE en los Estados Unidos, Rosa María Calaf y Diego Carcedo, sobre Los que no van a ganar las elecciones: los indios, los inmigrantes, los negros, los hispanos, los turistas del dólar perdidos en las esquinas más sórdidas de la Babel neoyorquina.
Fue este un excelente trabajo de investigación visual y sonora, sociológica y periodística, que abrió de par en par las esperanzas de una buena noche en directo aunque sin alba, pues su final, la concesión del papel del protagonista a un mal actor secundario, estaba más que previsto y era inevitablemente un final feliz únicamente solo para el tendero de Michigan e infeliz para el hombre.
El segundo acto estaba reservado para una película de hace más de tres décadas, pero siempre inédita: ¡Bienvenido Mister Marshall!, aquella pequeña maravilla de humor blanco pasado por ácido negro, escrita conjuntamente por Miguel Mihura, Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga y dirigida por este último en 1952.
Pero ahí comenzó la escalada hacia el desastre, pues una película de esta sutileza, concebida como un relato poético, es decir como un continuo de imágenes en las que ni una sola puede faltar para que la cadencia del filme no se desmorone, o se contempla en perfectas condiciones técnicas o se abstiene uno de verla y aguarda a mejor ocasión.
Pero nadie advirtió a nadie de que la copia del filme de Berlanga que emitió TVE la noche de marras era literalmente impresentable, todo un desecho.
Copia impresentable
Celuloide muy gastado -era con toda probabilidad una copia que se ha paseado por decenas de salas de proyección deficientemente equipadas-, banda sonora en pésimo estado -vaivenes de intensidad, músicas lloradas y diálogos con resonancias de oquedad-, cortes en todos los finales y principios de rollo -lo que hizo desaparecer un par de secuencias casi por completo- y continuas rupturas en la continuidad interior de las que quedaron, que así acabaron por descomponer el ritmo del filme, ritmo que es, cuando se disfruta en buena copia, uno de los aspectos más logrados de ¡Bienvenido Mister Marshall!.
Después de este desaguisado, el resto del programa parece que se consideró moralmente autorizado para no dar pie con bola. Y a la chapuza siguió la chapuza.
A Rosa María Calaf, que tan bien lo hizo en el documental aperitivo, la trajeron de un salto de Nueva York a Prado del Rey, ¿para qué?: para dar la cara en la coordinación de un programa que cualquier presentador medianamente curtido por las cámaras hubiera podido sacar adelante de espaldas.
Se echó de menos a la periodista en el que hoy por hoy es su medio, en los Estados Unidos, aunque lo cierto es que, de haber estado allí, Rosa María Calaf hubiera salido en las pequeñas pantallas, esta vez realmente pequeñas, como salió el pobre Diego Carcedo: en foto fija y con su lejana voz pegada al teléfono, cosa que la radio supo hacer mejor que TVE, como mandan los cánones.
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