Dos gotas de cola
No es un duelo de ideologías, creencias religiosas, programas políticos, filosofías económicas o estrategias mundiales. Tampoco es un enfrentamiento de telegenias o encantos personales, como por ahí repiten, porque los candidatos, una vez trajeados, maquillados y adoctrinados para el debate de la televisión, se parecen endiabladamente, como dos gotas de cola, cerveza, ketchup o hamburguesa. No es un duelo de mensajes, ni siquiera de formas diferentes: apenas es un duelo de formatos. Existe el formato Reagan y existe el formato Mondale. De la misma manera que también es un hecho mundialmente reconocido que existen los formatos coca y pepsi, a pesar de que todo, desde la química hasta la publicidad, sabe y suena a lo mismo.En la era del duopolio, cuando las enormes diferencias plurales se reducen a microscópicas distinciones binarias, lo que cuenta es acertar con el formato de moda. Y para eso están los sondeos, el marketing, los debates televisivos, los baños de muchedumbre, las encuestas y la agotadora campaña. Toda esta excesiva ceremonia electoral, iniciada hace más de un año, sólo tiene un objetivo: limar las aristas suprimir la variedad, erradicar e¡ desorden, reducir las distancias, expulsar los extremos, empatar las opciones e instaurar el signo de igualdad.
Candidatos reversibles
La prueba es que al principio de la campaña los distinguíamos mejor. Porque ahora, en vísperas del acontecimiento, los candidatos empiezan a resultar francamente reversibles. Vemos a un Mondale más actor y a un Reagan que fracasa ante las cámaras. El republicano habla sin rubor de paz, y el demócrata no duda en ofrecer mano dura en política exterior. El septuagenario rejuvenece milagrosamente, pero el cincuentón revejece a marchas forzadas. El presidente dice que Norteamérica es grande, y el aspirante replica que con él será aún más gigantesca. El ex actor discursea como jurista, y el ex abogado sermonea como un secundario de John Huston. El reaccionario habla todo el tiempo de progreso, y el progresista, de tradiciones. El que tenía que citar a Galbraith cita a Friedman, y al revés.
Al menos desde esta deprimida orilla del Atlántico cuesta bastante trabajo captar las sutilezas que distinguen esos dos formatos políticos, que creen fanáticamente en Dios, en el misil, en el mercado, en el pueblo elegido, en lo privado, en la familia nuclear, en la tercera ola, en el marketing y en el show bussines. Es como cuando tienes sed y el camarero te obliga a elegir entre coca o pepsi. Entonces todo depende de que te guste Julio Iglesias o Michael Jackson.
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