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La violencia se adueña de la India

El terror sectario amenaza prolongarse tras la cremación de Indira

El estallido de violencia que azota a la India desde el asesinato el pasado miércoles, por miembros sijs de su escolta personal, de Indira Gandhi amenaza con prolongarse después de la cremación del cadáver de la primera ministra, prevista para las 16.30 horas de hoy (doce de la mañana, hora peninsular española). La India entera fue ayer escenario de gravísimos disturbios, los más graves (aunque no todavía los de mayor número de víctimas) de su historia como país independiente. El Ejército ha salido a las calles de Nueva Delhi y otras ciudades para intentar frenar los deseos de venganza de los hindúes. El toque de queda, que afecta a grandes zonas de la capital desde las seis de la tarde hasta el amanecer, no ha impedido que continúen los incendios, los saqueos y los linchamientos.

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Nadie parece estar a salvo y seguro en estos momentos en Nueva Delhi. "Nunca las masas han atacado a la Prensa como lo hacen ahora, destrozando sus equipos fotográficos o de televisión. Hay un furor peligroso contra los extranjeros, y nosotros, el Gobierno, no podemos hacer nada", dijo a este periódico el secretario para Asuntos Exteriores, Hyder Ali, quien añadió que "el asesinato ha enloquecido a la población y el caos nos desborda". El caos salta a la vista. Por las amplias avenidas de Delhi, obra de la arquitectura imperial de Lutyens, pasan los automóviles de los primeros dignatarios llegados para el funeral, entre escombros, vehículos incendiados y escenas de enfrentamientos de la población. Aunque han sido apostados soldados gurkas en puntos estratégicos, los incendios se suceden y la actuación de los bomberos es lenta, si llega, o insuficiente. Muy cerca del corazón de la ciudad, en la plaza Connought, ardieron en la mañana de ayer 16 automóviles, como si se tratara de fuegos artificiales.

La policía, próxima al lugar, ni siquiera alejó a los incendiarios. Algunos conductores eran obligados a salir de los coches y entre golpes e insultos imploraban un perdón que no recibían. La mayoría de los taxistas pertenece a la secta sij y ahora no se atreven a salir de sus casas y ocultan sus vehículos.

Uno de los incendiarios, lleno de entusiasmo por su acción, decía: "Les quemaremos también las barbas" aludiendo a este rasgo distintivo de los sijs, que por imperativo religioso no pueden cortarse barba ni cabello.

Todos los hoteles de la ciudad se encuentran saturados. El comercio cerró sus puertas el mismo día del asesinato, el pasado miércoles, y no abrirá hasta el próximo lunes. La paralización es total y el caos y la confusión hacen temer a los hoteleros que el turismo sufra en los próximos meses un quebranto irreparable. Grupos de turistas sorprendidos por el asesinato no saben a dónde ir ni a quién pedir asistencia. Nadie parece capacitado para garantizarles que podrán salir del país si los desórdenes callejeros les impiden alcanzar el aeropuerto.

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No hay ningún transporte público, y apenas unos escasos y codiciados taxis están en funcionamiento. Las masas acuden a pie o en bicicleta a rendir su último adiós a Indira Gandhi, cuyo féretro, fuertemente vigilado por oficiales del Ejército, está expuesto a las multitudes en el Museo Nehru, antigua residencia del padre de la asesinada primera ministra.

Las escenas de histerismo desatan más emociones y se suceden llantos de mujeres asediadas por los reporteros llegados de todas partes del mundo.

Un recorrido grandioso

La solemne procesión del funeral tendrá un recorrido grandioso por las principales avenidas de la ciudad. Partirá del museo, en Teen Murti, y llegará, cuatro horas más tarde, al lugar de la cremación, Shantivana, junto al río Yamuna.

A los casi cinco millones de habitantes de Delhi se sumarán cientos de miles de personas -campesinos en su mayoría- llegadas de otras partes del país, así como delegaciones de cada uno de los 22 Estados de la unión. Y nadie se atreve a pronosticar una ceremonia sin incidentes.

Como telón de fondo de la consternación y la violencia extendidas por todo el territorio, persiste el miedo a la dictadura que una situación de caos prolongado podría justificar. La dinastía Nehru, ahora con tres generaciones al frente de la nación, derrama su encanto mágico entre la población. El martirio de Indira Gandhi, figura central del clan, puede cerrar una era al cabo de más de 30 años de poder de esta familia. Pocos, desde la Prensa o desde las calles, ven en el nuevo líder, Rajiv, el carisma que tuvo su madre, a la que muchos consideraban la emperatriz democrática de Asia, el símbolo de una India inmortal.

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