"Les pasa por ser buena gente""
Ninguno de los pasajeros, dormidos mientras los presos esposaban a los guardias civiles, había oído o visto nada. Sólo uno, un hombre robusto con gafas, tonteaba sobre la cubierta y seguía descuidadamente los pasos de los secuestradores pensando qué hacer para impedir lo peor. Era un oficial del barco, sin su uniforme: "`Para disimular llegué a hacer manitas con una pasajera. La cuestión era no perderlos de vista: estaban armados". Cuando horas después se bajó la pasarela, el mismo oficial, seguido por uno de los presos que no le reconoció y que intentaba escapar, el oficial indicó a la Guardia Civil que aquel pasajero llevaba las armas en la bolsa de mano.Mientras una veintena de mandos y números de la Guardia Civil intercambiaba con los marinos felicitaciones mútuas y comentarios, uno de los guardias civiles desarmados salió taciturno por la boca trasera del barco. Su aspecto de tristeza y fastidio, mientras un compañero abría las esposas que le sujetaban las manos, no le protegía de la severidad con que sus superiores le observaban. "¿Y qué quiere?", comentaba uno de los oficiales mercantes. "Pues, por humanidad o por elemental trato humano, cuando piden algo se lo dan: cerveza o tabaco. Esto les ha pasado por ser buena gente".
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