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Tribuna
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La elipse

22 lunesConvierta sus pesetas en moneda extranjera. Es lo que está haciendo la derecha patriótica mientras Felipe González sale a la pizarra del Congreso/tele y explica el estado del Estado. Compre divisas, oiga. Es lo último que se le ha ocurrido al dinero español: comprar dinero extranjero. Más ingenioso, aún, que llevarse la pastizara a Suiza en el tren de Lourdes. La izquierda cree que don Manuel Fraga, con su parloteo parlamentario, ayuda al PSOE. Calumnia. Fraga es el muñecón de feria que distrae al personal con su poujadismo de garbanzos y teledeum -don Manuel el garbancero-, mientras, por detrás de él, los de las "penas finas", que diría Francisco Nieva (nuestro primer hombre de teatro), procuran que su pela siga la marcha del dólar. O del marco, o del franco suizo, o del yen o la piastra. Tener el calcetín lleno de piastras también es un porvenir, hoy, en España. Se coge, se llega, se agarra, se va y se invierte en divisas. Los peatonales españoles del dinero (que nunca son peatones) ya pueden hacerlo. "¿Y quería usted un interés fijo o flotante, oiga?". "Yo, lo que quería, o sea, era la exención de retenciones fiscales". "Pues nada, firme aquí y aquí". La voz privilegiada de Raphael le pone fondo a todo esto con un nuevo hispavox. Cómo canta, qué tío, mucho más personal que Julito. Jullán Marías escribe y habla sobre el estado de la nación. ¿Y el estado del Estado? "Ya está: tiene usted liquidez a partir de un año". "Qué bueno que vine". Así se van salvando los que siempre se salvan. Con la ayuda y la sabiduría mundial de la Banca más vagabunda del mundo. Vagamunda. Servicios en Madrid y Barcelona. Bank. Y Felipe, afinando tantos por ciento de reparto social.

23 martes

Connie Larsen, yanqui, me escribe una larga carta, a un espacio. Parece que me lee en la lejanía/ cercanía. Siempre hay una yanqui en la vida de uno, como siempre hay un presidente yanqui (generalmente Reagan) en la vida de un político español. Cela presenta el libro de Mariar o Tudela, viejo tronco, sobre Aquellas tertulias de Madrid. Tudela, Alcántara, hombres de los 60 a quienes uno amó cuando Madrid empezaba a ser, para uno, una trilogía. La otra noche he estadio con Alcántara: "En whisky pide siempre Cutty Sark, y en wodka, Wiborova". Dulces maestros de una edad sin magisterio. La bella y la bestia, de Melendres, en el Olimpia. Fernando Lara me invita a la Semana de Cine de mi pueblo, Valladolid. Primero le quitaron lo de "valores religiosos" y luego lo de "humanos". Volvemos al arte por el arte de WiIde, cuya biografía, por Peter Funke, releo en estos días. Inevitablemente, unos cuantos vascos han teatralizado el oficio de tinieblasl5 de Cela. Es uno de los mejores libros del maestro, pero tan refugiado en la literaturidad que no le veo -con perdón- teatralidad. Aunque, como me suele decir Delibes, "todo ayuda a todo". Concluyo mi Fábula del falo.

25 jueves

En Mondale reencarna Stevenson, el de las suelas rotas. En cada elección presidencial americana (democracia es epifanía) reaparece, reencarnado, el hombre que hubiera podido ser, y que siempre es el mismo, ahora con el peinado europeo de Mondale, demócrata, y con sus ademanes correctos, nada Far West. Veo en los minicines de mi pueblo Beat Street, una versión/80 de los portorriqueños en Nueva York, menos operística que West Side Story, y más expresiva en sus planteamientos sociales. "Mi presidente se ha olvidado de la Tierra", cantan. Sea como fuere, la América otra, la USA que amamos, apunta en cada campa ña electoral (ahora es Mondale) como una ballena blanca que en seguida se hunde, como una Moby Dick que tiene su equivalente en el Metro blanco del Bronx (Beat Street, ráfaga lírica del filme), expresión de las obsesiones de un pintor periférico que se realiza pintando vagones de Metro para los demás. Eso es la América viva, pese a RR.

27sábado

Lo anoté aquí el lunes, como de pasada, y lo repito hoy, para que conste: Raphael, un poco melancolizado, es nuestro cantante, mucho más que el impersonal/internacional Julio Iglesias. La opción se nos plantea siempre a los españoles, incluso en política. ¿Ser español/español como Fraga o ser, sencillamente, europeo, como Felipe? En política optamos por esto último. En el arte, en la creación, en el folklore, donde lo que se vende, precisamente, es la diferencia, optamos por todo lo contrario, desde Cervantes a García Lorca, pasando por Raphael. Julito suena en todo sin sonar en nada. Julito suena a Sinatra o a Croshy, cuando quiere (como Paloma San Basilio en mujer, que me sigue debiendo un billete, la muy piba). Raphael suena español, qué le vamos a hacer. En política conviene ser como los demás, ecuménicos y sincréticos (así se gana el Nobel, entre otras cosas). En el arte, desde el Romanticismo, no cuenta otra cosa que la diferencia, o sea el carácter: Goya, el colectivo romántico español que fascina a Europa, Unamuno, existencialista de originalidad radical frente a Kierkegaard o Heidegger. Del 27, tan europeo, Europa sólo lee a Lorca, tan español (y lo más español de Lorca). Raphael suena a tonadillera madrileña, a chapero andaluz, a niño pobre español. Raphael vende España como Hollywood vende westerns. Hay que recusar la España different de Fraga/Congreso. Hay que precisar, en cambio, la diferencia que nos hace españoles, como cada país precisa la suya. No seamos, como dice Borges de los argentinos, unos "europeos exiliados". Pero tampoco seamos impersonales. Felipe es tan andaluz cuando dice "unas pocas de bombas", como Raphael cuando mueve la manita. Entre el Sinatra apócrifo (Herralde/Anagrama acaba de publicar la novela de un hombre que se parecía a Sinatra) y el Raphael racial, uno se queda con Raphael. Felipe dice "unas pocas de bombas". Hace dos años lo definí en Liberation de París como el "moro amigo". Entre moros.

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