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La era de Ronald Reagan / y 3

En la Casa Blanca vive un anciano presidente al que el pueblo perdona sus defectos

Francisco G. Basterra

Algo había fallado, 48 horas después del primer debate entre Ronald Reagan y Walter Mondale, en Louisville (Kentucky), la Prensa, liderada por The Wall Street Journal -curiosamente, el periódico que inspira la doctrina Reagan-, comenzó a dudar de la capacidad del presidente para continuar dirigiendo el país a sus 73 años. Hasta ese momento, Reagan parecía indestructible: sus fotos a caballo, cortando leña en su rancho de California, nadando en el Pacífico o haciendo gimnasia en los sótanos de la Casa Blanca habían servido para que nadie se refiriera al factor edad en la campaña. Una simple frase y el efecto multitudinario creado por la Prensa sobre el tema -las opiniones de los mejores geriatras del país sobre la senilidad y sus posibles consecuencias sobre el cerebro de un hombre en la octava década de su vida se han convertido en lectura obligada en los principales diarios- han hecho a Reagan vulnerable.Un amigo del presidente explicó así lo que ya se conoce como la noche amarga de Kentucky: "Para que no apareciera como un estúpido que no conoce los informes, le atiborraron de datos y consiguieron confundirle". Evidente: mente, lo suyo es otra cosa. Su poder de comunicación se basa en la repetición de eslóganes del estilo de "Americano, vuelve a amanecer".

¿Se puede ser presidente Je una superpotencia a 15 años del siglo XXI, en un mundo brutalmente acelerado por la revolución tecnológica, habiendo cumplido los 73 años, con serios problemas en el oído derecho, trabajando más bien poco, con una muy escasa preparación intelectual y un desconocimiento admitido de las grandes complejidades de los asuntos económicos o estratégicos? En cualquier democracia europea la respuesta sería al menos dudosa. Aquí está claro: sí. El presidente es un buen líder de la nación, y así es visto por la mayoría de sus conciudadanos.

Reagan no trabaja mucho, prefiere actuar como el presidente de un consejo de administración, con una jornada de nueve a cinco. El consejero nacional de seguridad le va a ver todas las Mañanas a las 7.30 horas para informarle de la situación en el mundo.

No está muy preparado intelectualmente, y aborrece los análisis políticos de fondo. Reagan jamás se ha encontrado a gusto entre intelectuales. Se acepta que tiene grandes lagunas en el conocimiento de las cuestiones económicas, internacionales y de seguridad. Es famosa su confusión de Bolivia con Brasil en los brindis de una cena en Brasilia.Sin embargo, es el presidente más popular desde los tiempos de Dwight Eisenhower. Los ciudadanos no parecen pedirle datos o respuestas concretas, sino que se conforman con que esté en la Casa Blanca como una figura paterna que les reafirme continuamente que los asuntos públicos van bien y que el futuro es brillante.

Como escribió James Reston en The New York Times, Reagan es como el vaquero del anuncio de Marlboro. Cabalga sobre una visión idílica del sueño americano, sobre un mito, sobre un estado de humor optimista que no quiere oír que 36 millones de norteamericanos viven en la pobreza, que el peligro de guerra nuclear es real o que el déficit público es un caballo desbocado que puede arruinar a la siguiente generación. Estos datos se los deja a Mondale, a, quien continuamente acusa de vender pesimismo con su discurso de sangre, sudor y lágrimas.

La mayoría del país perdona a Reagan sus limitaciones y conecta con su liderazgo. El reconocimiento de que un líder creíble y firme ocupa la Casa Blanca ha sido el principal éxito de su mandato. No hay nada peor que ver cómo se erosiona el poder adquisitivo de los salarios. El presidente, que sufrió personalmente los amargos tiempos de la gran depresión, lo sabe, y ha tenido el acierto y la suerte de reducir la inflación a un 4%.

Sólo, como escribió Newsweek "es detestado por una ferviente minoría de votantes, formada esencialmente por políticos liberales, intelectuales y un sector de las mujeres, que le ve como a un reaccionario machista, insensible a los problemas de las clases más desposeídas de la población.

Exito con los jóvenes

Sorprende su éxito con los jóvenes, y durante la campaña ha sido incluso bien recibido en los campus de las universidades californianas, crisol de los antiguos hippies, ahora convertidos en yuppies. Mondale, el candidato más pacifista, ha sido abucheado. "La nueva generación no tiene ya nada que ver con el movimiento de los derechos civiles, y la guerra de Vietnam acabó hace 12 años", afirma el psiquiatra de Harvard Robert Coles. "Lo que los jóvenes ven en Reagan", añade, "es optimismo. Le perdonan sus ideas sobre el aborto. Lo que les identifica con el presidente es la idea de que hay un futuro económico para ellos".

Sus frecuentes declaraciones de firmeza en la conducción del país frente a la Unión Soviética, algo que es sentido en Europa como una cualidad negativa y atemorizante, provoca aquí el efecto contrario. Reconforta saber que en la Casa Blanca habita un hombre que no se deja presionar. Todos los intentos, ya iniciados por Carter en 1980, de convertir a Reagan en un vaquero dispuesto a disparar el primero el botón nuclear han fracasado.

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