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Reportaje:

Claude Simon: "Ya estoy quemado para el Nobel"

El escritor francés explica en España sus ideas sobre la literatura

Autor de 14 novelas y otros textos narrativos más breves, no puede decirse que sea un novelista excesivamente fecundo, después de 39 años de escritura. Sin embargo, se considera un gran trabajador -"sólo soy un productor", dice, "un trabajador encarnizado"- y va elaborando lenta y minuciosamente una obra que goza de un gran prestigio ya en el mundo entero, y que ha sido traducida a todos los grandes idiomas.

Nació en Tananarive, en Madagascar, en 1913, hijo de un militar francés que murió un año después, en los primeros combates de la guerra del 14, en las cercanías de la frontera franco-belga. En los mismos parajes Claude Simon estuvo también a punto de perder la vida en la segunda gran guerra, en 1940. Pero no le gusta hablar de su vida: su blografía cabe en 20 líneas, y le gusta citar a este respecto una frase de Paul Valéry: "La curiosidad biográfica puede ser perjudicial, pues demasiado a menudo proporciona la ocasión para no afrontar el estudio orgánico de la poesía".

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Su primera novela, Le tricheur, data de 1945, y poca gente ha podido leerla. En realidad, tanto este libro como los tres siguientes -La corde raide (1947), Gulliver (1952) y Le sacre du printemps (1954)- no se han vuelto a reeditar casi desde su aparición. "No quiero volver a publicarlos, no hay por qué dar a los lectores productos que no me convencen", dice. Aunque los lectores españoles pudieron gozar a finales de los sesenta de sendas traducciones de los dos últimos títulos citados, que aparecieron en Venezuela. Para entonces, Claude Simon había publicado ya seis títulos más, con los que rompió con su prehistoria de escritor e inició su verdadera carrera.

La 'nueva novela'

"Yo no tengo una carrera de escritor, no me gusta esa palabra. Escribir es mi vida, no mi carrera". Con Le vent, en 1957, sorprende a la crítica y al público y se incorpora a ese movimiento que se hizo tan célebre como luego fue mal comprendido, y que fue la escuela del nouveau roman francés de mediados de siglo, al lado de escritores como Nathalie Sarraute, Alain Robbe-Grillet y Michel Butor. Al año siguiente apareció L'herbe, que confirmó los pronósticos, y empiezan a multiplicarse las traducciones de estos libros. Estosdos títulos aparecieron en castellano editados en Argentina, en 1961, y el segundo de ellos gozó de un traductor de lujo: Miguel Ángel Asturias, que tradujo junto con su esposa ese extraño y lujoso relato que es La hierba.

En la década de los sesenta Claude Simon consolida definitivamente su oficio de escritor con la publicación de cuatro nuevas novelas, de lasque tres fueron traducidas ya en España: La ruta de Flandes, Le palace -la única inédita en castellano, tal vez porque su escenario es la Barcelona de la guerra civil, donde estuvo el joven Claude Simon-, Historia y La batalla de Farsalia. Sin embargo, como sucedía con el resto de las producciones del nouveau roman, sus libros eran más apreciados por la crítica que por el público: se venden bien y Simon está considerado como el mejor y más puro narrador del grupo, pero no constituyen grandes éxitos de venta. "Es un músico del lenguaje, un artista al que pronto tendremos que llamar genial", señalaba por aquel entonces The New York Times.

Otras cuatro novelas más configuran hasta hoy la obra narrativa de Claude Simon, la última de las cuales es tal vez la más original, perfecta y voluminosa, la que le llevó hasta las puertas del Nobel: Les corps conducteurs (1971), Trypfique (1973), Leçons de choses (1975) y finalmente Les Géorg¡ques, en 1981. A diferencia de sus compañeros de grupo, Claude Simon no ha escrito otra cosa que relato, textos narrativos. Otros títulos son Orion aveugle, un texto en el que explica su método de trabajo, y La chevelure de Berenice, que recogió en 1983 unos breves textos que acompañaron la edición de una serie de pinturas de Joan Miró en 1966.

España y la guerra

El escritor reparte su residencia entre París y el pueblecito de Salses, en las cercanías de Perpiñán. "Mi madre era de Perpiñán", dice, "y allí viví toda mi infancia y juventud. Por eso España es para mí una vecindad habitual, y en casi todos mis libros hay referencias españolas". Uno de ellos, Le palace, es una minuciosa y encarnizada descripción de un acontecimiento de la guerra civil española. Con su prosa de mármol, visual y musical al mismo tiempo, describe el asesinato de un líder anarquista en los primeros días de la guerra, su entierro y hasta los pensamientos de su asesino. "Yo era muy joven y romántico en aquel tiempo. Había hecho el servicio militar en un regimiento de dragones, y en 1936, al estallar la guerra en España, me presenté en Barcelona, y lo que vi entonces sigue estando en mi interior y surge de vez en vez en mis libros".Pero su estancia en España duró poco: "Vi que aquello había empezado mal y regresé pronto a Francia. Las escenas de mi libro son reales, pero lo que describo en mi libro no se trataba del entierro de Durruti, que no lo vi, sino el de un jefe de la policía muerto por los anarquistas. Como también la figura de George Orwell y la herida que sufrió me inspiraron escenas relativas a uno de los personajes de Las Geórgicas, el del joven inglés voluntario en la guerra española". Todo se ha convertido en imágenes que han suplantado a la realidad. Pero el regreso a Francia no le evitó los horrores de la guerra. En 1939 fue movilizado y enviado a la frontera franco-belga, a orillas del Mosa, donde su escuadrón de caballería fue aniquilado al año siguiente.

"Aquello fue una verdadera masacre, una matanza en toda regla. Luchábamos a caballo contra los aviones y blindados alemanes, y durante ocho días vi la muerte cara a cara. Los de infantería tenían más suerte. Cuando llegaban los aviones se refugiaban en los bosques o en las cunetas de los caminos, pero nosotros teníamos que sujetar a los caballos, que se erguían y piafaban de terror, convirtiéndose en fáciles blancos para las bombas". A punto de morir en los mismos parajes donde su padre había muerto en la guerra anterior, logró sobrevivir y fue hecho prisionero y enviado a un campo alemán; pero se escapó al final. Sin embargo, aquellas escenas marcaron su vida y reaparecen a lo largo y ancho de su obra literaria una y otra vez. Y después, como final, Claude Simon no quiso volver a España durante los largos años del franquismo, a pesar de vivir a menos de dos horas de Barcelona. Hasta hoy.

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