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Vuelve la afición y se encuentra la puerta cerrada

Plaza de Las Ventas. 14 de octubre.Cuatro novillos de Arturo Gallego, quinto, sobrero de Puerto de San Lorenzo, y sexto de González San Román: desiguales de presentación y comportamiento, en general con problemas. Un toro de Mercedes Pérez Tabernero, bravo, para rejones.

El Porteño. Dos pinchazos y bajonazo (silencio). Pinchazo y estocada (vuelta por su cuenta). Manel Moreno. Cinco pinchazos, estocada enhebrada que asoma por el otro lado -aviso-, pinchazo hondo y descabello (ovación y saludos). Pinchazo, estocada y dos descabellos (aplausos y saludos). Juan Rivera. Pinchazo, estocada, descabello -aviso- y otro descabello (vuelta). Media atravesada -aviso- y descabello (ovación). Curro Bedoya, oreja.

Había gran ambiente de tarde de toros en Las Ventas y a los toreros se les veía pletóricos de valor y ganas de llegar a figuras. La fiesta ha experimentado estos últimos meses un inesperado relanzamiento. Recuperada su popularidad e importancia, el público vuelve a interesarse por ella, se habla de toros en la calle, y en la plaza se siguen apasionadamente los incidentes de la lidia. Un delicioso otoño acompaña, como si estuviera programada, esta revitalización del espectáculo. Pero la afición madrileña, que acude a Las Ventas con más ilusiones que nunca, no va a tener ocasión de satisfacerlas: le han cerrado la puerta.Ahora que la ocasión se presentaba propicia para consolidar este ambiente y dar respuesta a las ganas de ver corridas que tiene el público madrileño, se acabó la temporada, por decisión de la empresa. En los planteamientos organizativos es donde el toreo ha tenido siempre su principal fallo, y son ellos los causantes de todas sus crisis. El Porteño, Manel Moreno, Juan Rivera, y otros muchos, que a pesar de sus limitaciones técnicas se abren camino entre la novillería con decisión y esfuerzo, verán interrumpida su carrera; otro invierno a esperar de nuevo, cuando en esta misma temporada tenían posibilidades de afianzarla.

La novillada de ayer, muy desigual en cuanto a presentación, bravura y nobleza, presentó problemas, que acentuaba la inexperiencia de los espadas. Los tres equivocaban con frecuencia terrenos y distancias, lo cual les deslucía las suertes, o les ponía a merced de los novillos. Pero suplían los errores con valor, volvían a la cara del toro sin desanimarse y ponían emoción donde no podía haber arte.

La lidia del segundo, condenado a banderillas negras, dio la medida de la casta del portugués Manel Moreno, que aguantó con impresionante impavidez las violentas tarascadas del manso y hasta se permitió el lujo de torear en redondo con estilo depurado. Sufrió una voltereta espeluznante, en la que el novillo le agujereó la taleguilla a la altura de la tripa, y si el público contempló horrorizado el percance, a él pareció no afligirle, pues volvió a ponerse delante de la fiera, y dispuesto a bajarle la mano. Con el quinto, que era reservón, sufrió tres volteretas más, y se habría dicho que llevó la peor parte en la pelea si no fuera porque de los dos en combate, quien ahora lo cuenta es Manel.

Otro torero con futuro es Juan Rivera, a quien correspondió el mejor novillo de la corrida, bravo en varas, noble en la muleta. Admitía faena buena y Juan Rivera se la instrumentó irregular, con muchos altibajos; unas veces imprimiendo hondura a las suertes, otras resolviéndolas en barullo, pero estos son fallos lógicos en novilleros. Para nota, quedaron los lances al delantal de saludo, muy toreros y ceñidos, y la ligazón de los pases de pecho, que repitió en el quinto, cuando pudo advertir que en terreno de chiqueros no le iba el novillo y lo cambió a las antípodas del 7.

El Porteño también se mostró torero más animoso que técnico y ofreció dos tercios de banderillas dispares: clavaba por los costados en uno, en otro, reuniendo en la cara y prendiendo arriba. Y aún hubo la actuación segura y brillante del rejoneador Curro Bedoya, que entusiasmó al público. Remoloneando, con ganas de ver toros, se marchaba la afición, ya en la anochecida. Pero tendrá que resignarse: la empresa le emplaza para el año que viene.

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