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Andreotti, el niño prodigio que sólo llegó a político

Juan Arias

Quería haber sido médico o juez, pero no pudo porque tenía que trabajar. Su padre era un maestro de escuela romano y murió cuando su hijo Giulio tenía sólo un año. No hubiese nunca imaginado que aquel niño iba a hacer famoso su apellido, Andreotti, tras haberse convertido en uno de los hombres políticos de la posguerra más famosos, más discutidos, más temidos y más sorprendentes de este país.Uno de los escritores más cáusticos en la actualidad, Giorgio Bocca, -acaba de definir a Andreotti, que ha sido 14 veces ministro y cinco presidente del Gobierno y que lleva 40 años sin dejar un minuto la política activa, como "genial, sinuoso, hábil, cínico y nunca banal".

Andreotti se autocalifica como un modesto pecador; Bocca, comentando la defensa que el ministro de Asuntos Exteriores acaba de hacer contra quienes están pidiendo sus dimisiones por considerarlo mezclado en el escándalo Sindona, afirma que revela en ella "un candor de Satanás en buena fe", y que aparece como "un diablo bueno que conoce todo lo de éste y lo del otro mundo". Tiene hoy 65 años. Hace 12 había prometido que a esta edad se habría retirado de la vida política para dedicarse a ser escritor de profesión. Pero sigue aún en la brecha.

Hay quien asegura que su vida política acaba de ser herida a muerte, que los 10 1 votos de Parlamento pidiendo sus dimisiones le han cerrado definitivamente sus aspiraciones a la presidencia de la República. Otros, sin embargo, piensan que se ha tratado de un simple resbalón, de un par de banderillas que sabrá sacudírselas de encima con la habilidad que le caracteriza.Salir a flote

Porque una de las características del democristiano Andreotti ha sido siempre la de salir a flote, indemne, de todas las borrascas políticas, de todas las acusaciones y zancadillas, como no hay escándalo de los últimos tiempos en este país en el que no aparezca directa o indirectamente su nombre. El senador Giorgio Pisano ha afirmado que en las actas de la comisión parlamentaria que indaga sobre la logia secreta de Licio Gelli el nombre de Andreotti es, de todos los políticos, "el más citado".

Pero se ha visto envuelto también -en una incompleta relación- en el caso de las desviaciones de los servicios secretos, en el caso Miceli-Maletti de la matanza de Piazza Fontana de Milán, en el asesinato del niño Peccorelli, en el escándalo del petróleo Enin-Petromin en la quiebra del banquero sizziliano Michele Sindona, y últimamente en el asesinato del general de carabineros y gobernador de Palermo, Carlo Alberto dalla Chiesa, por parte de la Mafia.

Pero nadie ha podido hasta el momento presentar una sola prueba testimonial contra el político Andreotti.

Hay quien asegura que todos le tienen miedo porque escribe todo en su agenda desde 1.974. Y en código. Uno de los deseos más inconfesables de todo periodista y político ha sido siempre violar esos secretos embalsamados de Andreotti.

Un gran sentido del humor

Pero junto al miedo, Andreotti despierta también simpatía, porque es un personaje que atrae cuando se le trata personalmente. Tiene gran sentido del humor. Es cínico, pero también cordial, de espíritu sutil, con una vena de escepticismo católico y de fatalismo cristiano. Paradójicamente no es ni clerical ni beato. Y eso que ha sido, desde Pío XII, la cremallera entre el Vaticano y su Partido, la democracia cristiana. Dicen que del Vaticano, del trato con los cardenales que pasan por su casa más que los políticos, ha aprendido sabiduría jesuística.

Tiene la casa, 11 habitaciones, más cerca del Vaticano que ninguno de los políticos que viven en Roma, llena de nadonnine de marfil, Cristos de bronce y retratos de obispos. Va, si puede, a misa todos los días y hace de monaguillo, pero no es ningún santurrón. Colecciona campanillas. Tiene más de 500 y las estudia en in catálogo en latín titulado De lintinabulis.

Tiene licencia de caza, pero no escopeta. Ha sido uno de los que más tiempo han estado como ministro de la Defensa, pero en la mili fue dado estrecho de pecho. La única asignatura en la que sacó en la universidad sólo aprobado fue en ciencias económicas, y fue ministro de Finanzas.

Quizá la ausencia prematura de la figura paterna lo llevó a buscar en De Gasperi, fundador le la democracia cristiana, a su segundo padre. Se puede decir, en efecto, que Andreotti creció como político en sus rodillas y a sus 28 años era ya subsecretario le la presidencia del gobierno con De Gasperi. Desde entonces su carrera no tuvo tropiezo. Ninguno como él ha pasado por más ninisterios y por los más importantes. Ninguno como Aridreotti ha sido más pragmático, maquiavélico y astuto, ni con mayor capacidad de adaptación. Fue el hombre que buscó siempre votos a la derecha para su partido, sin hacer asco ni a los votos de los neofascistas de Giorgio Almirante. Fue el creador del centro derecha más puro y también el presidente del primer gobierno de unidad nacional, apoyado por los comunistas y estrenado en la mañana en que fue secuestrado Aldo Moro por las Brigadas Rojas.

Sólo Moro le hacía sombra en la democracia cristiana. Después de su muerte se ha quedado como el primer estadista del país, el político más conocido en el extranjero, un personaje que en Italia va mucho más allá de su mismo partido. Por eso se le llama caballo de raza, junto con Amintore Fanfani, más duro de carácter, también genial, pero no tan fino ni astuto.

El miedo que existe hoy de hacer caer políticamente a Andreotti es el temor de que como Sansón se derrumben con él todos sus filisteos, arrastrando detrás no sólo a todo su partido, sino también a un pedazo muy importante de la misma viola política italiana, porque Andreotti representa todo un sistema de poder.

A su esposa, Livia Andreotti, la conoció muy joven y se enamoró de ella en un cementerio. Y dice que el hecho le dio suerte, pues han sido siempre una. pareja feliz, sin crisis, padres felices de cuatro hijos: Stefano, Serena, Marilena y Lamberto, a quienes suele decir: "No os fiéis de los periodistas porque acaban haciéndoos decir lo que no pensáis".

Pero él es periodista profesional. Y buen escritor. Según Vittorio Gorresio, que ha sido una de las plumas más ácidas y lúcidas de este país, Andreotti "no es un político iletrado" y supera como escritor a todos sus colegas. Dice también que posee "la cara dura de los políticos de raza".

En casa, Andreotti es un padre permisivo, comprensivo, que no se impone, nada autoritario. Sufre, de toda la vida, jaquecas fortísimas. Cuando no puede más, se encierra en su habitación a oscuras, pero trabaja y viaja lo mismo sin descanso. Al alba está ya en pie. Lo sabe muy bien el embajador español Jorge de Esteban, a quien le echa de la cama muchas veces citándole en su despacho del Ministerio de Asuntos Exteriores a las siete en punto de la mañana, y al joven embajador socialista, Andreotti le recordó el primer día, con la ironía y el sarcasmo que lo caracteriza, que Giscard apoyaba más la entrada de España en el Mercado Común que el compañero Mitterrand.80 secretarios

No le gusta la ducha, prefiere la bañera que le relaja más. Es higienista. No soporta que nadie beba en su vaso. Ha sido durante algunos períodos hasta vegetariano. No conduce el coche y el taco más fuerte que se le escapa, dicen sus hijos, es santa paz, 0 si tiene que decir algo más fuerte lo dice sólo en latín.

Nadie recibe en el mundo político más correspondencia que él. Responde hasta a la última carta. Una vez llegó a tener 80 secretarios sólo para responder a peticiones de recomendaciones. Es incapaz de cosas prácticas. No soporta que se fume a su lado un cigarrillo, aunque ha confesado una vez que le gustaría haber fumado la pipa, pero le falta la paciencia".

Pero no es verdad que le falte esta virtud, porque como buen Capricornio -nació un 4 de enero- es además de ambicioso, meticuloso, prudente y tenaz, increíblemente paciente.

Su lema, ante los denigradores o acusadores, ha sido siempre para los bien intencionados la espera hasta que descubran la verdad, y para los maliciosos "el olímpico desprecio".

`Piruetas aperturistas'

Es famoso por ser siempre un mediador y un conciliador más que un polémico. Eso sí, muy sarcástico, y por tanto de fina inteligencia.

Sus enemigos dicen que juega a póquer con la pistola en los bolsillos, que sabe siempre adivinar las cartas del adversario y adelantarse a su jugada.

Es un católico que acepta la moral de que el fin justifica los medios.

Ahora hace una política exterior progresista filosoviética y filoárabe. Moscú le recibió con los honores de un jefe de Estado y fue uno de los primeros líderes políticos europeos que pudo conversar largo tiempo con Chernenko, apenas elegido presidente de la Unión Soviética.

Y eso que aún ayer era el hombre de confianza de la Casa Blanca. Hoy los comunistas están ante un aprieto, porque no pueden salvar a Andreotti en el campo moral, pero tienen que apoyar su política exterior mientras los partidos que están con él en el Gobierno no se atreven a atacarlo frontalmente en el campo de la moralidad política, por eso de que "el que esté sin pecado tire la primera piedra", pero no se atreven tampoco a aceptar sus piruetas aperturistas. Los radicales son los que no le dejan respiro y se la han jurado a muerte. Y Andreotti que ha sido siempre proverbial por su calma olímpica, por la impenetrabilidad de sus sentimientos, por un desprecio ante las críticas y acusaciones más tremendas, esta vez ha reaccionado, ha amenazado y ha pronunciado una frase que, en su boca, tiene todo el sabor de una declaración de guerra. Ha tachado a quienes piden sus dimisiones de "bandidismo escrito y oral" y tras haber recordado que es un hombre "amenazado por el terrorismo" ha confesado que esta vez "se ha colmado la medida". Y el juego sigue abierto, un juego que para la brillante carrera política del más hábil y sutil de todos los democristianos italianos podría ser esta vez de vida o muerte.

Por primera vez podría entrar en crisis el proverbio que más le gusta y que cita con gusto: "El poder desgasta sólo a quien no lo posee".

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