El documento Ratzinger
La fingida cruzada anticomunista de Ronald Reagan ya tiene respaldo religioso. Para Ratzinger el comunismo viene a ser el infierno del padre Ripalda: "La suma de todos los males sin mezcla de bien alguno". Juan XXIII dijo: "Hay que distinguir entre las teorías filosóficas falsas y las corrientes de carácter económico, social, cultural y político, aunque tengan su origen en tales teorías filosóficas".Ratzinger niega esta evidente verdad y afirma que si aceptamos el análisis marxista, necesariamente aceptaremos su filosofía, su concepción totalizante del mundo.
Ignora que también el capitalismo es la realización histórica del liberalismo filosófico condenado por la Iglesia y, por tanto, debía correr la misma suerte si se le tratara con la misma medida, máxime si se tienen en cuenta sus resultados: colonialismo y neocolonialisino, dictaduras sangrientas, genocidios, etcétera, todo lo cual debe pesar mucho más, para un juicio moral, que las libertades formales de los países desarrollados y su capacidad para crear riqueza.
A la teología de la liberación opone la obsoleta doctrina social de la Iglesia, insuficiente para resolver los gravísimos problemas del Tercer Mundo.
En ella hay elementos positivos, como la defensa del salario familiar justo, la participación en los beneficios, la cogestión, la función social de la propiedad, que no son más que palabras, porque los primeros que combaten dichos elementos positivos son los partidos democristianos, que apoyan la política imperialista y belicista de Reagan, sin que por todo ello sean llamados al orden por la jerarquía.
No es casual que Fraga, a pesar de su visita a la racista Suráfrica, recibirá en las próximas elecciones el apoyo que sacerdotes y religiosos negaron a un auténtico democristiano, Ruiz-Jiménez, en las de 1977.
Encontramos en el documento afirmaciones gratuitas como la de reducir el Evangelio a un evangelio terrestre; que dicha teología conduce inevitablemente a traicionar la causa de los pobres; que se opone al amor fraterno, extendido a todos los hombres, etcétera.
Precisamente a este propósito dice Girardi que al liberar al pobre de la opresión se libera al rico del pecado, porque ya no podrá cometerlo. He leído algunos libros de los citados autores y creo que habrá que mirarlos con lupa para encontrar justificación para estas graves acusaciones.
La teología de la liberación ha sido sentada en el banquillo de los acusados. Quizá sea éste el más grave error del presente pontificado, y lo lamentamos sinceramente-
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