Dos ambiciones a las que sólo une la riqueza
A George Walker Bush y a Geraldine Ferraro les separa casi todo, excepto, curiosamente, sus respetables fortunas y sus problemas con la Hacienda. Más de 60 millones de norteamericanos podrán ver esta noche el debate de televisión que enfrentará, en Filadelfia, a los números dos de la carrera presidencial. La imagen del actual vicepresidente, un rico patricio tejano de 60 años, educado en las elitistas universidades de la costa Este, contrasta vivamente con la de Geraldine Ferraro, 48 años, congresista católica de Queens (Nueva York), de origen italiano, "hecha a sí misma", y que subió toda la escala social hasta convertirse en la primera mujer que aspira, por uno de los grandes partidos, a la vicepresidencia. A pesar de representar en el Congreso a un distrito de clase media, Ferraro vive en una lujosa mansión, estilo Tudor, en el barrio neoyorquino de Forest Hill. Está casada con el promotor inmobiliario John Zaccaro, fuente principal de la pesadilla que tuvo que soportar al negarse a revelar sus declaraciones de renta al principio de la campaña. Aunque intenta aparecer como la sencilla ama de casa de Queens, incluso puede vérsela haciendo la compra en los supermercados del barrio, la verdad es otra. Gerry, como se le llama cariñosamente, tiene otras dos residencias, y su fortuna familiar asciende a 3,8 millones de dólares.
La mujer de Bush no se mordió la lengua el lunes, y afirmó, para defender a su marido, que no se puede quitar la imagen de político rico por su casa al estilo de los Kennedy, que "somos una familia rica y disfrutamos por ello, no como esos que tienen, cuatro millones", en una clara referencia a Ferraro. La fortuna de los Bush se evalúa en 2,1 millones de dólares. La esposa del vicepresidente pidió luego públicamente perdón a Ferraro por su comentario.
El pasado verano Geraldine Ferraro fue sometida a la investigación periodística más severa sufrida en este país por un político sobre sus finanzas y sus conetiones con los no siempre claros negocios inmobiliarios de su marido. Acosada contra las cuerdas, consiguió zafarse y restableció su imagen pública en una memorable conferencia de Prensa televisada. Hace unos días Bush tuvo que devolver 200.000 dólares al fisco por una desgravación indebida.
Aquí se acaban las coincidencias entre los dos contendientes de esta noche. Bush, hijo de un banquero de Wall Street y una rica heredera, afirma que está en la política por espíritu de servicio y, aunque no lo dice, porque se lo puede pagar. Se gastó una fortuna en 1980, cuando luchó por la designación presidencial, pero tras calificar el programa económica de Reagan como "economía vudú", se retiró de la carrera presidencial en beneficio del actual presidente Desde entonces se ha convertido en la sombra de Reagan, haciendo de globetroter y respetando al máximo su papel de segundo. No quiso, como algunos le sugirieron, hacer una llegada dramática en helicóptero a la Casa Blanca la noche en que el presidente estaba siendo operado de un disparo en el pecho tras el atentado que sufrió el 30 de marzo de 1981.
Ideológicamente, Bush es un pragmático poco definido más que un ferviente conservador; su aspiración es la presidencia en 1988, y su principal preocupación, no cometer errores. Su fuerte es la política exterior, y en este terreno tiene un curriculum bastante impresionante: embajador en la ONU, director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y representante de Estados Unidós en Pekín. En este campo reside la principal debilidad de Ferraro, que sólo puede decir que ha hecho un par de viajes por Centroamérica y Próximo Oriente. Al volver de este último afirmó cándidamente: "No sabía lo que era Cisjordania hasta que lo vi, y es algo tan minúsculo...". Sin embargo, Bush también puede afirmar cosas no muy sensatas en temas in ternacionales. Recientemente se refirió a Nicaragua diciendo que los sandinistas entraron en Managua y mataron a Somoza, y es, recordado también su discurso en Manila elogiando la democracia del presidente Marcos.
Ferraro tiene hoy en Filadelfia una gran oportunidad para ayudar a la candidatura de Mondale, tras la pobre actuación del presidente Reagan en el primer debate televisado, y para convertir la curiosídad que ha despertado su candidatura en votos. Esta expectación todavía no se ha reflejado en los sondeos, que dan a Bush un confortable 61%, frente a un 31%, cuando se confronta a ambos como eventuales vicepresidentes.
Ferraro, que ha tenido que luchar bastante más en la vida que Bush (su padre murió cuando ella tenía ocho años, y su madre trabajó de costurera para sacar adelante su educación), tiene una personalidad mucho más definida que el vicepresidente. Liberal dentro de un orden, es partidaria, como política, no a nivel personal, del aborto, lo que le ha causado problemas con la jerarquía católica. Ambicio,sa y agresiva, tratará de echarse encima de Bush para propinarle golpes definitivos. Sus asesores le han recomendado que refrene su agresividad, que puede ser excesiva para el medio televisivo, que no hable tan rápido y procure mode' rar su marcado acento neoyorquino. Enfrente tendrá esta noche a un hombre que tratará de mantenerse en un plano institucional, a la sombra de la Casa Blanca, procurar ser cortés, porque contiende con una mujer y, sobre todo, carece, y ése es uno de sus defectos, del "instinto homicida" necesario en la vida política.
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