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Don Raffaele, la 'sombra protectora'

Nadie puede en el pueblo de Quindici con la familia de los Graziani. Ni siquiera Pertini

Juan Arias

El pueblo tiene sólo 3.000 habitantes y, sin embargo, su nombre, Quindici, ha saltado estos días a las crónicas de medio mundo. Está en la provincia de Avellino, una zona tristemente célebre por el terrible terremoto que la sembró de muertes, hace ahora exactamente cuatro años. Quindici, situado a 40 kilómetros de Nápoles, no consigue desde hace más de 15 años elegir alcalde a ningún militante de los partidos tradicionales.

La lista electoral que siempre consigue la victoria en las elecciones municipales de Quindici no la sustenta ningún partido político. Se la conoce por La Torre, y se le acusa de estar ligada a la Camorra. La lista está dominada por la potente familia de los Graziano, que desde hace años dominan la escena de este país y que aún hoy siguen siendo invencibles.Su primer alcalde, Fiori, un Graziano, acabó asesinado en el campo de fútbol por una banda rival y, desde entonces, el campo quedó clausurado para siempre. Le sucedió en el ayuntamiento otro Graziano, don Raffaele, a quien hace unos meses el presidente de la República, Sandro Pertini, destituyó por real decreto tras haber estado acusado de atentado de homicidio y de ser el jefe de la nueva familia organizada de Raffaele Cutolo. Este increíble personaje, de quien nadie se atreve a hablar mal, y todos han dicho unánimemente a EL PAIS, en los bares del pueblo, que es "un gentilhombre, todo un caballero, que no ha hecho más que bien"', había sido el más votado de la lista La Torre cuando estaba ya en la cárcel, de la que salió absuelta. A los dos meses lo nombraban alcalde. Sus rivales, llegados desde fuera como un comando, en pleno día, intentaron asesinarlo en el palacio del ayuntamiento. Se salvó de los 100 impactos de bala de las ametralladoras escondiéndose en la buhardilla del edificio.

Triunfo estrepitoso

Destituido por Pertini, todos los concejales dimiten también, Raffaele se evapora de la escena convirtiéndose en fugitivo, pero la gente de su pueblo lo siente cercano como una sombra protectora. Se nombra para gobernar el pueblo un comisario gubernamental que debe preparar nuevas elecciones. Pero la empresa resulta ardua. La primera tentativa aborta por razones de orden público, la segunda porque los partidos constitucionales no consiguen presentar el número legal de candidatos. Sólo a la tercera, unas semanas después, se pudo llegar a las nuevas elecciones. Pero una vez más, la poderosa lista La Torre obtuvo un triunfo estrepitoso: 16 escaños, contra los cuatro de la democracia cristiana, mientras el partido comunista se quedó fuera. El más votado y, por tanto, el futuro alcalde, que tomará estos días el bastón de mando ha resultado ser nada menos que el sobrino de Raffaele, el joven comerciante de 23 años Eugenio Graziano. Y el segundo en número de votos ha sido el primo de Eugenio, Carmine Graziano, un estudiante de 20 años. Con la particularidad de que el nuevo alcalde, que ha sido llevado en hombros el día de su victoria por las callejas y placitas de Quindici, tiene a su padre, Salvatore, el hermano de don Raffaele, en la cárcel, acusado de atentado de homicidio, y a su hermano menor fugitivo, acusado de los mismos delitos que su padre por haberse enfrentado con la policía resultando muerto un joven de 14 años también armado.

Toda la historia de Quindici es tan increíble que parece irreal. "Hay que vivir en estas tierras, llenas siempre de miseria, de desocupación, de prejuicios y tabúes atávicos, para entender a Quindici, que es sólo un ejemplo emblemático de lo que ocurre en todo el territorio napolitano", repiten machaconamente políticos, profesionales, periodistas y gente de la calle.

"Paradójicamente, don Raffaele ha sido pará esta gente un alcalde ejemplar", dice Antonio Laurigemma, democristiano, ex alcalde de Avellino y redactor jefe del diario napolitano II Mattino. Y explica que mientras otros alcaldes de partidos tradicionales han construido, por ejemplo, después del terremoto "casas prefabricadas monstruosas", don Raffaele ha sido el único que ha dado a su gente "casas verdaderas". Más aún, se las ha dado sin que el terremoto hubiese siquiera acariciado tristemente a Quindici. Y como las casas, otros mil favores que la familia Graziano ha ido haciendo a la gente de Quindici. Por eso, estos personajes, añade Laurigemma, más que jefes mafiosos son considerados como "grandes padres de familia" a quienes se puede acudir en todo momento. Y añade: "Todo lo demás, que se haya también enriquecido él mismo, que esté acusado de haber usado las armas para vengarse de sus enemigos, que sea camorrista, no cuenta para esta gente. O no lo creen o no les importa. Ellos quieren la casa, la licencia para vender, el puesto en un ministerio".

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Autonomías todopoderosas

Se ha hecho tarde, es una jornada de lluvia con negros nubarrones que recordaban las tristes jornadas del terremoto de 1980, y el chófer que acompaña a este corresponsal duda si llevarme o no al pueblo de don Raffaele: "Es que, mire usted, a mí no me gusta entrar de noche en ese pueblo". Y prefiere que pasemos antes por la dirección de la policía. Allí el comisario, Leopoldo d'Andrea, que está contento porque acaba de ser nombrado vicegobernador de Avellino, resulta ser un enamorado de España, que conoce muy bien. "Si quieren podemos acompañarles con un coche de la policía, pero no creo que sea necesario porque en el fondo es gente a quien les gusta que se interese uno por sus problemas".

¿Y ahora qué va a pasar en Quindici, comisario, con un alcalde de 23 años y con precedentes semejantes? "Pues que será un alcalde teledirigido". Y empieza a desfogarse diciendo que al final me dirá lo que puedo y lo que no puedo publicar de nuestra conversación. "El problema, querido periodista español, es que, mientras la delincuencia se une, los partidos políticos luchan entre sí. Aquí, en Quindici, esta vez si la democracia cristiana y el partido comunista se hubiesen presentado juntos a las elecciones hubiesen ganado y zanjado esta situación antipática". ¿Y qué hubiese cambiado? "Independientemente de la cualidad de las personas que han sido elegidas, que no quiero juzgar, hubiésemos tenido un ayuntamiento gobernado por personas de agrupaciones políticas limpias".

Pero para D'Andrea el problema es más de fondo: "Aun a costa de ser tachado de antidemocrático le diré que aquí el error ha sido dar tanto poder en las autonomías locales a los alcaldes. La Camorra lo ha entendido y se ha lanzado a la conquista de los ayuntamientos, incluso a costa de mancharse con delitos de sangre. Cuando a un alcalde se le permite decidir si un terreno es o no edificable, decidir en las subastas dar licencias para abrir un bar o un comercio, etcéte

Don Rafalle, la 'sombra protectora'

Viene de la página anteriorra, es evidente que se pone en sus manos un poder económico ingente incluso en un pueblo pequeño. Y las fuerzas del orden somos impotentes, porque la gente se pone de parte del alcalde por muy camorrista que sea. Y a esto hay que añadir", dice el comisario, "que un alcalde que vive en parte al margen de la ley pueda permitirse hacer favores e interpretar una ley para ayudar a la gente en un modo que no podría nunca permitirse un alcalde limpio y constitucional". Y, al parecer, ésta es la razón por la que en pueblos como Quindici muchos candidatos sanos de los partidos rehúyen presentarse a las elecciones ante el temor, si son elegidos, de no poder hacer lo que se permitían sus predecesores. En Quindici son las ocho de la tarde. Las mujeres deben estar todas preparando la cena, porque los hombres, apiñados en racimos, de pie, están en la calle, conversando en voz baja. Los jóvenes están dentro de los bares jugando a las cartas: "No vaya usted también a decir que aquí somos todos camorristas, porque la verdad es otra: hemos sido siempre abandonados. Aquí los jóvenes no tenemos nada. Ni el Gobierno, ni el Estado ni los partidos se han preocupado nunca de nosotros. Esta vez la gente hubiese querido combatir, pero la democracia cristiana ha presentado candidatos peores que La Torre, uno incluso acusado de atentado de homicidio, porque casi mató un día a tiros a un universitario. Los comunistas presentaron candidatos que no eran del pueblo. ¿A quiénes podíamos votar?". Lo dice todo de un tirón un joven, mientras exige que no publique su nombre.

Miseria y aislamiento

Estamos en el bar de tío Nicola Ferranttino, un personaje que ha debido vivir muy desde dentro todas las vicisitudes de esta tierra triste y abandonada. Me dice una y otra vez que su nombre sí puedo escribirlo y que él ha defendido siempre a don Raffaele porque es "un caballero". Que no se le ocurra a nadie hablar mal de los vencedores. Según tío Nicola, el único que no apoyó la lista de don Raffaele ha sido el párroco del pueblo: "¡Fíjese que un día dijo que la hoz era el símbolo de los trabajadores del campo y el martillo el de los obreros!".

El periodista debe aceptar las invitaciones en los bares de Quindici. Se le repite sólo: "Escriba una cosa bonita". También el comisario D'Andrea me recuerda una vez que lo que no se puede negar es que don Raffaele "es un tipo simpático". Y en Avellino el periodista Generoso Picone, que ha seguido muy de cerca la historia de Quindici, afirma: "Yo estoy convencido que la gente vota a La Torre no por miedo, sino porque se sienten abandonados por los partidos. Allí los jóvenes lo único que desean es ganar dinero para comprarse un coche y escapar de aquella miseria y aislamiento. Y están dispuestos a ganarlo como sea y recibirlo del primero que se lo ofrezca: dinero o favores o un puesto de trabajo. Todo lo demás lo perdonan, por desgracia, con demasiada facilidad".

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