La hora de la verdad
El gran atleta bordea una frontera liviana que separa el éxito del fracaso, la medalla del inmediato cuarto puesto, y sólo les separan centésimas de segundo o milímetros. Toda la preparación llevada a cabo durante meses ha de ver sus resultados en una carrera, un salto o un partido. El atleta ha de superar su momento crítico a la hora de competir, de estar por encima de ciertos síndromes o enfermedades psicosomáticas. De alguna forma, el atleta, utilizando un símil taurino, tiene que afrontar el miedo a la hora de la verdad.
Una deficiente preparación psicológica se delata en diversas manifestaciones. El atleta de élite depende en exceso de su cuerpo y sufre con frecuencia una gran variedad de dolores, muchos de los cuales no tienen una explicación clínica, o lesiones imprevistas. Es el producto de la somatización.
En los días previos a la competición, muchos atletas sufren pesadillas, sueños mágicos en los que el rival adquiere diferentes imágenes, es un monstruo que cae derrotado o un enemigo invencible con diferentes caras, sufren conductas internas que no afloran a la consciencia. Como, por ejemplo, la fobia al triunfo, que hace de algunos excelentes deportistas unos atletas que se conforman y se limitan -a mantener su carrera-en un segundo plano, a evitar ser el número uno. Serán siempre los segundos, pero incapaces de obtener primeros puestos.
Un gran atleta es, en muchas ocasiones, un ser débil. Algunos tienen frecuentes sueños en los que su cuerpo se trocea o se rompe fácilmente. Otros, en su insconciente, están anticipando el fracaso unas horas antes de empezar a competir.
Diarreas, vómitos, inapetencia, taquicardia, tensión alta o baja, pérdida de volúmen muscular e incluso pérdidas de memoria psicomotriz son enfermedades que se reproducen cuando se acercan las cinco de la tarde. Sólo unos atletas, los que parecen escogidos, están dispuestos para superar tal estado de tensión y, ya en plena competición, desarrollarán adecuadamente sus facultades o cometerán pocos errores. Sus movimientos serán atinados porque su cerebro está lo suficientemente concentrado para procesar adecuadamente toda la información. Una mala concentración es preludio del fallo, por pérdida de memoria, por descoordinación motora. Un golfista español, Manuel Piñero, relataba los efectos que en su cuerpo producía la alta tensión de un encuentro. trascendental, en un deporte, como el golf, aparentemente tranquilo: "Cuando acabo un partido de alta tensión, siento cómo pierdo la voz no puedo articular palabra".
La hipnosis comenzó a utilizarse como medio de inocular sentimientos de agresividad en luchadores o boxeadores; posteriormente se llegó a las técnicas psicoanalíticas, de más larga duración. Recientemente se tiende a las técnicas conductistas, a desarrollar en períodos breves e intermitentes sobre un sujeto, para que sepa, controlar su ansiedad, su motivación de cara a la victoria, su deseo de ganar. Frecuentes son ya las técnicas de relajación o de entrenamiento mental para que pueda desbloquear su agresividad, y dinámicas de grupo para madurar al sujeto (se considera en algunos casos que el deportista sufre una dependencia infantil del entrenador).
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