Baile español realizado por japoneses

Goya: luces y sombras Ballet Español de Yokio Komatsubara.

Teatro Progreso, Madrid, 4 de octubre de 1984.

Es una experiencia sin duda apasionante. Una compañía japonesa de ballet español toma algo tan nuestro como el arte de Goya y, a partir de algunos de sus cuadros más representativos, recrea sus temas en una serie de danzas también nuestras y sobre músicas nuestras. Yoko Komatsubara, alma mater de esta empresa, buscó aquí las colaboraciones que creyó convenientes y realizó el espectáculo que sin duda había soñado.Un espectáculo que, digámoslo ya, tiene sus máximos aciertos en la dimensión total y globalizadora de los temas goyescos, que se reproducen y hacen vivos con una fidelidad incluso estremecedora -Los fusilamientos, por ejemploa la obra pictórica. Es admirable cómo artistas orientales, tan distantes no sólo en el espacio de nosotros, sino también psicológicamente y en su concepción filosófica de lo humano y lo divino, han podido poner en pie y hacer vivos aconteceres y costumbres que les son tan ajenos. Y que lo hayan hecho con dignidad y respeto realmente ejemplares.

La reconstrucción plástica de los cuadros goyescos es simplemente perfecta. La recreación de su clima también, en algunos casos verdaderamente emocionante, singularmente en aquellos de tema trágico: El aquelarre, Los desastres de la guerra, El 2 y el 3 de mayo en Madrid. En general me parecen más logrados los de gran movimiento coral, pese a la complejidad que implican; junto a los citados, El entierro de la sardina y la Peregrinación a lafuente de San Isidro. Otros más serenos, que discurren sin sobresaltos, como los relativos a la duquesa de Alba, se quedan un tanto fríos y distantes. Y la jota aragonesa, desde luego, no está hecha para los japoneses, por lo menos para estos japoneses, que nos dan una versión desvaída y sin nervio. El título Luces y sombras no es gratuito. No en vano uno de los galardones merecidos por este espectáculo en su país es el Gran Premio de la Asociación de Iluminación. No hay decorados ni prácticamente escenografía, más que la que crea la luz en un juego verdaderamente fascinante, potenciando relieves, diluyendo formas, matizando colores, transmitíéndonos drama o alegria...