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Cartas (boca arriba) sobre las extradiciones

Fernando Savater

Querido E.:No, no voy a firmar esa Carta a los pueblos y naciones del mundo que me haces llegar y que ya conocía por otro conducto. Y ello a pesar de que, como bien sabes, estoy personalmente contra las extradiciones de etarras concedidas por el Gobierno francés. Mis razones para esta oposición son, sin embargo, por lo visto, distintas a las de los otros firmantes de ese documento, al menos en algunos aspectos que merecen ser resaltados. Me haces notar que personalidades de muy distinto signo -muchas de ellas nada sospechosas de simpatías terroristas- han rubricado el texto. Pero es que, amigo mío, los intelectuales -y yo el primero- solemos firmar con vanidad generosa o generosidad vana casi todos los papeles con los que una conciencia inconcretamente bien intencionada puede estar de acuerdo. El daño, en la mayoría de los casos, no puede ser muy grande, y de cuando en cuando se obtienen beneméritos triunfos. O suaves ridículos. ¿Pues no hay ya circulando hasta un manifiesto contra Tintín, el admirable Tintín, lo más parecido a Raymond Roussel que ha parido el comic? Lo que te digo: cualquier cosa con tal de formar parte de los que son escuchados. Pero en ciertos temas me he convencido de que hay que ser escrupuloso hasta la pedantería, hasta la crucifixión: no basta con hacer constar el encomio o condena de algo, sino que es preciso aquilatar muy bien la argumentación que se maneja. Pese a lo que pretendan Kant, desde un extremo, y Weber, desde otro, en la opción ética son inseparables la recta intención y la lucidez responsable. Si falta una de las dos, la opción moral se corrompe y queda reducida a puro dar gusto: al propio ego, a la imagen pública, al consenso majo de los muchos, al poder de los que lo tienen. Y eso, ya sabes, ni hablar. En la vida he cometido muchas vilezas, menos la de dedicarme a dar deliberadamente gusto. Ocasión es ésta como aquella -como todas- en la que Juan Luis Vives escribió a Erasmo: "Estamos pasando por tiempos difíciles, en los que no se puede hablar ni callar sin peligro". Si hablas, peligra el cuerpo; si callas, el alma. Hablemos, pues.

La Carta a los pueblos y naciones del mundo no dice nada con lo que no se pueda estar en principio de acuerdo, aunque alguno de los porcentajes que maneja puede ser fundadamente refutado. No, lo malo no es lo que dice, sino lo que calla. Es una cartatanga: revela muchas cosas interesantes, pero oculta lo esencia. Y en casos como éste, sin duda, el que calla otorga; por eso, querido E., no voy a firmarla. ¿No te ha llamado la atención que ni una sola vez en la carta -donde se habla de policía, Gobierno, tortura, prisiones, exilio, elementales derechos humanos...- se menciona ni de pasada la existencia de una organización armada llamada ETA? Y, por tanto, nada se dice de secuestros, atentados mortales, bombas, tiros en la nuca, extorsiones, etcétera. Con lo cual reconocerás que el panorama informativo que se brinda al mundo sobre la realidad del conflicto vasco queda sustancialmente mermado. Así, ciertos datos del documento resultan poco menos que incomprensibles. Por ejemplo, cuando se afirma, con razón: "Más de 700 personas del País Vasco se encuentran actualmente encarceladas en prisiones del Estado español". Y el sueco o el belga que lean tal noticia pudieran preguntarse: ¿Y por qué? ¿Por qué están encarcelados: por llevar kaiku, por leer Egin, por hablar euskera, por dar su voto a tal o cual partido? ¿O -sospecha genocida- por la simple pertenencia a Vasconia? ¡Qué fácil y qué piadoso hubiera sido disipar estas dudas con una escueta referencia a la banda terrorista con la que se les supone vinculados! Más adelante se habla de la represión discriminatoria de la policía española sobre la población vasca, y se cita este dato ominoso, del que no dudo: "Sólo en los seis primeros meses del año 1984 han sido detenidas por motivos políticos al menos 743 personas, de las cuales no más de 70 han sido encarceladas" (nota al margen: supongo que los autores de la carta se congratulan de que sólo hayan sido encarcelados 70, aunque, tal como lo dicen, parecen deplorarlo). Y bueno, dirá un holandés cuando se entere, ¿por qué la discrepancia política es reprimida en Euskadi y no en Cuenca o en Murcia? Bastaría haberle informado de que tales "motivos políticos" se reducen fundamentalmente a uno: colaborar con ETA o pertenecer a la organización, para que nues

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Cartas (boca arriba) sobre las extradiciones

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tro hermano europeo saliese de dudas. Y luego leemos que "miles de ciudadanos vascos continúan exiliados en diversos países del mundo". ¿Miles de exiliados? ¿Y realmente no pueden volver si quieren? ¿Por qué? ¿Alguna específica legislación antivasca les impide instalarse en el territorio nacional? ¿O será que prefieren no retomar por su vinculación con determinada organización no dedicada precisamente a la beneficencia? En fin, para qué seguir; ya ves que sin la referencia a ETA no se entiende ni la carta, ni las extradiciones, ni nada de nada.

De modo que la causa que brilla por su ausencia en la carta, ETA, es a la vez motivo y efecto de lo que se denuncia: hay presos porque hay ETA, hay ETA por que hay presos. Tú no, ya lo sé, pero otro me diría que ETA surge "de la opresión que sufre el pueblo vasco". ¿Está realmente oprimido el pueblo vasco? Dejemos de lado que todo pueblo tiene que estar oprimido por propia definición, si entendemos por pueblo aquella parte de la sociedad -o aquella parte de cada individuo en la sociedad- que padece la coacción social del poder -de aquí que siempre suene a chufla lo del pueblo soberano-. ¿Está particularmente oprimido el pueblo vasco; "desesperado" incluso, como parece haber dicho a algún medio francés el lendakari? Empiezo a pensar que lo de la opresión de los pueblos se parece bastante a la crueldad mental en los matrimonios. Hay casos de crueldad mental clarísima: la del marido feroz que zurra a su mujer un día sí y otro no por cualquier futesa. Aquí", la crueldad mental se acompaña de contundentes muestras de sevicia física. Pero luego está la otra crueldad: la de la mujer que siempre quiere escuchar el concierto por el segundo canal el día que televisan la final de fútbol por el primero, la del cónyuge que siempre acierta con el comentario vilmente derogatario ante el plato preparado con esmero por las manos de la santa. Crueldad también tenemos ahí, desde luego; basta para ello que el otro la padezca como tal; y hasta el punto de justificar la riña, quizá el divorcio..., pero si el marido estrangula a la inoportuna melómana, si la cocinera despechada pone arsénico en el café del desagradecido, la reacción no deja de parecer desmesurada. Del mismo modo, hay pueblos de cuya opresión cabe poca duda, tal como en Guatemala, Chile o la Unión Soviética. Y luego están casos como el de Euskadi, donde los ciudadanos tienen elecciones libres, con inclusión de todos los grupos políticos, Prensa ad libitum, libertad de reunión y manifestación pública, Parlamento autónomo y aimplia representación en el Parlamento estatal, etcétera. Menudencias todas ellas de las que carece más del 80% de los seres humanos que viven hoy en este plarieta. Por supuesto, nada de esto da la felicidad, y uno tiene perfecte derecho -y motivos- para seguir sintiéndose oprimido; pero hay que reconocer que es una o presión de lujo, de clase ambassador con derecho a nouvelle cuisine. La desesperación parece, aquí un poco histérica; el crimen organizado, aun peor. Los vascos tememos, sin duda, motivos de queja, pero difícilmente de asesinato.

¡Qué razón tiene Garaikoetxea cuando dice que no por acabarse con ETA tendrá fin el problema vasco! Pero debería añadir también, pues tiene más motivos que nadie para saberlo: "Y no por acabar, si es que alguna vez acaba de modo aceptable el contencioso con el Gobierno de Madrid, concluirá el calvario de los vascos. Pues ahora el mito del enemigo común, alimentado por la torpeza de los unos, la malicia de otros y la ingenuidad de los más, conserva la ficción de una unidad vasca de destino era lo universal que se deshará en las mil contradicciones reales que ya afloran -conflicto, de Mondragón, etcétera- en cuanto falte el coco españolista". Naturalmente, conflicto hay y debe haber en todas partes, salvo que la sociedad haya muerto en alguna transhistoria totalitaria, pero lo malo es que en Euskadi se ha cogido el hábito de resolverlo todo por las bravas, de dramatizar a muerte cada discrepancia y de encontrar muy consecuente y, viril dinamitar el mundo en cuanto le entra a uno una piedra era el zapato. Lo cual llegará a crear problemas, y no sólo a la Guardia Civil. Por eso, cuando Barrionuevo no exista habrá que inventarlo, porque si no vamos a quedarnos en familia, y puede ser peor. ¿Cómo renunciar al dulce sueño masoquista de que somos los misquitos de Europa, los últimos comanches resistiendo al exterminio genocida frente al general González Custer y resignarse a aceptar las contradicciones y perplejidades de una sociedad industrial moderna?

Y, sin embargo, ya te digo, estoy contra las extradiciones. Como comprenderás, no porque me merezcan la más mínima simpatía política los que pueden ser afectados por ellas ni porque los considere combatientes populares por la libertad contra. un Estado opresor. Pero hay principios que merecen más respeto que quienes eventualmente puedan acogerse y hasta abusar de ellos. El de asilo político es uno primordial: vivimos en un mundo lo suficientemente complejo e impuro, lo suficientemente lastrado por la genealogía de la injusticia y la fascinación de lo utópico como para que no renunciemos a la inviolabilidad de los santuarios. Es cierto que un crimen no deja de ser crimen por ser político: los asesinos de Ryan, Soláun o los de los abogados de Atocha son de la misma ralea. Pero a la hora de combatir y prevenir -sobre todo prevenir- los crímenes políticos, las consideraciones políticas no pueden ser dejadas de lado. En el mundo de la política nadie es tan puro como para tener derecho a horrorizarse ante la sangre vertida con la mueca ingenua del simple ciudadario. Evidentemente, es bueno que Francia demuestre su apoyo a la democracia española impidiendo por todos los medios a su alcance las actividades de ETA desde su territorio: es necesario, imprescindible. Pero levantar la veda de las extradiciones por razones de Estado es algo sumamente peligroso y que ningun individuo consciente de los peligros políticos que todos corremos en el cambiante mundo moderno puede alegremente apoyar. Habría que recurrir a otra fórmula -deportaciones, etcétera-, algo que no fuera directamente contra lo que es una de las garantías progresistas esenciales de la sociedad moderna. Ya sé que la mayoría de los que protestan agresivamente contra las extradiciones no lo hace para apoyar un principio de derecho civilizado, sino para apoyar a la incivilizada ETA. Pero así es el juego: cada cual debe jugarlo tal cual él es, no tal cual es el otro. Lo mismo ocurre con la dpituracia de la tortura: en ella se codea uno con personas a las que sólo molesta que sean torturados los suyos, otros que lo que quieren es contribuir a zapar por cualquier grieta el orden democrático, e incluso los habrá ansiosos de ejercerse a su vez en las prácticas que maldicen. Pero también estamos los convencidos de que la limpieza legal y el destierro paulatino de la brutalidad coactiva son la única garantía en la que puede fundarse la democracia auténtica. Y el empeño merece la pena.

De modo que ya ves: ni firmo la Carta a los pueblos... ni considero que las extradiciones sean una gran victoria para el Gobierno socialista. La única victoria que espero de la izquierda democrática en el poder es la del diálogo (sobre todo con los representantes civiles de las diversas fuerzas vascas, no sea que al final vayamos a ver una mesa por la paz en la que se sienten tres etarras y tres generales de división, que es lo que el terrorismo militarista siempre sueña), el pacto político, la reinserción social de quienes renuncien a la violencia y el abandono del patrioterismo monoteísta. Lo demás serán victorias del Gobierno, pero no de la izquierda. Diciendo estas cosas se gana uno las famas más pintorescas, como cuando aquel periodista mexicano me preguntó candorosamente, y sin sonreír, que "si era cierto que soy un teórico de ETA", tal como le había oído a alguno de mis compatriotas. Para los demás, soy el renegado vendido al oro del PSOE, o soy un loco, o soy un iluso, o soy posmoderno, todo lo cual señalaría Borges- es una forma trabajosa de decir que no soy. Releyendo ayer los artículos de Albert Camus reunidos en Moral y política encuentro que van precedidos de esta cita de Nietzsche: "Es preferible morir a odiar y temer; es preferible morir dos veces a hacerse odiar y temer: ésta deberá ser, algún día, la suprema máxima de toda sociedad organizada políticamente". ¿No deberíamos ir preparando ya un poco el terreno a ese mañana?

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