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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

España y África austral

EL HECHO de que diversos jefes de Estado de África estén visitando Madrid en estas semanas es un hecho importante y positivo. Demuestra que nuestras relaciones con el África subsahariana no pueden centrarse de un modo prioritario y casi exclusivo con Guinea Ecuatorial, tentación a la que ha cedido nuestra política exterior durante demasiado tiempo. Pero en el trasfondo de estas visitas está un problema más general: el interés de numerosos Estados africanos, fuera de los residuos de los viejos lazos colonialistas, por extender y desarrollar sus relaciones con Europa occidental.Existe una fuerte vocación africana, no desmentida por algunas excepciones, de evitar el sometimiento del continente a la dialéctica de los bloques, y ello estimula también la tendencia a valorar el papel de Europa. En este orden, el caso quizá más significativo es el esfuerzo reciente de las antiguas colonias portuguesas -Angola y Mozambique- por elevar el ámbito de sus relaciones con Europa. El presidente Machel hizo un extenso recorrido europeo en fecha reciente. Ahora, el presidente de Angola, Eduardo dos Santos, ha estado en Madrid, en un viaje que ha abarcado asimismo París y Roma. Angola es un país con unas riquezas naturales enormes y un potencial de desarrollo extraordinario; es, pues, obvio que las relaciones económicas con ella, que han marchado bastante bien hasta ahora, ofrecen para España unas perspectivas de gran interés. Por otro lado, Africa austral es una región del mundo en la que se están produciendo cambios, evoluciones, que rompen ideas hechas y esquemas consagrados y requieren una visión renovada.

Hace casi un cuarto de siglo, en 1960, el viejo líder del conservadurismo británico, Macmillan, escogió el Parlamento de El Cabo para pronunciar su famoso discurso sobre el viento del cambio, en el que llamaba a reconocer y aceptar el fin de la era del colonialismo. Pero su llamamiento fue rechazado: África del Sur no sólo reforzó en su interior el odioso sistema del apartheid, sino que intentó crear un baluarte del colonialismo en África austral con las colonias portuguesas de Mozambique y Angola y la Rodesia de nombre simbólico. Esa estrategia exterior ha fracasado. África del Sur conserva el apartheid, pero se ha visto obligada a reconocer y aceptar la realidad de los Estados nuevos, independientes, de Mozambique, Zimbabue y Angola, y la necesidad de cierta coexistencia pacífica con ellos. Tal es uno de los factores del cambio actual. El otro es el fracaso de una vertiente de la estrategia que inspiró la lucha revolucionaria del MPLA angoleño y del Frelimo mozambiqueño. Estos movimientos creían que su triunfo anunciaría un proceso de liberación por la lucha armada en África del Sur que pondría fin a la opresión blanca del apartheid. Aquí también, la realidad ha impuesto un cambio de actitud que se ha plasmado en los últimos meses: la necesidad de desmilitarizar las fronteras y las relaciones con África del Sur; de buscar acuerdos de coexistencia, incluso de una cooperación económica, para el propio mantenimiento de los nuevos regímenes sucesores del colonialismo y enfrentados con gravísimas dificultades para poder subsistir.

Occidente ha tendido a considerar, de modo simplista, a los regímenes de Maputo y Luanda como peones de la URSS en una estrategia planetaria. Sin duda, ciertas raíces ideológicas y el propio enfrentamiento con África del Sur les empujaba a estrechar las relaciones con el Este. Pero los hechos han demostrado que la URSS no está en condiciones de resolver los problemas con los que se encaran dichos países. A la vez, en esos regímenes revolucionarios -nacidos en una lucha armada con una carga ideal, sobre todo, nacionalista, han predominado líderes o equipos con una evidente capacidad para realizar una política basada en las realidades de sus pueblos antes que en ideologías importadas. Un ejemplo es la evolución del presidente Eduardo dos Santos. Calificado de prosoviético cuando tuvo acceso al poder, su trayectoria indica una preocupación por reforzar las condiciones de una política autónoma, dando prioridad a la economía y a la garantía de las condiciones de vida de la población. Es una tarea nada fácil en la actual situación de Angola. Un paso importante de tal política ha sido el acuerdo con África del Sur para la retirada de las tropas de ésta que ocupaban la parte sur del país. Pero las guerrillas de la UNITA, ayudadas desde Pretoria, siguen creando problemas muy serios. Continúa sin resolverse el problema de Namibia, a pesar de solemnes acuerdos y compromisos en la ONU y fuera de la ONU.

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La posición mantenida por España en los foros internacionales sobre el problema de Namibia, la condena del apartheid, su deseo de que prosperen soluciones pacíficas en África austral, no contradicen la política de Angola. Tal coincidencia es una base positiva para el impulso del intercambio económico en diversos terrenos, que será, sin duda, el resultado más importante de la visita a Madrid de Dos Santos.

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