Viviendo el pasado

En el pasado vivían todos aquellos jóvenes que abarrotaban el pabellón, un lugar tan absolutamente incómodo como cualquier otro donde se celebren macroconciertos. Previo pago de 1.500 pesetas, intentaban revivir ese pasado de torsos desnudos, melenas desordenadas y cogorzas liberadoras. Querían reconocerse a sí mismos entre las coordenadas pasotas de una música que, cronológicamente, pertenece al despertar a la vida de sus, ya muy mayores, hermanos. Unas coordenadas que tuvieron su lógico desarrollo en los tempranos y decadentes setenta.En el pasado vive la mejor música que Ian Anderson, eterno dictador de Jethro Tull, haya compuesto en su vida. Páginas tan completas como Aqualung, 1971, o Thick as a brick, 1972, son parte de un pasado emotivo e importante. Pero en absoluto vigente, dado que el rock tendió a partir de 1977, a discurrir por caminos radicalmente opuestos, y aún se mantiene esta tendencia.

Sabiduría comercial

Lo único que todavía, probablemente siempre, pertenece al presente es el maniobrismo industrial y comercial, del que Anderson, virtual dueño del imporptante sello discográfico Chrysalis, sabe tanto. Años han pasado desde aquellos discos arriba mentados. Años en los que el combo ha editado álbumes pretendiendo, repescar el éxito a base de introducirse en los estilos menos indicados de cada época. Años repletos de actuaciones donde se suple la novedad musical con alucinantes efectos escénicos. Años llenos de cambios en la formación del grupo, a excepción del sufrido Martin Barre, guitarra armado de paciencia. Deber ser difícil soportar al líder indiscutible.Y nos plantamos en 1984. El negocio todavía funciona y ahora Anderson viste de rockero de lujo, tapando su calva con una gorrita. Lejos queda el abrigo menesteroso, la melena salvaje y la pose cínica, la indumentaria que le otorgó el carácter que ahora explota. Aparte de M. Barre, le acompañan David Pegg (bajista), Peter John Vatesse (piano) y Gerry Conway (batería). El escenario es tan alucinante como cabía esperar. Hasta los roadies de escenario participan de la coreografía escénica. Todo suena bien, todo se ve lindo. El público reacciona, yo aún no sé a qué terreno de lo audiovisual. Y todos los temas van sonando, hábilmente mezclados con canciones menos conocidas, fragmentos de A Passion Play, y temas de su último elepé, Under wraps, una especie de sondeo para ver hacia dónde hay que dirigir la próxima maniobra músico-musical del grupo. Y a destacar, Too old to rock'n' roll, too young to die, canción que simboliza la verdadera situación de Anderson en este mundo, escrita en 1976 y absolutamente vigente para él en este momento. Y, cómo no, Living in the past, que en castellano quiere decir: Viviendo en el pasado.