España y el Mercado Común

El optimismo acerca de la entrada de nuestro país en el Mercado Común europeo ha venido siendo cultivado durante los últimos meses. Se había venido dando la impresión, en efecto, de que sólo cuestiones técnicas quedaban por solventar, pero nunca se dijo que eran y son precisamente estas cuestiones técnicas el fondo de nuestra entrada o no entrada en la CEE. Porque ahora resulta que, de repente, incluso los diez se preguntan si es que no habría que pensar que España no puede, en efecto, entrar en la CEE.Los propios integrantes del Mercado Común están divididos por cuestiones técnicas, si es que se quiere llamar así a sus respectivos intereses, ya que los de los países más industrializados no son los mismos que los de los países agrarios, y que son éstos los más problemáticos y los que mayores problemas crean. Siendo la adhesión de España, a mayor abundamiento, un factor que todavía viene a subrayar un poco más el problematismo en esas cuestiones agrarias, sobre todo.

Tras los nulos reultados alcanzados en la última reunión entre la CEE y la representación española, las esperanzas se trasladan ahora a la reunión del día 17 de este mismo mes de septiembre, y es seguro que luego se trasladarán al día 30, pero, si es cierto, como se dice en los pasillos de la CEE, que el Gobierno español no ha presentado ni siquiera un dossier iluminador de sus pretensiones que oriente a los diez, eso quiere decir que estamos más o menos como estábamos casi al principio: que la retórica política de voluntad de unión ha sido ciega durante todo este tiempo o ha cegado ella misma los verdaderos problemas. Porque incluso cuestiones que hasta ahora se habían revelado como no conflictivas entre España y la CEE revelan ahora un carácter conflictivo, y, como decimos, no se ha avanzado nada o no lo suficiente en las tradicionales cuestiones que fueron conflictivas ya desde el primer momento.

La delegación española ha reclarnado el cumplimiento de ciertas promesas hechas que la CEE parece haber olvidado, y es lógico y justo que se muestre inflexible respecto a puntos concretos, sobre todo en el plano agrícola; porque, desde luego, no se trata, para nosotros como para cualquier otro país, de entrar en la Comunidad a toda costa. Pero, si todo está tan inmaduro todavía, lo seguro es que puede considerarse como óptimo el hecho de que un acuerdo final sobrevenga, por fin, siquiera en los últimos días de diciembre.

Incluso lo que parecía una baza del Gobierno español: el jugar un poco con el tema de la OTAN, supeditando nuestra adhesión total al Pacto Atlántico a nuestra entrada en la CEE, parece que ha dejado de ser tal baza, al disponerse el partido del Gobierno a hacer una declaración atlantista y al no ser comprendido en cualquier caso ese juego, en el interior del país; y la CEE no parece avergonzarse en ser tan exigente con nosotros a la hora de entrar en su seno, a la vez que los Gobiernos de los países que la componen parecen escandalizarse de que no se asuman nuestras responsabilidades plenas en la OTAN.(...)

11 de septiembre