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"No nos dio tiempo a reaccionar", dice un testigo de la tragedia

Dos testigos presenciales de los trágicos instantes en que perdieron la vida 16 personas en las faldas del Roque de Agando, en la cara sur de la isla de Gomera, han aportado los datos necesarios para reconstruir los hechos. El diputado regional del PSOE Alonso Trujillo, el primero en identificar el cadáver calcinado de Francisco Javier Afonso Carrillo, recuerda que "todo sucedió muy rápido. Las llamas cubrieron, en forma de turbulencia, la carretera donde nos encontrábamos. Casi no nos dio tiempo de reaccionar. Cundió el pánico y hubo una desbandada".Y añade: "Corrí hacia mi coche seguido por una bola de fuego, en dirección a la capital, San Sebastián de la Gomera". Cuando había recorrido un kilómetro detuvo el automóvil y regresó al lugar. En ese momento, era rescatado el cuerpo herido del delegado del Gobierno en la isla.

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"Nos indicó que había más personas ladera abajo. El fuego los había tirado por una vaguada", señala Alonso Trujillo. Este, recorrió unos metros y encontró siete cuerpos calcinados, entre los que reconoció el del gobernador por su alianza y su sortija. Casimiro Curvelo, alcalde socialista de San Sebastián de la Gomera, otro de los supervivientes, que no ha querido hablar ya que sufre una fuerte crisis nerviosa, reveló al diputado regional que la última vez que vio con vida al gobernador civil fue cuando éste ayudaba a levantarse de una caída a su chófer y ambos corrían hacia el coche oficial para abandonar "aquella dantesca locura".

"Yo me temía que algo malo iba a ocurrir. Se lo había comentado, en el camino, a José Brito, el conductor del gobernador", declaró Cirilo Rodríguez Mesa, de 42 años de edad, conductor del delegado insular del Gobierno central. Era el más experimentado de la comitiva oficial que se había trasladado hasta las faldas del Roque de Ajando. El gobernador civil quería dirigir personalmente en aquel lugar las tareas de creación de cortafuegos para evitar que las llamas afectaran al Parque Nacional Garajonay. Advirtieron que el fuego se hallaba a escasamente 200 metros de distancia.

"Me olí algo feo y le dije a Brito que giráramos los coches hacia San Sebastián. Fue espeluznante, una bola de fuego nos envolvió en cuestión de segundos. El humo nos desorientó a todos. Yo logré introducirme en el automóvil, cerré los ventanillos y emprendí la huida, a través del fuego, hacia la capital, por una zona que estaba ya quemada". Según el mismo testigo, las personas que murieron corrieron carretera arriba en sentido contrario a la ruta que le salvó. Las 300 personas que trabajaban en el lugar se dispersaron despavoridas y no hubo manera de coordinar la evacuación.

Álvaro García González, delegado insular del Gobierno, tuvo mejor suerte que Afonso Carrillo. Estaban juntos cuando emprendieron la huida por sus propios medios. El humo no les permitió encontrar los coches. Se despojó de la camisa y el pantalón y sólo sufrió quemaduras leves, que mitigó rociándose de tierra. En un acto de desesperación, intentó rasurarse los pelos de su barba con una piedra.

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