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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cambio en Canadá

LA VICTORIA de los conservadores en las elecciones canadienses no ha sido una sorpresa. En marzo pasado, el primer ministro liberal, Trudeau, anunció que se iba a retirar de la vida política, y una de las razones de tal decisión fue que ya entonces los sondeos indicaban un serio avance conservador y una derrota probable de los liberales en caso de elecciones. Pero sí ha sido una sorpresa la magnitud de la victoria: 211 diputados sobre un total de 282; unos resultados prácticamente sin precedentes en la política canadiense. Ello indica que una serie de factores de diversa índole ha coincidido para provocar el desfondamiento del Partido Liberal, que venía gobernando, con escasas interrupciones, desde hace más de dos décadas. Sin duda, el factor decisivo es la voluntad de cambio de la población, en función sobre todo de una situación económica muy grave: con un déficit enorme y con un desempleo que alcanza el 11 % de la población activa, sobre todo en un país relativamente poco poblado, con gigantescas riquezas naturales y acostumbrado a ser un país de fuerte inmigración con un gran potencial de desarrollo por delante. En este aspecto, como en otros, el impacto del ejemplo del vecino del Sur ha sido considerable: concretamente la reprise económica y sobre todo el descenso del paro en EE UU. Frente a la tendencia del Gobierno liberal, y en particular del anterior premier, Trudeau, de confiar excesivamente en el sector público, los conservadores han prometido cambiar de política, dando las máximas facilidades a la empresa privada y a las inversiones extranjeras; es decir, sobre todo a las norteamericanas. Curiosamente, resulta que el cambio representado por los conservadores frente a un Gobierno liberal deberá significar el máximo liberalismo en política económica.

En ese marco conviene dar su sitio, que no ha sido pequeño, al factor personal: John Turner, el sucesor de Trudeau al frente de los liberales (y que quedará como el jefe de Gobierno más corto de la historia de Canadá) no supo frenar el vacío dejado por el carisma de Trudeau. Además cometió el error de convocar elecciones anticipadas, sin que la Constitución le obligase a ello, cuando estaba dando los primeros pasos en la vida política. Al mismo tiempo quiso presentarse ante los electores como el hombre del cambio, compitiendo en ese terreno con el jefe conservador, Brian Mulroney. Se quedó así en mitad del río: ni defendió la herencia de las realizaciones de la etapa liberal ni logró convencer de su voluntad renovadora. El ejemplo quizá más característico de esta impotencia es el de Quebec, con su particularismo nacionalista, que precisamente Trudeau había logrado integrar venciendo las tendencias separatistas. En Quebec los conservadores han pasado de un diputado en el Parlamento anterior a 58 en el que acaba de ser elegido. Parece indiscutible que la inexperiencia de Turner ha contribuido a aumentar las proporciones de la derrota liberal.

Lo ocurrido en Canadá tiene algún significado fuera de sus propias fronteras. Sin duda el binomio republicano-demócrata en EE UU no es idéntico al conservador-liberal en Canadá, pero en todo caso el triunfo de Mulroney es una buena noticia para Ronald Reagan, cuando está iniciando su campaña electoral. En el plano internacional es un nuevo factor que considerar. Trudeau, sin poner nunca en duda un atlantismo inscrito en la geografía, había sabido dotar a Canadá de posiciones más bien flexibles, con cierta autonomía, en algunos aspectos esenciales; con ello pudo facilitar en momentos difíciles las relaciones con el Tercer Mundo. Mantuvo, por ejemplo, abiertos canales con Cuba cuando el bloqueo dictado por Washington era muy estricto. En el problema de los misiles nucleares Trudeau se esforzó -comprometiendo en ello su prestigio personal- por lograr soluciones intermedias susceptibles de frenar la carrera de armamentos. Hoy todo indica que la tendencia del futuro Gobierno canadiense será diferente; de mayor apoyo a la política militar y exterior de Reagan. No es una perspectiva favorable para Europa ante la necesidad de lograr una situación más equilibrada en la OTAN y una mayor pluralidad en la vida internacional.

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