Oxígeno y vida
La desertización progresiva de España, un proceso en el que somos primeros en Europa, es destacada por el autor del artículo que resalta la importancia de los árboles en el proceso generador del oxígeno, elemento imprescindible de la vida.
Cuando el hombre es "arrojado al mundo", como diría Heidegger, lo primero que necesita es una buena proporción de oxígeno; cuando se despide del mundo terreno, lo último que demanda es también oxígeno. El bien merecido prestigio de este elemento básico, primordial para la vida, o para la muerte, trasciende y se extrapola incluso a otras situaciones o circunstancias, por ejemplo, al mundo prosaico de las finanzas, cuando se recomienda un balón de oxígeno a este banco o a aquella otra empresa para salvarla in extremis.
Esta realidad originaria obliga a preguntarse, en primer término, ¿cuál es la fuente principal de este elemento natural y milagroso? ¿En qué situación se encuentra el manantial de esta llama imprescindible para los procesos vitales? ¿De quiénes depende el cuidado de un manantial insustituible y que no tiene predilecciones ni fronteras? ¿Se atiende como es debido? Algunas reflexiones previas en torno a interrogantes tan necesarias corno inquisidoras las considero imprescindibles para el obligado planteamiento en la búsqueda de soluciones correctas y hacederas: políticas, ecológicas, estéticas y sanitarias, soluciones libres de sectarismos dogmáticos entorpecedores. .
Lo primero que deberíamos tener en cuenta son estas otras realidades iniciales, por muy dolorosas que sean: nuestra secular indiferencia social frente a uno de los problemas más antiguos que venimos padeciendo los españoles, esto es, la desertización progresiva o esteparización de nuestros campos. A esta situación lamentable contribuye la también secular falta de información y educación mantenida y adecuada con un denominador común: la incultura ecológica sobre los bio y ecosistemas cibernéticos.
Esta falta de conocimientos, de información y educación, esta incultura sobre los procesos más elementales, no deja aflorar a la conciencia la sensibilidad ecológica necesaria de la gran mayoría de nuestra sociedad a medio camino, consumista y cronopática, en relación con el laboratorio más bello y generoso de la creación y, además, en servicio permanente: el árbol, la foresta.
Bastará recordar estás cifras impresionantes de los estudios modernos: una hectárea de bosque genera de 10 a 20 toneladas de oxigeno por año, absorbe y transforma unos 240.000 mettos búbicos de bióxido de carbono y fija de 30 a 35 toneladas de polvo. Las tierras con foresta tienen una capacidad de infiltración de las aguas de lluvia 50 veces superior al suelo agrícola... y sin apenas escorrentia ni arrastres de tierras. Incluso, si se valora la producción de oxígeno, su precio se elevaría a seis millones de pesetas por hectárea y año. Todo esto sin contar la acción descontarninadota, antitóxica para combatir los efectos, a veces mortales, también para la misma foresta, del bióxido de carbono y partículas sólidas... (según estudios de las Naciones Unidas y del Consejo de Europa). Tampoco debe de saber gran parte de la sociedad, ni muchos de nuestros agricultores, que una hectárea de bosque, de foresta, puede suminis trar cuatro millones de litros de agua al año (Adena).
Verdaderas repoblacines
Estos dos elementos, el agua y la foresta caldeada por las ondas solares, constituyen los pilares originarios del insustituible triángulo de la vida. No deberíamos continuar más tiempo perturbando su equilibrio y reciclaje cibemético. Son necesarias, por el contrario, verdade ras repoblaciones a escala nacional, no simuladas o insuficientes: 10 o 12 millones de hectáreas de nuestros campos, cordilleras, des niveles y torrenteras lo exigen antes de que sea demasiado tarde o de masiado costoso, por la erosión progresiva a lo largo de los años.
Además, esta nattiraleza cuidada y vivificante, con su orgía sensual de colores y contrastes, armónicos, mutantes y grandiosos, nos ofrece el espectáculo gratuito de paisajes cambiantes durante todo el día y estaciones del año. Este paisaje natural con su flora y su fauna despierta asimismo sensaciones y sentimientos inefables que llevan implícitas resonancias estéticas y vivencias de efectos terapéuticos cuyo valor es incalculable para la salud mental y corporal, aun cuando sus remedios no sean fácilmente traducibles a términos estadísticos.
Tales resonancias vivenciales adornadas de cualidades terapéu, ticas son actualmente cuasi indis pensables para mantener o recu perar el equilibrio psicoespiritual específicamente humano de nuestra sociedad, cada día más nihilista, cronopática, consumista y drogadicta, esto es, conflictiva y neu rótica como consecuencia de la imparable vis a tergo acelerada del proceso histórico-cultural.
Nuestra sociedad y sus mentores de todos los tiempos no deberían olvidar.esta otra realidad inmanente, y en ello nuncá insistiremos lo suficiente: todo en la vida absolutamente todo, depende de procebos o fenómenos psíquicos -normales o patológicos- con los cuales hacemos o deshacemos la historia, empezando por la pequeña historia individual, biográfica. En este sentido, tenía razón Einstein cuando afirmó: "Señores, el mejor laboratorio del mundo -descubierto y por, descubrir- lo llevamos debajo del sombrero...", porque el cerebro es la causa instrumental imprescindible de todo lo psíquico y, además, el órgano más sensible a la falta de oxígeno. ¡Cuidémosle!
Si es cierto todo esto en relación con el oxígeno, cerebro y foresta, junto a los peligros ecológicos de todo tipo que vengo exponiendo -que empiezan afectando a la salud y terminan arruinando a las economías-, sería demencial, suicida, que no seamos capaces de realizar o empezar, sin más dilaciones políticas, administrativas, una repoblación arbórea bien programada y a escala nacional, como se hace en todas las naciones cultas, por ejemplo, con las carreteras, los ferrocarriles... o con la reconversión industrial mediante soluciones hacederas, como las que vengo exponiendo con machacona insistencia, o mediante otras soluciones operativas más acertadas. En todo caso, no podemos ni debemos conformarnos con esas plantaciones de unos miles de árboles o parquecitos ridículos a base del fiestas del árbol comarcales u otras falacias por el estilo.
Pero ¿cómo se puede o se debe llevar a buen término una tarea nacional que a todas las generaciones afecta por igual, presentes y futuras, sin distinción de clases ni de rangos? ¿Cuáles serían las condiciones previas para encontrar soluciones hacederas -técnicas, laborales, financieras- sin caer en utopías angelicales? Tal empresa bien merece la pena que la dediquemos la atención debida. Bastará meditar de momento en esta realidad: quien disponga de árboles, de bosques, de foresta cuidada y suficiente, soluciona casi el 80% de los problemaá ecológicos, de la ambientación, del oxígeno, de muchas materias primas. Todo ello junto no tiene precio, por muchos sacrificios que hagamos. Evitemos la desertización por todos los medios, pues ella es el enemigo. principal de las generaciones venideras.
Francisco Llavero es catedrático de universidad y presidente-fundador de la Asociación de Amigos y Defensores del Bosque.
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