Uso erróneo de la religión
El discurso sobre la oración del presidente Reagan en Dallas no fue sino un ataque farisaico contra aquellos que no están de acuerdo con su peligrosa mezcla de la religión con la política. No le bastó con discutir los argumentos, esgrimidos alrededor de cuestiones espinosas, como el aborto o la oración en las escuelas, sino que, seguro de conocer el corazón y la mente de sus contrincantes, no dudó en juzgarles como malvados. Reagan ha superado, en este punto, los límites de cualquier debate tolerable.Comenzó sus palabras con la proclamación de algo trivial, a saber, que la fe y la religión aparecen de forma eminente a lo largo de la historia política de Estados Unidos. Pero, aún antes de finalizar, ya puso a Dios de su parte, y estableció como la "verdad real" que sus adversarios no son tolerantes con la religión y sólo centran sus preocupaciones en el Estado. ( ... )
Nunca Reagan se había mostrado tan entrometido, o tan desatento con el derecho de los demás a disentir de buena fe en cuestiones políticas y religiosas. ( ... )
El discurso de Reagan fue una estudiada mala lectura del sentido en que hay que tomar la afirmación de que "la política y la moralidad son inseparables". No otra fue la iniciativa de los fundadores de la nación norteamericana al pretender que los debates se produjeran de forma civilizada y que todos los credos fueran libres, para lo cual exigían la neutralidad del Estado. ( ... )
El presidente tiene razón cuando afirma que los niños aprenderían una mayor tolerancia "si estudiasen juntos todas las religiones que se practican en nuestro país".
Pero de tal aserto no se sigue que si los niños rezasen juntos, a diferentes dioses, "comprenderían mejor lo que tienen en común".
27 de agosto
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.