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Un barco canadiense encontró a otro superviviente del pesquero "lslamar III"

Rosa Montero

La tripulación del barco canadiense Decaminer encontró anoche, a 25 millas de Dajla, antigua Villa Cisneros (Sahara), a otro superviviente del pesquero Islamar III, con base en Isla Cristina (Huelva), que naufragó en la madrugada del viernes con 28 tripulantes a bordo. Se trata de Pedro López Beltrán, de 29 años, hallado, al parecer, en ' una balsa, concretamente, según informa Diego Talavera desde Las Palmas, a 25,5 grados Norte y 16,12 grados Sur. La noticia fue confirmada por la Comandancia de Marina de Las Palmas. Con este marinero rescatado son ya dos los supervivientes del naufragio; y, según manifestó Pedro López al programa Onda Pesquera, "puede haber más supervivientes de los 16 marineros que iban en otra balsa". El Decaminer es esperado esta mañana en Isla Cristina.

Llevan esperando ante la Iglesia de los Dolores desde cerca de las 10.30 de la noche. Son mil, dos mil personas. Pescadores, vecinos, familiares. Isleños todos, habitantes de este pueblo que vive y muere del mar. Por un megáfono roto que apenas suena, se dan consignas que nadie escucha. Llega una ambulancia, y la gente se abalanza: "Los traen allí?" "No, no los traen allí". "Al mío, me lo trajeron en coche fúnebre". Al suyo, hace años: Isla Cristina ha dejado muchos muertos en el mar.Allí, en esa espera que se prolonga hora tras hora, en esa guardia a pie que cubre el recorrido de los cuatro féretros desde Sevilla hasta Isla Cristina, reina el rito de la muerte. Es el momento de hablar de los hijos, hermanos, maridos que desaparecieron en el mar. Es una liturgia de dolor, la forma popular de honrar a los ausentes.

Y al fin, a las 0.20, llegan. La muchedumbre se arremolina, suelta un suspiro: los coches fúnebres están entrando en la plaza. De pronto sucede algo extraordinario: la masa se rompe en pequeños gritos, se agita, se estremece; sucede algo, algo que corre de boca en boca como una descarga eléctrica. "¡Que traen más, que han encontrado más cuerpos!", dice alguien. "¡No, que han encontrado a 12 vivos, a 12 vivos!". El clamor es imparable: la gente ríe, Hora, se abraza, se palmea.

Otros, sobrecogidos, no quieren creerlo. Los más débiles se desmayan. Están descargando ya los cuerpos en medio de esta tensión, de esta atmósfera de miedo y esperanza. Los cuerpos desaparecen en la iglesia. Las gentes se arremolinan en torno al servicio de orden. La policía aclara la noticia: no son 12 supervivientes, es solo uno, Pedro Beltrán, recogido por un barco canadiense. ¿Será verdad? ¿Será uno solo, será ése, serán mas, quizá ninguno?

Al fin se confirma la noticia. El duelo se rompe en excitados coros: en Isla Cristina la noche se ha detenido en torno a una brizna de esperanza.

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