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Extradición de 'etarras'

(...) El terrorismo es un fenómeno político que no halla cauces de solución si sólo se encara desde la perspectiva del orden público. Por supuesto, ETA es una excrecencia pútrida de un serio problema de - instalación nacional, enquistado en los años de la autocracia e irresuelto por el joven pluralismo, y como tal, ha de ser combatido, primero, con la creación de las vías institucionales que den salida al problema originario -mucho hemos avanzado ya en el camino de la autonomía, del autogobierno-, y después, con las medidas técnicas y policiales que pongan coto a esta violencia, siempre injustificable.Pero esta tesis comprensiva no debe ser sesgada por la parcialidad de que ahora hace gala el nacionalismo del PNV (la parcialidad de Herri Batasuna es consustancial con la coalición misma). Porque es evidente que la raíz política del problema etarra y la consecuencia de que sólo mediante la política misma se podrá erradicar del todo no deben impedir que la sociedad occidental, de la que España es miembro, se cruce pasivamente de brazos frente a los asesinos. Aquí no cabe la apatía ante el asesinato, la coacción, el secuestro o el chantaje: todos quienes defendemos la libertad estamos a favor de aplicar implacablemente el derecho contra quienes quieren imponer la selvática ley del más fuerte mediante las metralletas. Y, consiguientemente, aplaudimos el que las democracias amigas cóntribuyan a esa lucha por la legalidad entregando al Gobierno español a los terroristas acusados, no de alguna heterodoxia ideológica, sino de crímenes concretos y abyectos hasta la repugnancia.

Hace mal el PNV al salir en favor de patriotas que han asesinado por la espalda a gentes indefensas que no habían cometido otro delito que el de cumplir con su deber de funcionanos públicos. Hacen mal los democristianos del PNV al condonar responsabilidades que son de lesa humanidad, por más matices políticos que quieran verse.

Cualquier diálogo político quedaría ensombrecido si el Estado claudicara ante la violencia ciega e irreflexiva de los etarras. En todo caso, el problema vasco no puede quedar a merced de los asesinos, y el PNV está cometiendo el error de identificar al nacionalismo, perfectamente respetable, con la causa homicida de ETA. Euskadi no se merece este parangón, ni el pueblo vasco debería tener que asistir a esta ceremonia de la confusión a que lo abocan sus líderes, desorientados, ansiosos, seguramente, de heredar mesianismo en decadencia.

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