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La presión francesa sobre ETA

Ahora, una etapa nueva

La deportación a Centroamérica de Eugenio Echeveste, Antxon, habitualmente considerado como el número dos de la jerarquía de ETA Militar, abre muy probablemente un tiempo nuevo en la organización.Echeveste, de 33 años, fue alumno de los jesuitas de San Sebastián. Sus condiscípulos de la época le recuerdan como un adolescente solitario y retraído, aficionado a coleccionar mariposas. Exiliado en 1975, se integró en ETA Militar dos años más tarde, tras haber encabezado, junto con Francisco Múgica, Artapalo, y Miguel Ángel Apalategui, Apala, una escisión en la antigua ETApm, que iniciaba a la sazón, bajo la inspiración de Pertur y Erreka, su paulatino distanciamiento de la acción militar, que conduciría a la creación del partido ElA, antecedente del actual Euskadiko Ezkerra.

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Antxon es considerado, si bien casi siempre en base a informaciones procedentes del PNV, como el principal opositor en el seno de ETA a la línea más nacionalista y más abierta a la negociación, cuya representación se atribuye a Txomin Iturbe. El hecho de que Iturbe, perfectamente localizado por las autoridades francesas, siga disfrutando de su condición de refugiado, y no haya sido objeto de medidas de expulsión, debe interpretarse probablemente en función de esa mayor disponibilidad para la negociación que se le atribuye.

Txomin, que milita en ETA desde mediados de los años setenta, goza de una autoridad moral dentro de la organización y de un prestigio personal entre los sectores de base del nacionalismo radical que distan de alcanzar los activistas posteriormente incorporados a la dirección.

La expulsión de Echeveste, en la medida en que confirma la firmeza francesa respecto a la presencia de ETA en el País Vasco francés, obligará probablemente a dicha organización a modificar los criterios de estructuración y funcionamiento vigentes hasta el momento.

Según la ya abundante información disponible sobre ETA, la dirección de la organización se ha visto obligada en varias fases de su historia a, trasladar lejos de la frontera, e incluso fuera del territorio francés -Bruselas, por ejemplo- al grueso de su aparato directivo. La concesión de las extradiciones de los polimilis Artetxe y Ormaza podría quizá interpretarse, en ese sentido, como una advertencia disuasoria de tal posibilidad por parte de las autoridades belgas.

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Pero dada la diferente función desempeñada en otros tiempos por la dirección, los efectos de su alejamiento del País Vasco francés no eran comparables a los que pudieran deducirse de la situación actual.

Hasta mediados de los setenta, ETA, al igual que la mayoría de las fuerzas de oposición clandestina al franquismo, estaba estructurada, de manera piramidal, con coordinación por arriba de las organizaciones de base territorial. Ello permitía teóricamente a la policía realizar redadas que afectasen simultáneamente a distintos niveles de la pirámide. Sin embargo, desde que ETA renunció prácticamente a toda actividad no específicamente militar, la vieja estructura dio paso a un sistema de coordinación directa de cada comando con la dirección, situada establemente cerca de la frontera, pero fuera del alcance de la policía española.

El hecho de que Echeveste fuera detenido en las inmediaciones de Biarritz podría indicar las dificultades de ETA para mantener ese sistema de coordinación desde otros puntos más alejados de la frontera, como, por ejemplo, París. El alejamiento allende del mar de un dirigente tan importante, que además va a permanecer bajo control, tendrá, por una parte, repercusiones de alcance todavía desconocido en la mecánica interna de ETA y además encierra un mensaje inequívoco al resto de la organización de las dificultades que les esperan en Francia.

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