Una posible respuesta al bloqueo de Jarq
IGNACIO CEMBRERO, Aunque Irán lo haya negado oficialmente y su agencia de prensa Irna haya incluso acusado ayer a Estados Unidos, al igual que a la Unión Soviética y a Siria, de haber minado el mar Rojo para "dañar la reputación de la revolución islámica", numerosos expertos y diplomáticos opinan que la obstaculización de la navegación entre el Mediterráneo y el, océano Indico es probablemente la respuesta iraní al bloqueo de su terminal petrolera de Jarq.
El régimen islámico del ayatollah Jomeini puede intentar de esta manera demostrar a los países árabes del golfo Pérsico, aliados de Irak, que no sólo las exportaciones de crudos iraníes son vulnerables. Por otro lado, puede ser también una forma de incitarles a presionar a Bagdad para que acepte las condiciones iraníes para acabar la guerra.
La mayoría de los expertos resaltan que sólo un, Estado, y no una organización clandestina, por poderosa que sea Jihad Islámica -que reivindicó el minado-, posee la infraestructura necesaria para llevar a cabo una operación de tal envergadura.
El Estado iraní es el único que parece tener motivos para haber colocado las minas, vengándose así del cierre parcial de la terminal petrolera de Jarq a causa de los ataques aéreos iraquíes.
Teherán replicó inicialmente a las acciones iraquíes sobre Jarq atacando petroleros que cargaban en Kuwait y Arabia Saudí, pero la fuerza aérea saudí, guiada por los aparatos de vigilancia electrónica norteamericanos AWACS, le disuadió de seguir por este camino.
Irak ha dejado, por su parte, de exportar su crudo a través del golfo Pérsico, pero a diferencia de Irán puede hacerlo por otras vías, como el oleoducto que cruza el este de Turquía o los camiones cisterna que atraviesan Jordania hacia el puerto de Akaba.
El régimen baasista de Bagdad cuenta, además, con un generoso respaldo financiero de las monarquías de la península arábiga, que tampoco han sufrido excesivamente la alteración del tráfico marítimo en el Golfo, pero que, en previsión de una extensión de la guerra, se esfuerzan en alejar del escenario bélico el itinerario de sus oleoductos.
Kuwaít y los Emiratos Árabes Unidos construyen, por ejemplo, oleoductos para exportar petróleo por los puertos del golfo de Omán, mientras Arabia Saudí prestará a Irak un oleoducto infrautilizado que desemboca en Yanbuh, en el mar Rojo, donde también acaba el transarábigo, cuya capacidad de bombeo proyectó Riad incrementar hasta 2,45 millones de barriles diarios, los dos tercios de su actual producción. No parece, por tanto, una casualidad que sea en esa zona alternativa al golfo Pérsico donde hayan aparecido las misteriosas minas.
Tanto Irna como el diario soviético Pravda han acusado ya precipitadamente a Estados Unidos de la colocación de los famosos explosivos para obligar a los árabes a pedir su protección. Más hábilmente, el órgano del partido en el poder en Siria, Al Baas, ha afirmado que "sólo EE UU puede resultar beneficiado por estos problemas".
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