Muerte rápida, muerte lenta
Los médicos se declaran impotentes ante las consecuencias de una guerra nuclear
Más de 50.000 médicos de todo el mundo se han declarado impotentes ante un hipotético conflicto atómico en el transcurso del IV Congreso de la Asociación Mundial de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear. Tras llegar a la conclusión de que la medicina no tiene respuestas para una catástrofe de este tipo, los médicos, que representan a 50 países -entre los que se cuentan Estados Unidos, la URSS y España-, decidieron pedir el cese de la carrera de armamentos, por entender que la. prevención es el único remedio que pueden y deben utilizar."Nosotros estamos especialmente sensibilizados para conservar la salud de la humanidad y no podemos permanecer impasibles ante la mayor amenaza que sufre en toda su existencia, porque lo cierto es que nos podemos extinguir, como los trilobites o los dinosaurios", dice Pedro Zarco, coordinador de la Asociación Española de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear, explicando la clave de la movilización médica contra esta nada hipotética guerra del fin del mundo.
Y es que, a pesar de que las consecuencias de una guerra nuclear escapan a cualquier tipo de previsión científica, los datos que se conocen en la actualidad permiten deducir que incluso una guerra limitada, de unos 3.000 megatones (sólo en los arsenales norteamericanos hay más de 20.000), pondría en marcha una catástrofe ecológica de tal calibre que no habría lugar para que la humanidad sobreviviera.
Y poco a poco la ciencia va añadiendo macabros hallazgos a la larga lista de efectos desencadenados por una guerra nuclear. "Primero descubrimos, por Hiroshima y Nagasaki, la explosión nuclear", comenta el doctor Zarco, "el calor horroroso y el incendio. Luego se fue conociendo la radiactividad; el pulso electromagnético, que desconecta todas las conexiones de comunicación de sistemas. Después, la destrucción de la capa de ozono, que inundaría de rayos ultavioletas todo lo que quedara vivo en la superficie terrestre; y lo último que se ha descubierto es el invierno nuclear, otra catástrofe añadida, por la que la temperatura bajaría a -20º centígrados durante meses, lo que, además de acabar con todos los bosques tropicales y zonas templadas, haría dificilísima la supervivencia inicial, porque el agua, por poner sólo un ejemplo, estaría congelada".
No hay respuesta médica
"Ante una hipotética guerra nuclear no hay respuesta médica posible". Ésta es una afirmación en la que la Asociación de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear -que agrupan cerca del 10% de los médicos de todo el mundo- coincide con la Organización Mundial de la Salud (OM S), que ha llegado a esta conclusión tras un amplio estudio sobre este tema, publicado en el informe Efectos de la guerra nuclear sobre la salud y los servicios de salud.
En el mismo sentido se ha pronunciado la British Medical Association, la organización médica colegial británica, en un informe elaborado a petición del Ministerio de Defensa de su país. Según deducen los médicos británicos, un ataque nuclear sobre el Reino Unido de tan sólo 200 megatones "originaría el colapso total de los servicios médicos, y únicamente las ayudas más primitivas podrían ser utilizadas por algún compañero superviviente".
Un estudio efectuado en 1979 por el Organismo de Armas y Desarme de Estados Unidos, para el que se tomó como muestra la ciudad de Boston, indicaba que, tras la explosión en el aire de una bomba de un megatón sobre esa ciudad, el 50% de sus habitantes moriría o resultaría herido inicialmente. Sí la mitad de los médicos de Boston sobreviviera -cosa, por lo demás, bastante improbable-, los 5.200 médicos de la ciudad se verían en la caótica situación de tener que pasar cuatro días trabajando durante 16 horas diarias, y dedicando 15 minutos a cada enfermo, para poder ver a los 700.000 heridos.
En el caso de que estallaran dos bombas de un megatón, y aun en el supuesto de que el resto de Estados Unidos resultara intacto, los recursos médicos serían insuficientes para tratar debidamente a los heridos por efecto de las ondas expansivas y térmicas y de las radiaciones.
En Hiroshima, el 90% de los médicos y del personal sanitario resultó muerto y los hospitales quedaron totalmente destruidos. Cuando se hacen cálculos sobre los recursos de personal médico en el caso de guerra nuclear, se suelen aplicar estos mismos porcentajes como cifra mínima, teniendo en cuenta que los hospitales suelen estar estratégicamente mal situados para soportar una catástrofe de este tipo y que el potencial destructor con el que se juega en la actualidad es mucho mayor.
Sin médicos ni hospitales
Según cálculos del doctor Zarco, de los 15.000 médicos que hay en Madrid, sólo quedarían 1.500 en el caso de un ataque nuclear, y la mayoría de ellos en malas condiciones físicas y psíquicas, afectados por las radiaciones y sin medios materiales para llevar a cabo la mínima asistencia. Con los hospitales quedarían destruidas las reservas de medicamentos y, por otra parte, las tareas de salvamento serían prácticamente imposibles. Sólo en el caso de que se tratara de un ataque nuclear a una pequeña zona aislada cabría contar con ayuda exterior, como ocurrió en Hiroshima y Nagasaki
"Incluso manejando la hipótesis poco probable de que la bomba no afectara a ningún centro hospitalario, se necesitarían, haciendo cálculos sobre una pequeña catástrofe local, 250.000 litros de infusión, 6.000 de sangre, 5.000 de plasma y 230.000 de suero. Unas necesidades que no podrían ser atendidas ni en circunstancias normales", indica Pedro Zarco, quien se muestra escéptico ante la idea de almacenar morfina para administrar a los moribundos, porque ante un eventual ataque "gran parte de ella quedaría destruida, y el resto, probablemente, no habría quien la suministrara.
Efectos sobre la salud
Los efectos que sobre la salud de la población causaría una guerra nuclear son difícilmente evaluables por la complejidad de los elementos que entran en juego y lo impredecible de su interacción; pero el seguimiento de los afectados de Hiroshima y Nagasaki, los estudios experimentales sobre los efectos de las radiaciones y el avance de los conocimientos científicos han permitido realizar estudios en profundidad, como el mismo informe de la OMS, Efectos de la guerra nuclear sobre la salud y los servicios de salud.
Según el documento de la OMS, los primeros efectos de la bola de fuego -dejando al margen la ingente cantidad de muertos que se produciría en el primer momento- serían las lesiones de la vista, por deslumbramiento o quemadura retiniana. La onda térmica causaría directamente la carbonización de todo el cuerpo o quemaduras de diversos grados. No se trata de quemaduras normales, porque
Muerte rápida, muerte lenta
los traumatismos térmicos causados por las explosiones atómicas son de índole especial y, según su grado, pueden causar una leve lesión superficial, necrosis por coagulación, carbonización, evaporación de las vísceras e incluso la aniquilación total, como se pudo comprobar en Hiroshima, donde las huellas macabras de palabras de personas quedaron dibujadas en los bancos de piedra.Las radiaciones ionizantes directas pueden, según las dosis, matar instantáneamente por choque, causar la muerte a los pocos días, producir una enfermedad de las radiaciones o causar una linfopenia (escasez de linfocitos) pasajera.
La enfermedad de las radiaciones se caracteriza por síndromes agudos, cuya gravedad depende de las dosis recibidas. Entre las letales se pueden dar tres grados con tres síndromes (conjunto de síntomas) diferentes. El síndrome del sistema nervioso central es el que se espera producir con las bombas de neutrones. Se caracteriza por estados altos de estupor e hiperexcitabilidad, cuyo desenlace inevitable es la muerte a los pocos días.
En el, síndrome gastrointestinal, la muerte se produce al cabo de una o dos semanas, y los afectados presentan cuadros de náuseas, vómitos y diarreas. El síndrome hematopoyético se caracteriza por las náuseas, vómitos, citopenia, anemia y trastornos de la inmunidad. La gravedad depende de la dosis que llegue a la médula ósea.
No obstante, algunos de estos mismos síntomas iniciales vómitos, náuseas, diarreas y fatiga pueden ser originados por dosis subletales, pero acaban desapareciendo y la víctima se recupera. Los tejidos más sensibles a las radiaciones son la médula ósea, el tubo gastrointestinal y los órganos de reproducción. Los productos radiactivos también pueden penetrar en el organismo a través del aire, el agua o los alimentos contaminados, fijándose en el tiroides y en los huesos.
Los efectos adversos de las radiaciones se intensifican si las víctimas padecen también traumatismos, quemaduras o infecciones. Entre los supervivientes, la depilación, en particular del cuero cabelludo, es un signo inequívoco de los daños causados por las radiaciones, y puede tener lugar entre la primera y la cuarta semanas.
El daño psicológico
Según un informe del Comité para la Compilación de Materiales sobre los Daños Causados por las Bombas Atómicas de Hiroshima y Nagasaki, las reacciones psicológicas de los habitantes de estas ciudades tras el ataque nuclear fueron radicalmente diferentes a las que se observan tras los desastres naturales. En éstos aparece el síndrome del desastre, caracterizado por el estupor y el salvaje egoísmo inmediatamente después del impacto, al que sucede en pocas horas una actitud de identificación con la comunidad y una euforia que se traduce en espíritu cívico y afán de trabajar por ésta.
Los supervivientes de Hiroshima, por el contrario, mostraron una gran ausencia de inquietud por sus familiares, atribuible a los efectos de una experiencia desconocida y al caos resultante. A largo plazo, los supervivientes mostraron unos síntomas psicológicos caracterizados por el sentimiento de vergüenza por la muerte de los familiares y de identificación con los muertos, una mayor prevalencia de afecciones neuróticas, cierta tendencia autística -con sentimiento de lo absurdo de la vida y una estrecha relación de grupo con los demás supervivientes, junto a una gran indiferencia hacia los familiares. En la actualidad, de producirse una explosión nuclear, los efectos psicológicos estarían influenciados por un nuevo elemento: ahora se sabe lo que significa una guerra de este tipo.
La dificil supervivenecia
Aunque la infraestructura sanitaria de todo el mundo siguiera en pie tras una confrontación nuclear generalizada, sería imposible atender a los supervivientes, que necesitarían una atención médica especializada. Los que padecieran traumatismos de pulmón causados por la onda expansiva, necesitarían una total inmovilización en cama, y en gran número de traumatismos abdominales estaría indicada la cirugía.
El tratamiento de las quemaduras requiere el mantenimiento de las funciones vitales, el control del choque, el alivio del dolor, la prevención de la infección y un tratamiento específico de las heridas, que incluye los injertos cutáneos. Sólo durante las primeras, 24 horas se requieren unos 10 litros de líquidos intravenosos para cada paciente.
Para la enfermedad de las radiaciones no existe un tratamiento especial, y en principio se adoptan medidas para prevenir la muerte por infección y hemorragia hasta que se inicie el restablecimiento de la médula ósea. En condiciones óptimas, los cuidados pueden incluir el descanso absoluto en cama, la hospitalización en ambiente estéril, el diagnóstico y tratamiento de infecciones endógenas, las transfusiones de sangre (de 50 a 100 por paciente), el trasplante de médula ósea y el empleo de grandes cantidades de antibióticos.
Si a todo esto añadimos el panorama que se encontrarían los supervivientes a su alrededor-transmisión de enfermedades, hambre y sed, falta de saneamiento, proliferación de insectos y ratas muy resistentes a las radiaciones, cadáveres incontables de personas y animales y posible mutación de agentes que actualmente son inocuos y podrían convertirse en patógenos, junto a los efectos sobre el ecosistema, las lluvias radiactivas, el invierno nuclear, la contaminación, la ausencia total de comunicaciones-, se com prende la conclusión del doctor Zarco cuando dice que "toda política de respuesta a la guerra nuclear es inmoral. No es posible hacer planes de evacuación, y los refugios, que se presentan como una posibilidad para sobrevivir, en realidad sólo sirven para alargar más la agonía".
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