La resaca de la gran fiesta
El cadáver de Felipe Martínez Álvarez, de 28 años, natural de Orense, fue hallado flotando el pasado 10 de julio en el río Arga. Según reveló la autopsia posteriormente, el joven había fallecido de muerte violenta. Éste fue uno de los numerosos casos en los que tuvieron que intervenir los funcionarios del Cuerpo Superior de Policía durante los Sanfermines-84, que -pese al alarmismo inicial por la suspensión del riau-riau, a causa de la actitud de un grupo de mozos que impidió la salida de los concejales coreando consignas en favor de la amnistía- se desarrollaron con total normalidad. Y ahora comienza la labor de reconstrucción de Pamplona, una ciudad que estos días aparece desierta, si bien durante nueve largas jornadas ha disfrutado de una total anarquía festiva y de juerga ininterrumpida.
Pero también comienzan a conocerse algunos datos sobre lo que fueron estos sanfermines, en los que más de 1.300 personas fueron atendidas en diversos centros sanitarios de la ciudad. Así, en la Casa de Socorro se curó inicialmente a un total de 1.130, en tanto que la Cruz Roja, por su parte, trató a 168 individuos. La principal y más cotidiana causa de lesiones fueron los encierros de toros, en los que, a excepción de las graves cogidas del norteamericano Stephen Townsend y, al inglés David Crowther -que sufrieron cornadas de 40 y de 12 centímetros de profundidad, respectivamente-, no hubo que registrar otros percances de importancia. Como es habitual, hubo muchas asistencias por golpes, caídas, contusiones, cortes por botellas y vasos rotos en la calle y, sobre todo, por intoxicaciones etílicas, la enfermedad más común de esta fiesta.
Desbandada de Pamplona
Y después de los sanfermines -a los que, por cierto, acudieron los embajadores de las dos superpotencias en España, Thomas Enders, de EE UU, y Yuri Dubinin, de la URSS, además de Margaux Hemingway, nieta del gran escritor norteamericano Ernest Hemingway- quedó una ciudad prácticamente desierta, con sus calles inundadas de papeles, vasos, botellas, con los hoteles prácticamente vacíos y los comercios cerrados.El éxodo de los habitantes de Pamplona, junto con el de las más de 200.000 personas que acudieron a estas fiestas -principalmente norteamericanos, franceses, ingleses, italianos e incluso filipinos, griegos, árabes y soviéticos-, ha dejado vacía la ciudad, y menos del 60% de los establecimientos comerciales se encuentra actualmente abierto.
En estos momentos de desbandada general, el servicio de limpieza del Ayuntamiento de Pamplona, reforzado con 37 personas, se afana por dejar limpias las calles de la ciudad, llenas de suciedad y de basura. Son cientos de toneladas de residuos los que hay que retirar de la calzada, si bien durante las fiestas el ayuntamiento ha tratado de mantener las calles lo más limpias posible.
Por poner un ejemplo, sólo en la plaza de toros se recogieron durante los sanfermines unos 55.000 kilos de basuras, la mayor parte de los cuales se encontraban en los tendidos ocupados por las peñas de mozos, donde todos los días 70 personas del servicio de limpieza de la plaza encontraban restos de sangría, vino, cortezas de melón, diversas clases de frutas, harina ajoarriero, bocadillos, papeles y botellas. De los alrededor de 6.500 kilos de basura que se recogían diariamente en el coso taurino, unos 2.700 correspondían a botellas de todos los tipos y tamaños.
Jardines destrozados
Los jardines se encuentran, por otra parte, destrozados, y es ahí precisamerite donde todavía se nota más el desarrollo de los sanfermines. Los servicios de jardines municipales del ayuntamiento han comenzado ya a plantar nuevas flores, aunque no sólo hay que colocarlas, sino que, además, hay que limpiar antes la hierba, que se encuentra llena de cascos de vidrio y papeles.De todas formas, los destrozos en los jardines, la mayor parte de los cuales han quedado reducidos a desiertos de tierra, no se pueden ni comparar con los de años anteriores en los que incluso hubo que llegar a reponer hasta 70.000 flores.
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