Revolución y fracaso de las técnicas de dirección / y 2
¿Cuáles pueden ser los puntos de apoyo previsibles del futuro proceso de modernización? Es preciso empezar con el factor más decisivo del retraso en la modernización de las estructuras productivas españolas: las carencias profundas en materia de educación y de formación. Este es, en verdad, el gran agujero negro, en términos astronómicos, de la economía española. En este país, más de un 50% de las empresas dedican menos de un 0,5% de su masa salarial a la formación profesional. Es un dato que se compara mal con el promedio europeo, que es del orden del 3%. En España se puede prolongar interminablemente el debate para saber si la enseñanza del latín y los reyes godos debe correr a cargo del sector público o sector privado, sin que nadie mencione la reforma de los contenidos de la educación, la necesidad, por ejemplo, de incluir la historia de la ciencia y tecnología como asignatura obligatoria en la enseñanza secundaria.Se cuenta con un sistema educativo, que está preparando a gente para trabajos que ya han desaparecido, para una economía que de verdad ya no es la que era. Deberán impulsarse, por supuesto, cambios radicales en los sistemas educativos, no sólo en sus contenidos, sino en la reinserción de los estamentos educativos en los procesos de producción. No es aceptable, por ejemplo, que en las universidades españolas no existan todavía las instituciones de los liaison officers que tienen en las universidades anglosajonas la función no sólo de estar en contacto con los sectores productivos para buscar trabajo a los futuros diplomados, sino de negociar con los sectores industriales el contenido de las reformas necesarias de los programas educativos para garantizar la fluidez entre necesidades futuras y formación presente.
Los sistemas participativos
No se podrá prolongar por mucho más tiempo una situación en la que la disponibilidad de recursos financieros para invertir en capital fijo no tiene su paralelo cuando se trata de invertir en recursos humanos. Nadie puede ofrecer a los prestamistas un interés a cargo de su futuro individual más productivo como garantía de un préstamo para formación o aprendizaje. Las puras fuerzas del mercado dejadas a sí mismas conducen a los trabajadores, como a las empresas, a subinvertir en capital humano.
Un contexto de innovación exigirá también reformas profundas en los sistemas participativos, sin cuyo arraigo no hay posibilidad de innovación. En los años ochenta se da una incoherencia entre el estadio que ha alcanzado el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción que se generan en tomo a estas fuerzas productivas: los que tienen el poder de decisión lo detentan de una manera incontestada, y, en cambio, los sectores más responsables de los impulsos innovadores en los niveles medios de las estructuras productivas siguen marginados de los mecanismos de decisión. ¿Alguien cree de verdad que con las estructuras y funciones actuales de los consejos de administración se podrá garantizar la elevación de las cotas de bienestar en economías basadas fundamentalmente en la capacidad para innovar?
Una tercera vía de reforma será la satisfacción de lo que debería llamarse demanda generalizada de ternura. Desde el momento en que los aumentos de productividad no son el fruto exclusivo del control de costes y jerarquización de los procesos de producción, sino que son el resultado de impulsos de innovación, es obvio que desde un punto de vista estrictamente económico existen menos razones que antaño para seguir acosando a los ciudadanos en la medida en que se les acosa en la actualidad. En el nuevo contexto de innovación cobran un realce inesperado instrumentos como el horario flexible, formación permanente, descentralización de los mecanismos de decisión, participación, incentivos orientados no a la recompensa por trabajos ejecutados en el pasado sino a estimular inversiones en capital humano que provoquen beneficios futuros.
A todo esto es ajena la situación actual de las relaciones de producción en España, cuyo entramado responde mucho más a lo que Bernard Shaw tenía, en mente cuando decía: "Lo que la gente soporta peor no es el odio, sino la indiferencia; es, la indiferencia hacia los demás lo que está en la base de la deshumanización o de la falta actual de humanidad".
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