El Gobierno y los asalariados
Quiero denunciar desde esta carta el indignante atropello de que va a ser objeto una vez más, por parte del Gobierno, la clase social más castigada de España, indefensa y desamparada fiscalmente: los asalariados.Me refiero a ese nuevo e impopular impuesto inventado por el Gobierno: el nuevo recargo municipal sobre la renta de las personas físicas, que, aunque general en teoría, será lo suficientemente discriminatorio como para diezmar más aún el cada vez más mermado poder adquisitivo de la principal, fácil y tradicional víctima del Estado para sus ansias recaudatorias: el trabajador asalariado, que cuenta sólo con su sueldo para sobrevivir y ha de pagar, irremediablemente, quizá hasta el doble de los impuestos que debiera satisfacer si tantos y tantos ciudadanos de toda índole (profesionales liberales, empresarios, comerciantes, artesanos, trabajadores autónomos, etcétera) no dejaran de declarar honradamente sus auténticos ingresos.
Si el Gobierno da unos porcentajes tan calculados de los que cometen fraude es porque sabe dónde están los defraudadores. Pues, ¡persígalos, oblíguelos a pagar o castíguelos ejemplarmente! Pero que no pague los platos rotos injustamente el que, escrupulosa e inevitablemente, cumple con sus ya exageradas obligaciones fiscales.
Cada nuevo impuesto (¡lo sabe el Gobierno!) representa una doble carga impositiva para el asalariado, al tener que soportar todo lo que no paga el alto porcentaje de defraudadores. La presión fiscal para los que pagamos los impuestos que nos corresponden se está haciendo, sencillamente, brutal e injusta. El Gobierno no puede limitarse sólo a decirnos públicamente, sobre los defraudadores, cuántos y quiénes son, ni que deben ser buenos y contribuir honestamente para que el resto de los españoles no sigamos arrastrándonos bajo el pesado fardo fiscal.
Necesitamos hechos, y son los miembros del Gobierno los obligados a conseguirlos, para que no sigamos pagando los de siempre por los de nunca. Hay varios tipos de atraco, y el nuevo recargo municipal es uno de ellos, aunque esté refrendado legalmente. Pero la paciencia tiene un límite, y la de los sufridos asalariados, convertidos en chivos expiatorios, está a punto de llegar a él.-
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