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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El secuestro de un presidente

NO HAN transcurrido todavía dos años desde que Hernán Siles Zuazo ocupa la presidencia de la República de Bolivia y todo indica que ayer se produjo, en condiciones muy extrañas, una frustrada intentona tendente a poner fin por la fuerza al mandato que el Congreso le ha confiado. El presidente boliviano fue liberado anoche en un barrio de La Paz después de ser secuestrado de madrugada en el palacio presidencial por un grupo de personas, de quienes se informó en un primer momento que se trataba de militares y policías, pero cuya verdadera identidad es todavía un misterio, incluso horas después de producirse la liberación. Durante casi 10 horas, el presidente secuestrado permaneció en paradero desconocido, y a la hora de cerrar esta edición no estaban todavía muy claras las razones de esta casi increíble peripecia, ni las exactas pretensiones del comando secuestrador, que finalmente obtuvo asilo en la embajada argentina, utilizando métodos brutales para negociar esta salida. Mientras, el vicepresidente Jaime Paz Zamora, que se encontraba en Lisboa, trataba de desdramatizar la situación, antes de conocer su desenlace, y aseguraba que no se trataba de un golpe de Estado militar, al tiempo que se disponía a regresar inmediatamente al país. El Gobierno de La Paz siguió funcionando y asimismo los partidos que lo integran. La potente Central Obrera Boliviana (COB) llamó a la movilización general para impedir el presunto golpe, al tiempo que propuso la formación, con los partidos y los grupos fieles del Ejército, de un órgano de coordinación para asegurar la defensa de la democracia.Con las reservas obligadas, pues nuevas explicaciones pueden ver la luz en cualquier momento, los datos conocidos hasta ahora podrían indicar no tanto un intento de golpe de corte tradicional, sino quizá choques derivados de las contradicciones internas que aquejan a la coalición de gobierno de Siles Zuazo. ¿Con qué fin fue secuestrado éste mientras no se tomaron medidas contra el Gobierno ni las demás instituciones democráticas bolivianas? Quizá una de las pistas para comprender lo ocurrido esté en el levantamiento surgido en la escuela, militar de Cochabamba hace unos 10 días: los oficiales de dicha escuela afirman su apoyo a la democracia, pero se enfrentan con Siles Zuazo porque exigen que destituya como jefe del Ejército al general Simón Sejas Tordoya, amigo del presidente de la República. En este conflicto, una parte del Gobierno e incluso el vicepresidente de la República, Jaime Paz Zamora, que pertenece al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR, integrado en la coalición gubernamental), estaban en desacuerdo con Siles Zuazo.

Uno de los males endémicos del funcionamiento de la democracia en Bolivia, que prácticamente la ha inutilizado salvo en plazos muy cortos, ha sido la tendencia a poner en primer plano, dentro del campo democrático, las divisiones entre partidos y personas y a involucrar en esas divisiones a unos u otros sectores de las fuerzas militares. Conviene recordar que en el período en que Siles Zuazo ha ejercido la presidencia ha tenido que enfrentarse no sólo con las terribles consecuencias de la crisis económica, sino con enfrentamientos dentro de su Gobierno, y de éste con la central sindical. En particular, el MIR se retiró del Gobierno y sólo se ha reintegrado a él en el pasado mes de abril; nunca ha disimulado su oposición a la política económica y cierta desconfianza en cuanto a la eficacia de los métodos electorales y parlamentarios. El problema de fondo es que la triste propensión boliviana a trasladar las divisiones de la izquierda al seno de las fuerzas armadas suele tener como efecto, en un plazo más o menos largo, que éstas se conviertan en el factor determinante. Los golpes militares que empiezan con bandera de izquierda acaban con facilidad en golpes típicamente reaccionarios.

No se puede olvidar que Bolivia es, con enorme diferencia, el país de América Latina que ha conocido en su historia más golpes militares. Al del general García Meza, en 1980, le correspondía el número 189 desde la independencia, en- 1825; es decir, una media superior a la de un golpe por año. Pero Bolivia cuenta, al mismo tiempo, con unas clases trabajadoras, sobre todo los mineros, muy organizadas y combativas; la voluntad democrática de la población se. ha expresado de forma clarísima, muy mayoritaria, en los casos en los que han tenido lugar elecciones auténticas. Desgraciadamente, el sistema político no ha logrado articular la imprescindible supremacía del poder civil, sin lo cual falla un fundamento básico del sistema democrático.

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