Plácido Domingo canta 'Tosca' en Madrid, tras más de 1.750 funciones en 20 años de carrera
Más de 1.750 funciones en unos 20 años de carrera, casi 100 óperas en repertorio, un número incontable de grabaciones, apariciones en televisiones de todo el mundo, vídeos..., resumen fríamente una envidiable y sólida posición dentro del mundo operístico, pero, además, han de añadirse dos películas con sendos genios de la dirección (Traviata, con Zeffirelli, y Carmen, con Rossi) y una controlada actividad como director de orquesta. Todo ello responde a un solo nombre, el de Plácido Domingo. Desde que, en 1961, cantó sus primeras Tosca, en México, hasta las Tosca que mañana volverá a interpretar en la Zarzuela, han pasado muchos años y muchas cosas. Y, como hoy día todo se mide en dólares, nos puede servir de referencia el cambio de ganar 333 dólares mensuales por 10 funciones, cantando junto a su mujer, a los más de 10.000 dólares (más de 1.500.000 pesetas) que cobra en la actualidad por función.
Pregunta. ¿Qué diferencias ve Plácido Domingo en su modo de interpretar de sus comienzos a ahora?Respuesta. Las diferencias fundamentales son que cada día son mayores el entusiasmo, las exigencias y la responsabilidad. Hoy día no puedo cantar rutinariamente ningún personaje, y si algún día saliese a cantar con ese ánimo, ese día preferiría retirarme. Mi número de actuaciones ha decrecido y cuido mucho más todo. El año pasado, por ejemplo, apenas he cantado 50 funciones, y descansado es prácticamente imposible hacer una mala función. Evidentemente, la voz cambia de un día a otro, y no se puede estar nunca al mismo nivel, pero de verdad que es ahora muy difícil que dé una interpretación irregular. Tú no puedes aceptar una función si no eres capaz de dar lo mejor de ti mismo al público que lo está esperando, porque no es su problema si has cantado otra función dos días antes a miles de kilómetros de distancia y te encuentras cansado. Con los años esto se ve con mayor madurez.
Por todo ello, el pasado año he cantado un menor número de representaciones, pero ha sido mayor la importancia de cada una de ellas. He inaugurado las temporadas de la Scala y el Metropolitan con Turandot y Los troyanos, respectivamente. La primera de ellas, dirigida por Zeffirelli, y la segunda suponía una novedad en mi repertorio, al igual que la Francesca de Rimini, con la que, junto a Tosca, he participado en la tournée del Metropolitan conmemorando el centenario del teatro. Además, está el rodaje de Carmen, con Rossi, y tres, grabaciones importantes: Manon Lescaut, con la Freni y Sinopoli; Trovador, con Giulini, y mi tercera Carmen, que es la banda sonora de la película, y que saldrá próximamente en España. Tenía mucha ilusión en grabar de nuevo Trovador, ya que fue la primera ópera que grabé, y desde entonces no lo había vuelto a hacer, y me daba también la posibilidad de trabajar otra vez con ese gran señor de la dirección que es Giulini, máxime cuando no sabemos si continuará dirigiendo por muchos años, ya que frecuentemente piensa en su retirada. Ha sido, en definitiva, un año tranquilo, pero importante.
-Años atrás, una buena parte de la crítica apostaba por una breve duración de la carrera de Plácido Domingo. Corría el año 1975, y se pensaba que el Otello era un reto imposible para el tenor, que su dificil tesitura y sus exigencias dramático-vocales arruinarían aquel bellísimo timbre aterciopelado. Han pasado 10 años, y la voz se halla incluso en mejor momento que entonces. Pasó la etapa y la tentación de oscurecer el timbre y engolar la voz para acercarse más a la idea de tenor dramático. Plácido, que además de una voz privilegiada posee una aguda inteligencia, supo ver y valorar los riesgos.
P. ¿Por qué Plácido Domingo se prodiga ahora mucho menos en Otello?
R. Realmente, desde el principio me tracé la línea de cantar solamente un cierto número de funciones al año, y lo vengo cumpliendo. Desde 1975, cuando lo canté por primera vez, debio llevar sobre las 80 funciones. Las últimas de ellas fueron en el Covent Garden, y las anteriores, en septiembre, en San Francisco, de donde me llamaron en el último momento para inaugurar la temporada. Las próximas no serán hasta enero, y tendrán lugar en el Metropolitan, en donde, por cierto, inauguraré de nuevo la temporada con otra obra delicada, el Lohengrin, de Wagner. También intervendré en una nueva producción de Tosca y efectuaré mi debú como director de orquesta con Boheme. Otello y el mismo Lohengrin son obras para cantar cuando la voz está a punto, con producciones muy cuidadas y sin demasiada frecuencia.
P. ¿Quién se ocupa de sus relaciones públicas? Tras los libros de la Callas, Home, Pavarotti, etcétera, ¿se sintió obligado a publicar su biografía?
R. Yo no hago demasiado marketing; sorprendentemente, es mucho menor de lo que el público se imagina. Hay sólo una persona con quien hablo de cosas interesantes: entrevistas, programas de televisión..., cosas que potencian la imagen y pueden ayudar a que cuando vaya a un teatro de una ciudad pequeña o aislada exista el suficiente interés como para llenarlo. Del resto se encargan las casas de discos, que son las primeras interesadas en vender, y los propios periodistas ávidos de noticias.
La idea del libro no me surgió a mí, sino a un famoso editor británico, que, a pesar de mi resistencia inicial, me convenció de que en mi vida ya había ciertos detalles lo suficientemente amplios e interesantes para editar un libro: mis inicios, la estancia en Israel, etcétera. Se trata de un libro sin pretensiones, que trata de informar y contar anécdotas, salvo en un par de capítulos, que, a mi modo de ver, son los más interesantes, en los que reflejo mis opiniones sobre los directores de escena y orquesta. Sobre esta línea es lo que me gustaría escribir con más seriedad. El libro ha tenido mucha aceptación y se ha traducido a varios idiomas.
Otras veces sales en la Prensa y en grandes titulares, sin siquiera intervenir o enterarte, y no siempre con noticias ciertas. Es lo que recientemente acaba de suceder con motivo de un supuesto recital para apoyar la construcción de la basílica de la Almudena. Se ha publicado que yo había dicho que era una vergüenza que no se hubiera terminado aún, y yo jamás dije eso, sino que me parecía extraordinario que se tomasen medidas para su terminación. Muchas veces surgen malentendidos como éste, y a mí me gustan las cosas claras.
P. ¿Quiere esto decir que no tendrá lugar ese recital?
R. Me han enviado ahora una propuesta que parece setia, y voy a estudiarla. No sería tampoco el primer caso, ya que existe una experiencia semejante. Hace poco actué en una sala del Vaticano para 8.000 personas, en un concierto benéfico, acompañado por I Solisti Veneti y con un programa sacro precioso. Yo desconozco cuál es la situación de las obras en la Almudena, pero se podría pensar en algo semejante.
P. ¿Por qué motivos es tan difícil escuchar a Plácido Domingo en un recital?
R. Por lo regular, encuentro que el recital es aburrido; además, generalmente el cantante, o es de ópera o de lied. Son contadas las excepciones: Caballé, Berganza o Victoria de los Ángeles, pero ellas vienen apoyadas por la gran riqueza de la música española para voces femeninas. Mi idea de recital va por salir al escenario con un cello, un violín y un piano para improvisar lo que podría ser una noche de cante con un repertorio popular y variado. Para esto es obvio que se requiere tiempo, y, hoy por hoy, el escenario y sus personajes son mi vida. Además, el lied siempre lo podré hacer el día de mafiana, con un repertorio adecuado, e incluso cómodo.
P. ¿De qué filme se siente más satisfecho, Traviata o Carmen?
R. Cada uno es diferente. Zeffirelli, con esa imaginación suya, a veces tan desbordada, crea un mundo algo irreal. Si Flora o Violetta hubiesen vivido en palacios semejantes, sólo habrían podido contar entre sus clientes con el rey de Francia. Me habría gustado un concepto más real y menos próximo a la línea viscontiana de esa gran película que es El gatopardo. Creo que la Carmen va a sorprender a muchos. Rossi es un enamorado de España y, aunque a veces se haya dejado llevar por sus dos grandes amores, los toros y la Semana Santa, descuidando los personajes en beneficio de la descripción, ha reflejado una atmósfera con momentos extraordinarios, que jamás pueden verse en un escenario. Quizá me guste más la Carmen, pero también puede ser por constituir lo último que he hecho.
P. ¿Cuáles son sus discos más vendidos? ¿Cuál le gusta más personalmente?
R. De los discos nunca podríamos vivir. Los líricos que más se venden son los de romanzas, y si llegan a los 100.000 ejemplares es todo un récord. Mi ópera completa más comprada es el Don Carlo, con Giulini, pero sus ventas no llegan al 10% del Perhaps love, a dúo con Denver, del que llevamos 1.700.000 copias. Es triste quizá, pero es así. Es difícil decir cuál es la grabación que más me satisface; quizá las últimas..., pero también intervienen las técnicas. El disco monoural favorecía al cantante; el estéreo potenció las orquestas, y el digital viene a equilibrar la balanza. Por ello, mis discos actuales son mucho mejores, y también porque a través de los años se aprende a grabar. Antes repetíamos y repetíamos un mismo pasaje para apenas mejorarlo, olvidándonos de que todo tiene un límite. Ahora hay pasajes, como el dúo con Azucena, en el Trovador, grabado en una sola toma y, curiosamente, estos momentos son siempre los más intensos. También ha ayudado a mejorar el que las grabaciones se efectúan a partir de producciones teatrales, con lo que las orquestas tienen la música más ensayada. Ha mejorado mucho la continuidad dramática.
P. ¿Qué es lo que Plácido no ha podido hacer aún y le habría gustado realizar?
R. Quizá el Tristán, pero realmente es que no lo quiero cantar aún. Lo que quisiera es cantar cada día mejor las partes que suponen el centro de mi repertorio.
P. ¿Cuál es su obra más temida?
R. Hay tres o cuatro. Unas, como Manon Lescaut, debido a su tesitura, y otras, como Otello, por los peligros desde el punto de vista espectáculo si no hay suficiente preparación.
P. ¿En que teatro siente más miedo al salir a escena?
R. Sigue siendo la Scala, porque se trata de un público que sabe o cree saber más que nadie, y van más a escuchar el error que la función. Pero también los teatros españoles, por la responsabilidad de cantar en mi país.
P. ¿Qué primeros pensamientos artísticos le traen a la cabeza los nombres de Berganza, Caballé, Victoria, Kraus, Carreras y Antonio Ordóñez?
R. Teresa Berganza es la artista de una línea de canto, control y belleza casi únicos, aunque un exceso de celo vocal la ha impedido cantar antes unas partes que podría haber cantado. Victoria de los Ángeles representa la exquisitez vocal y la perfección en el lenguaje. Montserrat Caballé es la artista con una extraordinaria variedad de repertorio, pureza de voz y una facilidad para cantar en el registro piano que te quita el aliento. Alfredo Kraus es el gran estilista, y José Carreras posee una de las voces más bellas y una gran capacidad de emotividad y comunicación. A Antonio Ordóñez le escuché el año pasado, me gustó y le aconsejé paciencia y estar preparado para cualquier momento. Me alegra que le haya surgido la oportunidad y la haya sabido aprovechar.
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