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Mitterrand, en Moscú

El presidente Mitterrand se ha atrevido a invocar lo inefable en Moscú, al suscitar la cuestión de Andrei Sajarov durante su visita oficial. A cada gesto en favor del fisico disidente y su esposa enferma, la respuesta soviética es, invariablemente, la misma que la ofrecida en esta ocasión por Chernenko: "No consentiremos que nadie se entrometa en nuestros asuntos internos".( ... ) Pero lo que Moscú considera como una cuestión interna es, de hecho, un obstáculo para cualquier avance diplomático que se quiera productivo. ( ... )

No es por casualidad, afirman los soviéticos, que Chernenko reclame las mismas prerrogativas que los zares feudales: Nicolás II empleaba casi el mismo lenguaje para rechazar cualquier requerimiento occidental en relación con malos tratos a judíos u otras minorías.

En 1903, miles de norteamericanos protestaron por medio de su Gobierno contra una espantosa matanza de judíos en Kishinev. Según cuenta Thomas Bailey, el ministro ruso de Asuntos Exteriores se negó a recibir el documento y alegó: "El emperador, cuya voluntad es la única ley de este país, no necesita ninguna información proveniente del mundo exterior acerca de las condiciones de su imperio, ni ningún consejo sobre cómo resolver los asuntos internos".

El problema, pues, parece el mismo. Pero el mundo no es igual que entonces. La tiranía zarista nunca intentó garantizar los derechos humanos. Nicolás II jamás habría firmado, como lo hizo Breznev en 1975, los acuerdos de Helsinki que hacen a cada compromisario responsable de garantizar los derechos humanos.

Y esta situación fue recordada por Mitterrand, cuyo Gobierno socialista cuenta con la presencia de algunos ministros comunistas. Por su parte, Georges Marchais ha afirmado que su partido rompería con Moscú si algo fatal ocurriese al matrimonio Sajarov.( ... )

Bailey afirma que la Prensa rusa, al verse asediada por el asunto de las matanzas de Kishinev, recordó con desprecio los malos tratos que los negros recibían en Estados Unidos.

23 de junio

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