La muerte de la doctora Elisenda Portabella

La noticia publicada por este periódico sobre el asesinato de la doctora Elisenda Portabella nos ha conmovido por dos razones: por un lado, por la muerte de una joven que, guiada por altos ideales, fue a prestar su ayuda a uno de los necesitados países centroamericanos; por otro lado, por la contradictoria versión de su muerte, no se sabe si a manos de la guerrilla o del ejército. Esta circunstancia parece carente de interés; nadie podrá resucitarla, devolverle la vida que ella prestó al servicio de alguno de los dos bandos. Pero, a falta de la vida, también la memoria es importante. No pensamos que se trate de convertirla en una mártir, pero sí es justo que se esclarezcan las circunstancias de su asesinato. Si fue el ejército de uno de los países entre cuyas fronteras ella prestaba servicios médicos, Honduras y El Salvador, consideramos que nuestro Gobierno debería averiguar, interesarse por la verdad y pedir las oportunas responsabilidades a estos regímenes. No basta con decir que la muchacha se había unido a la guerrilla o simpatizaba con ella; en este punto, también los informadores son responsables de la desviación del tema. No tiene nada que ver el miembro de un grupo terrorista en un país democrático con el simpatizante de los disidentes de un país donde la justicia y el orden son palabras carentes de iodo significado.Por otra parte, Elisenda, como muchos otros jóvenes altruistas españoles, desempeñaba allí una tarea profesional y humanitaria, dentro de la asistencia sanitaria. No creemos que su loable trabajo pueda ser ocultado tras una fácil y no tan clara etiqueta política. Nuestro propio Gobierno rechaza implícitamente los regímenes dictatoriales de Honduras y El Salvador; sin embargo, cuando se trata de proteger los derechos de sus ciudadanos fuera del país, siempre encuentra alguna justificación. En este caso la ideológica no sirve, hay que profundizar más y tomar las medidas pertinentes, aunque represente entrar en temas delicados. Si esto no se hace, los españoles seguiremos desamparados como hasta ahora cuando traspasamos nuestras fronteras. Sentimos rabia interna al ver que las promesas de muchos aspectos de nuestra política exterior no se cumplen, ni han cambiado como habíamos esperado.-