_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El inglés

Muy pronto los ciudadanos españoles se dividirán entre los que saben inglés y los que no lo saben. El asunto del inglés desborda los conceptos de un conocimiento instrumental más o de una posible cultura adicional. Saber inglés opera como un signo de distinción, tan firme como pertenecer a un estrato determinado y tanto o más persuasivo que una creencia. El éxito del Follow me en radio y televisión, unido a esa suerte de peregrinaje hacia el bautizo y conversión colectiva que han de suponer pronto los exámenes en la Universidad de Cambridge, es su prueba.No importa a estas alturas tanto que el inglés sea muy útil para el acceso a la bibliografia, la oportunidad de trabajo o el recreo turístico, como el hecho mismo de su posesión. Frente a la ruda conveniencía productiva y laboral de hace unos años, el inglés se ha convertido en un artículo cotizado. Valor que, al margen de su uso, es intercambiable en la economía política del signo. ¿Cómo dice? ¿No sabe usted inglés? ¿Ni siquiera sus hijos saben inglés? ¡Vaya gente! Evidentemente, todo índuce a pensar que esa familia no sólo carece de una renta discreta, sino que ni siquiera de su sensibilidad podrá esperarse gran cosa.

Disponer de unos ingresos aceptables, pero además contar con una mínima conciencia de por dónde va el mundo moderno, eso conlleva emparentarse con el inglés. Las convocatorias para seguir cursos en Irlanda, Gran Bretaña, Estados Unidos o incluso en granjas especiales, cerca de la llama donde alienta el idioma, son señas de que la cuestión ha logrado una valoración social semejante, como poco, al requerimiento de perder kilos superfluos. En suma, no se puede dar en público esa malísima impresión.

El inglés divide a la sociedad española por una frontera tan certera como el estatús o la edad. Y sólo hay una opción para mitigar esta carga: redimirse a través del propio esfuerzo, aun simbólico y clandestino, o afilíar a los hijos en su duro aprendizaje. En cualquier caso, de lo que se trata es de afirmarse sin un punto de ambigüedad en la misma fe. Somos creyentes, consumidores o feligreses convictos. Seguimos la predicación y acatamos su imperiosa llamada: "Follow me".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_