Los viajes del verano
Desde que Thomas Cook ideara, en el Reino Unido de principios del siglo XIX, crear una agencia que planificara los recorridos a los cada vez más numerosos viajeros, les ayudara a la compra de billetes y reserva de alojamientos y les orientara en todo tipo de cuestiones prácticas, el viaje cambió de signo. Primero, tímidamente; después, con la audacia propia de nuestro siglo comenzaron a surgir por Europa y América del Norte empresas especialmente dedicadas a la organización del viaje y se desarrolló una industria fuerte, capaz de responder a las nuevas necesidades: cadenas hoteleras, compañías aéreas, redes de autocares, restaurantes y hasta guías,, esas famosas y ya clásicas Baedeker que enseñaron a los turistas pioneros el mundo conocido.Hoy, el planeta está cruzado por los programas de los grandes mayoristas que suman clientes en sus ordenadores, descargan a diario miles de pasajeros en aeropuertos soledados, prometen lujo y felicidad en países míticos. Puntualmente, en una cita que se repite todos los años, folletos repletos de paisajes conmovedores anuncian la llegada de la temporada viajera por excelencia, el verano. Para entonces se han negociado hasta el último céntimo las tarifas aéreas, se han fletado barcos, contratado plantas enteras de hoteles, alquilado cientos de autobuses. El viaje está ya a punto. La industria turística lo sostiene.
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