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Poetas ingleses se disputan, como en una carrera de caballos, el título de máximo honor de la poesía del Reino Unido

Soledad Gallego-Díaz

Conseguir a estas alturas del siglo XX que un buen poeta acepte el título de laureado y se convierta en algo así como el bardo oficial de la corte sería una tarea casi imposible en muchos países europeos. No así en el Reino Unido, donde se cuentan hasta 10 candidatos -que compiten como si estuvieran en una carrera de caballos- para suceder a sir John Betjeman, el laureado recientemente fallecido. Hoy se sabrá el resultado.

Como los británicos aman apostar en cualquier ocasión, las casas de apuestas ya han abierto sus ventanillas para los seguidores de la poesía. Por tres a uno va ganando Philip Larkin, bibliotecario de la Hull University, considerado por muchos críticos como uno de los mejores poetas vivos de lengua inglesa. Larkin, que cuenta 61 años, sería un candidato perfecto, no sólo porque es un buen poeta, sino también porque es un gran admirador de la monarquía británica y de la primera ministra. Como dice uno de sus potenciales adversarios, James Fenton, "para aceptar un trabajo así hace falta creer en la monarquía y en el orden".El poeta tiene fama de tradicionalista y de poseer una lengua vitriólica. Hace años replicó en una entrevista: "¿Por que se preocupan los periodistas sobre si admiro o no a Thatcher? No soy el único. ¿Por qué creen que ganó las malditas elecciones?". Larkin admite que sus puntos de vista en política no son muy sofisticados: "Supongo que identifico a la derecha con ciertas virtudes y a la izquierda con ciertos vicios. Sí, ya sé que no es lógico. No hace falta que me lo explique".

Larkin parece encantado con la idea de suceder a Betjeman. El bibliotecario universitario no es un hombre conocido o querido a nivel popular como el poeta fallecido, pero no cabe duda de que le gustaría serlo y que piensa que el anacrónico título de laureado podría ayudarle. Sus detractores dicen que no es un buen candidato porque sólo escribe dos poemas al año.

Sus amigos le defienden afirmando que el poeta laureado ya no está obligado a escribir versos de encargo ni crónicas rimadas sobre los principales acontecimientos de la familia real. Los tiempos han cambiado y el sucesor de Betjeman puede muy bien renunciar a escribir un poema sobre la supuesta boda del príncipe Andrés -si es que el play-boy de la familia real se casa algún día- o sobre el seguro nacimiento de un nuevo hijo del príncipe de Gales. Además, recuerda Fenton, no es cierto que Larkin no pueda escribir de encargo. Hace algunos años publicó un poema sobre la bebida que le había pedido la Poetry Review.

Aunque todo parece indicar que Philip Larkin será el sucesor de Betjeman, y de Tennyson o Wordsworth, que le precedieron, nada será seguro hasta que se realice el anuncio oficial. El mecanismo es muy formal y serio: la primera ministra consultará al Arts Council y a la Poetry Society, decidirá quién es su candidato y propondrá el nombre a la reina, que firmará el nombramiento, El cargo lleva implícito un sueldo de 70 libras esterlinas al año, más un suplemento de 27 libras a cambio de renunciar a una buena provisión de jerez, que figuraba entre los beneficios de los poetas laureados iniciales.

Pese a todas las críticas que levanta Larkin y la mera existencia del cargo de poeta de la corte, muchos críticos creen que sería una buena ocasión para otorgar el puesto de poeta laureado no al más popular o al versificador más fácil, sino al mejor poeta. Algunos creen que Larkin es también el mejor poeta inglés, igual que pensaba el propio sir John Betjeman.

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