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Elecciones al Parlamento Europeo/ Dinamarca

Una campaña acogida con apatía en la calle, en un contexto de crisis social y política

Un contexto de conflictos sociales, de divisiones políticas entre los diferentes partidos y en el interior de cada uno de ellos a propósito de temas como el de la política exterior y la seguridad nacional -en los que tradicionalmente había existido acuerdo-, persistencia de una crisis económica que cambió sustancialmente el perfil de un país otrora ubicado en una posición de privilegio en el concierto internacional, enmarca la campaña para la elección de los 16 diputados que le corresponden a Dinamarca en el Parlamento Europeo, que se celebra el próximo día 14.

Ese marco de preocupaciones inmediatas, más la convicción generalizada de que la situación de Dinamarca como miembro de la Comunidad Económica Europea es una realidad irreversible, hacen que la campaña no despierte el entusiasmo de las multitudes, y sólo a nivel de Gobierno y en las publicaciones de debate político el tema se mantiene vivo.Esto no significa, sin embargo, que las enconadas discrepancias que dividieron al país en ocasión del referéndum para decidir el ingreso en la Comunidad Europea hayan desaparecido. Actualmente, la idea de una retirada de la CEE no tendría grandes posibilidades de prosperar, si es que alguien decidiera plantearla. Más irritante para algunos sectores de la opinión danesa es la permanencia del país en la Organización del Tratado de Atlántico Norte.

Todos estos motivos permiten descartar una campaña fervorosa de cara a la elección del 14 de junio próximo, en la que la apatía y la previsible abstención y los votos en blanco puedan resultar las notas destacadas.

Los argumentos

El referéndum del 2 de octubre de 1972 que aprobó la entrada de Dinamarca en la CEE estuvo precedido de profundas discusiones. De 3.099.112 votantes -sobre un total de casi tres millones y medio de inscritos-, el 56,7% se pronunció a favor de la CEE, y un 32,9% en contra. La distribución de los votos no reflejó estrictamente las posiciones habituales de los partidos daneses en los problemas internos.

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En lo esencial, los argumentos de los adversarios del ingreso en la CEE han mantenido, desde una posición radical y de principio, que la Comunidad es "un instrumento del viejo capitalismo europeo, que quiere extender a toda una parte del continente la noción de mano de obra de reserva". Otra razón más pragmática, manejada por los mismos opositores a la integración, ha sido la de que se quiere ignorar que existe una contradicción permanente y profunda entre las políticas agrícola e industrial de los países comunitarios. Se ha afirmado, en la misma línea argumental, que la agricultura danesa fue frenada quizá porque se la consideraba demasiado dinámica y porque todavía debía contribuir a sostener los elevados costos de las industrias extranjeras deficitarias.

Finalmente, se afirma que la pesca, de importante significación en la economía danesa y único aspecto en el que la apertura de un amplio mercado europeo hubiera sido positiva, es precisamente en el que se ha encontrado mayor resistencia para lograr acuerdos.

Los sectores favorables a la Comunidad evalúan la experiencia comunitaria como positiva y mantienen que no se puede pretender que la CEE solucione crisis sectoriales en cada país, como la que ha afectado a los astilleros daneses en los últimos años.

Admitiendo implícitamente que no todo ha sido brillante para Dinamarca en su experiencia comunitaria, sus defensores argumentan que la situación hubiera sido bastante peor estando fuera de la CEE. Señalan además que sectores como la química y la electrónica han resultado beneficiados.

Aspectos no económicos

Las reticencias danesas no se han limitado a los aspectos estrictamente económicos, como lo acaba de demostrar la decisión aprobada mayoritariamente por el Parlamento esta semana, rechazando la propuesta formulada recientemente por el presidente francés Mitterrand, en el sentido de impulsar el contenido del llamado plan Spinelli. Para muchos sectores daneses, las atribuciones de la Asamblea de la Comunidad Eco nómica Europea pueden llegar a afectar a la propia soberanía.

Otro aspecto menos explícito -pero que subyace ahora con más fuerza que en el momento del ingreso- en toda la cuestión es el de la conexión que para muchos existe entre la Comunidad Económica Europea y la OTAN. Quienes impulsan un mayor compromiso con esta última consideran que los lazos con la Comunidad Económica contribuyen a una mayor inserción en el sistema occidental. Posición que se enfrenta a la de quienes quieren un mayor distanciamiento de los compromisos con la OTAN. En el trasfondo de las muchas crisis políticas ocurridas en los últimos años en Dinamarca ha jugado esta cuestión.

Completa el panorama el antecedente de Groenlandia, que en 1982 decidió en un referéndum su retirada de la CEE, efectiva a comienzos de 1985. Una decisión que no deja de inquietar a Occidente, y no por motivos estrictamente económicos.

Finalmente, la nota singular estará una vez más a cargo de Mogens Glistrup, el polémico líder del ahora dividido Partido del Progreso, que ha obtenido unos días de libertad en su condena de tres años por defraudación de impuestos. Glistrup es candidato de su partido al Parlamento Europeo, pero en razón de su condena le está prohibido realizar actividad política.

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