El siglo XVIII con mayúsculas

Si cualquiera de los espectadores del concierto que ha ofrecido en Madrid la Orquesta Siglo XVIII hubiera podido asistir hace dos siglos, en Mannheim, a los conciertos de la famosa orquesta de Karl Theodor (1724-1794), elector del Palatinado, se hubiera sorprendido de la semejanza entre el sonido de aquella orquesta del siglo XVIII y ésta, que se ha puesto ese nombre con mayúsculas.Pero no creemos que el mítico conjunto dieciochesco de los Stamitz, HoIzbauer, Richter, Cannabich, etcétera, hubiese llegado jamás a la perfección de esta Orquesta Siglo XVIII, que dirige un gran especialista, adalid en la recuperación del verdadero sonido de la música anterior al romanticismo: Frans Brüggen. El ilustre flautista holandés, figura excepcional en el panorama europeo de la interpretacion barroca, dio una lección con su orquesta de instrumentos originales, a la cual ha incorporado muy destacados instrumentistas de toda Europa, alguno de ellos español, como el joven profesor Emilio Moreno.

Brüggen es lo contrario de un conductor orquestal espectacular. Sin embargo, se aprecia enseguida en él al músico profundo, sensible, capaz de patentizar los más ocultos y delicados matices de una partitura.

Su interpretación de la Sinfonía número 90 en Do mayor de Haydn fue desde el dinámico y contrastado primer movimiento un prodigio, por la precisión de los ataques, la claridad expositiva y la disección formal.

Admirable fue también, aunque se podrían poner ciertas objeciones expresivas, su Sinfonía concertante de Mozart, en la que brillaron el violinista Daniel Stepner y la viola Lucy Van Dael. Esta última dejó bien clara la musicalidad y seriedad de criterio que han hecho de ella figura de prestigio internacional.

Con la primera Sinfonía en Do mayor de Beethoven, la Orquesta Siglo XVIII, además de sorprender por el sonido (¡qué belleza el de las trompas naturales!), dejó constancia del virtuosismo que es capaz de desplegar como conjunto. El público, que había ido a presenciar un fenómeno musical para ecologistas, se dejó ganar por la interpretación del conjunto de Brüggen, capaz de damos en el más alto grado lo que Tovey llamaba toda esa variedad de color, ritmo e inspiración constante, que constituye una de las cualidades más inaccesibles de los verdaderos clásicos.