Buen papel de los españoles en la Tribuna Internacional de Compositores
El polaco Eugeniusz Knapik, de 33 años, quedó clasificado en primer lugar al fin de la Tribuna Internacional de Compositores, celebrada a lo largo de la pasada semana en la Casa de la Unesco, en París, y en la que los músicos españoles desempeñaron un buen papel. La obra seleccionada es un Cuarteto de cuerda, escrito en 1980 por encargo de Penderecki para el Festival de Música de Cámara de Luslawice. La seguridad del trazo, la excelente conducción de las voces, el rigor de la escritura y el poder expresivo de esta música objetiva lograron la mayoría relativa de votos.
Ningún país ha quedado globalmente mejor que España en esta Tribuna de Compositores, lo que viene a confirmar lo tantas veces repetido: el nivel de la creación actual en nuestro país y la necesidad de una mejor y más asidua promoción fuera de nuestras fronteras. Presentaba España, a través de Radio Nacional de España, la Segunda sinfonía, de Claudio Prieto, y Pentimento, de José Luis Turina, en versiones de la Orquesta Nacional de España, dirigida por Jesús López Cobos. Además, Radio Canadá aportaba otra obra española: Clos de vie, de José Evangelista, residente en Montreal como profesor de música en la universidad. Pues bien: entre 62 obras escuchadas, las tres españolas alcanzaron los puestos quinto (Evangelista), duodécimo (Prieto) y decimotercero (Turina). Quedó recomendada la partitura del valenciano Evangelista y se hizo mención pública de las otras dos.Los representantes de 33 países, entre los que este año figuraba Cuba, con Harold Gramatges, y, por primera vez, Cabo Verde, comentaron la evolución de Prieto y Evangelista, de los que ya conocían alguna partitura, y se llevaron la gran sorpresa con el nuevo Turina, tan distinto del que habían conocido en alguna de sus primeras composiciones. Y, sobre todo, mostraron su interés por el feliz momento de la música española, que, aunque incorporada con naturalidad a las corrientes españolas, no deja nunca de asomar perfiles característicos: "Se adivina España en esta música", me decía un director de orquesta de origen checo, "lo que, en cierto modo, es más atractivo que vivirla en su geografía y en su danza, como en los tiempos del nacionalismo".
Reacción y electroacústica
Si la Tribuna nos dice cada año, con cierta exactitud, por dónde van las corrientes de la música, la impresión de la edición de 1984 podría resumirse de este modo: "Entre la reacción y la electroacústica". Las huellas darmstadtianas han desaparecido casi en las obras de los menores de 40 o 45 años, pero puede observarse una nueva consideración de la electroacústica en un doble sentido: como influencia en la escritura instrumental y como expresión autónoma, que no solamente imagina materiales, sino que acepta sin rubor los de origen instrumental.Lo que llamamos reacción, sin ánimo peyorativo (aun cuando a veces no falte el exceso), puede ser renovación de las tradiciones, entre las que cuenta en muchos autores la revisión de la forma y significación del concierto. Así, el joven italiano Alessandro SoIbíati (Busto Arsizio, 1956) consiguió el primer puesto en la votación para autores menores de 30 años; su muy bello y sorprendente Concierto para violín y orquesta parece combinar en su estructura y en su color un pensamiento puramente sonoro con otro de raíz dramática.
Con las obras citadas recibieron puntuaciones suficientes para su recomendación las Canciones sobre Safo, de Von Bose (República Federal de Alemania); los Cuadros arcaicos, de Krassimir Taskov (premiado en el concurso Paloma O'Shea el año 1978), presentados por Bulgaria: I Ching, del danés Per Norgard (estupenda explotación de lo percusivo); Sol verde, de Graciano Finzi (Francia); Relación para orquesta, del japonés Haruki Kobayashi; A Varsovia, polaco Broniskaw PrzybyIski; Sinfonía, de Manfred Schubert (República Federal de Alemania), y Voces para la paz, de Peter Michael Hamel (RFA).
