_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Pácifismo y defensa / y 3

La defensa popular total, dentro de las formas alternativas de la defensa, es el tercer y último supuesto analizado por el autor de este trabajo sobre el dilema entre paz y seguridad. Pero para ello hace falta un nivel de justicia y democracia muy elevado en el país que la adopte. Y por último, en el caso español, el autor piensa que existen posibilidades de crear una defensa autónoma y de bajo coste, que no contribuya a agravar las tensiones mundiales. Quizá la más importante condición básica de todo sistema de defensa popular sea la voluntad de la población para defenderse; esto es, la motivación popular de la defensa. La motivación depende, entre otras cosas, del nivel de justicia de la sociedad tal como es percibido por los ciudadanos. Cuando la defensa ante un agresor implica serias molestias, abnegación y hasta sacrificio -lo que es evidente en todo tipo de defensa, y más en ésta-, es preciso que la población que los sufre sea consciente de que defiende algo que le merece la pena. La defensa ha de proteger los intereses de la mayoría, ha de ser esencialmente democrática; si por ejemplo, en tiempo de paz, pero de crisis económica, la política adoptada consiste en hacer recaer las cargas extraordinarias sobre una parte sólo de la población, será imposible encontrar después, en tiempo de guerra, la motivación general para defender una sociedad a la que amplios sectores con sideran injusta La motivación requiere también que la política exterior y la política de defensa no sean asunto restringido a exquisitos especialistas; si la población ha de implicarse se riamente en la defensa del país, debe hacerlo en forma activa y ha de participar para ello en las discusiones y en la toma de decisiones relativas a la defensa. Ciertamente esto requiere un nivel eleva do de formación popular, pero existen hoy día profusamente los medios adecuados para conseguir lo. De forma resumida, una defensa basada en la participación de la mayor parte de la población exige el desarrollo de una democracia avanzada. a Contribuye también a la motivación el hecho de que la población sepa que la política exterior y la de defensa favorecen el desarrollo de la paz en el mundo, no contribuyen a aumentar las tensiones internacionales o, lo que es lo mismo, y utilizando palabras del preámbulo de nuestra Constitución, "cooperan al fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la Tierra".

Riesgo de militarización

No se nos oculta que en los sistemas de defensa con participación extensiva de la población existe el riesgo de. militarización de. la sociedad. También aquí el ejercicio libre y abierto de la democracia puede evitar el peligro. Para eso hay que ensanchar considerablemente el ejercicio de las libertades y derechos democráticos en el seno de las fuerzas armadas que adoptan estos sistemas de defensa. El aspecto militar de la defensa, que no es en ellos preponderante, queda netamente subordinado al poder civil, en forma natural y no conflictiva, y éste, a su vez, ha de contar permanentemente con la confianza de la población en cuya voluntad descansa la motivación de la defensa.

Las consideraciones desarrolladas en las tres. partes de este trabajo son de tipo general y contienen una anticipación de los posibles modos de defensa que en el futuro permitan a la humanidad salir del laberinto en que la han encerrado las teorías de la disuasión por acumulación de potencial destructivo, que la conducen insensiblemente hacia el holocausto nuclear. Al estudiar la aplicación práctica de estos procedimientos, a cada país corresponde ensayar y aplicar sus propias fórmulas; vemos así, por ejemplo, que la defensa yugoslava es distinta a la sueca, y aunque hay, entre ambas numerosos aspectos coincidentes, las dos intentan adaptarse a las circunstancias propias de cada país.

¿Y respecto a España? Cuando en España se empiezan a tratar en público algunos aspectos relativos a la defensa, conviene saber, con vistas al mañana, que hay muchas formas y posibilidades de organizarla. Conviene saber que el pueblo, al que casi todas las lenguas han pedido prestada la palabra guerrilla, pues demostró cómo combatir con éxito al más moderno ejército invasor entonces existente, no necesitaría obligatoriamente aceptar sistemas de defensa impuestos por voluntades, foráneas, por muy fuertes que éstas sean y por muy respaldadas que estén por otros argumentos económicos, políticos, financieros, etcétera. Conviene tener presente que aunque es cierto que ya no existe la soberanía total como antes se concebía y hay lazos de dependencia que la limitan considerablemente, pues no es necesario ocupar con tropas otro país, como hábilmente supo hacer Napoleón, para privarle de parcelas esenciales de su soberanía, sin embargo hay todavía formas de organizar una defensa autónoma, de bajo coste, que no contribuya a agravar las tensiones entre las grandes potencias y que proporcione, no obstante, esa necesaria y mínima seguridad indispensable para el progreso de los pueblos.

Los sistemas de defensa no se improvisan; sus transformaciones son lentas, difíciles y costosas porque implican a casi todos los sectores de una nación, pero el pensamiento tiene obligación de ir en vanguardia, reconociendo el terreno, explorando los obstáculos y buscando las fórmulas del futuro, no tanto preocupado por aprender a ganar la pasada guerra -como con alguna razón se suele reprochar al pensamiento militarcomo por evitar la próxima e iniciar la resolución de la grave contradicción existente entre la necesidad de seguridad y los innatos deseos de paz.

es teniente coronel de Artillería.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_