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El Ejercito hondureño suspende el entrenamiento de fuerzas salvadoreñas en su territorio

El Alto Mando del Ejército de Honduras ha suspendido el entrenamiento de tropas salvadoreñas en el centro militar de Puerto Castilla, donde Estados Unidos tiene estacionados a 150 boinas verdes en calidad de instructores. Tegucigalpa no trata con ello de cuestionar su estrecha alianza militar con Washington, pero exige un pago más justo por los riesgos que está asumiendo.

El presidente Roberto Suazo envió en junio del año pasado una carta personal a Ronald Reagan en la que solicitaba 300 millones de dólares (unos 46.000 millones de pesetas) a corto plazo para evitar el colapso económico del país y un plan de inversiones y créditos por 6.000 millones de dólares, para lo que resta de década. Como contrapartida hacía valer la situación estratégica de Honduras en el istmo centroamericano y su papel de aliado fiel de Washington. Se desconoce si Reagan contestó o no esta carta, pero la ayuda económica directa a lo largo de 1983 apenas rebasó los 100 millones de dólares, cantidad que el Gobierno hondureño considera insuficiente. El veto temporal impuesto ahora a la entrada de sol dados salvadoreños se interpreta como una medida de presión en este sentido.

El Centro Regional de Entrenamiento Militar (CREM) fue establecido hace un año en Puerto Castilla para abaratar la instrucción de soldados salvadoreños, que anteriormente habían sido trasladados a Fort Bragg, en Carolina del Norte. La dirección nominal del CREM corresponde a un teniente coronel hondureño, pero su funcionamiento interno está regido por oficiales estadounidenses y su financiamiento corre a cargo de Estados Unidos, que ha destinado este año 20 millones de dólares a este capítulo.

En la actualidad está siendo adiestrado el batallón salvadoreño Bracamonte, que tiene unos efectivos de 1.100 hombres. La suspensión afecta a los 2.500 soldados que debían llegar el próximo 14 de junio. Se calcula que en lo que resta de año iban a recibir cursos de contrainsurgencia 6.000 combatientes de El Salvador y 5.000 de Honduras. Fuentes diplomáticas norteamericanas no han concedido demasiada importancia al acuerdo del Ejército, que no consideran definitivo, y se han mostrado confiados en poder convencer a sus amigos hondureños.

Maniobras conjuntas

Buena prueba de que no se ha puesto en entredicho la cooperación militar con Estados Unidos es que precisamente hoy se inicia la fase activa de las maniobras conjuntas Granadero 1, en las que participan más de 1.000 soldados norteamericanos. Pero Tegucigalpa entiende que la generosidad militar debe tener también una contrapartida económica, ya que, de lo contrario, su país puede verse envuelto muy pronto en un proceso de descomposición interna similar al de sus vecinos.Algunos comentaristas opinan que en el fondo hay también una resistencia de los nuevos jefes militares a colaborar de forma estrecha con el Ejército salvadoreño hasta que no se resuelva el problema limítrofe con este país, detonante de una guerra en 1969. Todos los jefes actuales del Ejército de Honduras participaron en dicha contienda.

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La decisión hondureña supone, en cualquier caso, un cambio en la política de total sumisión a Washington practicada por el general Gustavo Álvarez, destituido el 31 de marzo y hoy exiliado en Miami.

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